"El casting de 'Gran Hermano 15' está a punto de ponerse en marcha. Tiene que estar todo el mundo muy atento", aseguraba Mercedes Milá al programa de radio de Cuatro MorninGlory. La inefable Merceditas hacía estas declaraciones un día después de cumplirse el decimocuarto aniversario del programa que cambió para siempre la televisión en España un 23 de abril de 2000: Gran Hermano.
Hoy hace catorce años que estábamos pendientes de la incipiente relación de amor que estaba fraguándose entre Jorge y María José, del buen rollo que destilaban Ismael e Iván, de la amistad que empezaban a entablar Nacho y Marina o de las miradas de complicidad que empezaban a intercambiarse Israel y Silvia. Ahora estamos ya de vuelta de todo (televisiva y realitymente hablando) y desconfiamos más de los concursantes de GH que de Aguasantas diciendo que ella no quiere hacerse famosa a costa de Raquel Bollo.
Que Telecinco tiene un problema con la presente edición de Supervivientes es algo que a ninguno se nos escapa. A pesar de que yo veía muchas posibilidades en el casting inicial, la realidad me ha dado una bofetada con la mano abierta en toda la cara: desde su estreno, el 17 de marzo, el reality de supervivencia ha perdido casi cinco puntos de share situándose, el pasado lunes, en un mediocre 16,8%. Además, hasta ahora nunca ha liderado la noche al no poder imponerse a la todopoderosa Velvet.
Estos datos de audiencia (en caída libre) son especialmente preocupantes si los comparamos con los que el programa anotaba en su anterior edición, en la que Rosa Benito se coronó vencedora. Hace casi tres años, Supervivientes logró un espectacular share medio del 27,8% y, en su final, un ahora impensable 38,8%. Hoy, tres años después y con casi diez puntos menos de audiencia, Telecinco sabe que tiene que hacer algo para que a esta edición de Supervivientes no le pase lo que a OT 2011: que deje de ser rentable y la cancelen.
Acometía yo anoche el regreso de Masterchef a la tele con una mezcla de ilusión y mal cuerpo, resultado este último del lamentable papel que había ofrecido minutos antes el Barça en el Calderón. Pero como en el ADN de todo culé está sobreponerse a los dramas, las derrotas, la humillación, la vergüenza ajena y el esperpento, dejé a un lado mis ganas de correr a boinazos a los integrantes del conjunto azulgrana y me abandoné al (otro) evento de la noche, el regreso de uno de mis programas favoritos de cocina.
Aunque no de forma tan triunfal como me esperaba (debo reconocer que, iluso de mí, preveía un share ampliamente superior al 20%), Masterchef volvió anoche con toda su artillería preparada para regalarnos una nueva temporada llena de retos culinarios, de pruebas peregrinas, de catas de platos a dos carrillos, de despropósitos gastronómicos, de tragedias personales al no conseguir que ligue la mayonesa, de eliminaciones polémicas y de veredictos no exentos de enjundia.
Tuiteaba yo ayer por la tarde un post de Vayatele -blog del que soy acérrimo seguidor desde que asomó el hocico en internet hace ya varios años- en el que reclamaban el regreso de cinco formatos televisivos que abandonaron las ondas (qué antiguo me ha quedado eso) hace ya varios lustros. Además de estar de acuerdo con su autor en que esos programas deben volver a la tele, no pude evitar que cuatro nombres vinieran a mi cabeza con más celeridad que los 'caris' van a la boca de la Pelopony. He aquí, pues, cuatro formatos que la tele de esta España mía, esta España nuestra debería recuperar.
Y, por fin, llega la tercera parte. Por lo que he ido leyendo en vuestros comentarios, ha escocido especialmente el octavo puesto en el que he colocado a Anabel Conde. No os culpo. A mí tampoco me gusta que esté tan abajo. Pero si echo una ojeada a las canciones que están por encima (Vivo cantando, Bailar pegados y las cinco que veremos a continuación), no puedo evitar pensar que sí, que aunque Vuelve conmigo fue una candidatura excelente, ha habido otras que a mí me han emocionado más. Vamos con ellas:
Como habéis visto, todos en FormulaTV nos hemos puesto el vestido de flecos y colgado la guitarrita de Chiquilicuatre para celebrar que queda menos de un mes y medio para Eurovisión. A este top 15 (cuya segunda parte sé positivamente que muchos de vosotros habéis esperado con angustia y congoja) se le suma un especial con más información de la que podáis jamás digerir alrededor de la presente edición del festival que, como sabéis, se celebrará en Copenhague el 6, 8 y 10 de mayo.
Tras conocer la semana pasada que las candidaturas de Sergio y Estíbaliz, Conchita Bautista, Betty Missiego, Beth y Massiel ocupan las posiciones que van del 15 al 11, llega el momento de conocer cuáles ocupan las posiciones que van del 10 al 6. Vamos, pues, con la segunda parte de este top 15 con las mejores canciones de España en Eurovisión.
53 años participando en Eurovisión dan para mucho. Repasando la lista de canciones que España ha ido mandando al festival, uno se da cuenta de cómo ha ido evolucionando el país con los años: entre los sesenta y la primera mitad de los setenta, la España rancia de la dictadura mandaba a sus grandes estrellas nacionales para intentar dar una imagen de apertura y modernidad en Europa (lo que ahora hacen países como Azerbaiyán o Bielorrusia, para que nos entendamos).
Con la llegada de la Transición y los primeros pasos de la democracia, España empezó a dar tumbos a la hora de elegir representante (lejos quedaban ya programas como Pasaporte a Dublín, en el que artistas del calibre de Rocío Jurado, Nino Bravo o Karina competían por ir a Eurovisión). Hubo un pequeño resurgir eurovisivo con Azúcar Moreno o Sergio Dalma, pero después de ellos el festival pasaría a importarle tres narices a RTVE (de hecho, llegó incluso a emitirse directamente en La 2)... hasta que llegó Operación Triunfo.
Llevábamos esperando desde aquel lejano 28 de julio de 2011, pero anoche finalmente volvimos a ponernos los collares hechos de madera y coco, a taparnos las vergüenzas con harapos de pingüe extensión y a ponernos complementos étnicos que nos devuelven a una jungla en la que nunca hemos estado para dar la bienvenida a una nueva edición de Supervivientes.
Comentaba yo el otro día las virtudes de que Magnolia haya optado (sea por restricciones presupuestarias o porque son así de visionarios) por un cásting tan sumamente de serie Z, pero las expectativas que puse en la gala inicial de Supervivientes 2014 se vieron anoche superadas. Como mucha gente que hoy hemos tenido que madrugar para ir a nuestras oficinas a producir con una sonrisa en la cara, yo no me quedé hasta el final de la gala. Más concretamente, me metí en la cama justo después de ver a Chiqui emulando a Lilo Pelekai y posando, guerrera, en la proa (o popa) de un barco.
No, no me he equivocado en el derroche de calificativos del titular. Hablemos claro y a calzón quitao: la nueva y esperada edición de Supervivientes, que llegará a Telecinco el lunes tras tres años de sequía de naufragios VIP, tiene un cásting con menos calidad que la sección de oportunidades del Primark. Pero lo que a priori podría ser un hándicap se convierte, cuando piensas un poco, en un valor añadido enorme. De tan garbancero que es el nivel medio de los concursantes, se podría decir que es el peor cásting de la historia. Pero de todos los peores cástings (que ha habido muchos, recordad GH12+1), este es el mejor de los peores.
**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las tres temporadas de 'Homeland'. No la leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.
Debo reconocer que he dudado mucho sobre si incluir o no a Homeland en mi lista de series favoritas.Al menos, después de haber visto su despropósito de tercera temporada. Hace unos meses, cuando terminé de ver la segunda temporada, consideré su season finale como un punto y aparte comparable al flashforward de Mujeres desesperadas al final de su cuarta temporada. La bomba que estalló en el funeral del vicepresidente Walden y acabó cargándose a medio elenco fue algo más que un sorprendente incidente; fue un reseteo de la serie a nivel global con el vídeo que se grabó Brody antes de su no-atentado como hilo conductor para justificar la huída del ex-marine y, en consecuencia, la continuidad de la serie.
Cuesta creer que hace sólo tres años TVE fuese un referente en cuanto a calidad informativa y de entretenimiento. Entonces poníamos el Telediario y no sentíamos vergüenza ajena, nos interesábamos por saber a quién entrevistaba Ana Pastor en Los Desayunos, disfrutábamos con series como 14 de abril: la República y, por contra, episodios como la cobertura del hundimiento del Prestige, de los atentados del 11M o del vergonzoso C-C-O-O quedaban tan lejos de nuestro imaginario como el No-Do o Reina por un día.
Hoy, sin embargo, la caspa antediluviana y el conservadurismo rancio que hace años nos parecían tan lejanos han vuelto tan deprisa que casi ni nos hemos dado cuenta. De un tiempo a esta parte hemos visto al Telediario aconsejando a los padres cómo vestir a sus hijas con decoro para que no vayan provocando o explicando cómo rezar calma la ansiedad de los parados. Estas afirmaciones tan de cura de pueblo en un púlpito durante la España de la década de los sesenta se suman a las acusaciones de que TVE haya intentado presionar a Cuéntame para que suavicen el entusiasmo en su retrato de la victoria socialista de 1982 y, por supuesto, a programas deleznables como Entre todos.
Muchachos y muchachas, debo admitir que no quepo en mí de gozo. Después de llevar desde mediados de diciembre viviendo en la incertidumbre de no saber si Ruth Lorenzo acabaría representando o no a España en Eurovisión, finalmente el sábado por la noche se hizo justicia y ya tenemos temazo, ya tenemos interpretación, ya tenemos diva, ya tenemos poderío, ya tenemos pantojismo. Este año, sí.
Mis amigos y yo (que somos muy de hacer el memo con estas cosas eurovisivas) empezamos el sábado nuestra tarde en una terraza junto a varias cervezas, martinis, olivas y bravas mientras debatíamos cual tertulianos de 13tv las posibilidades de cada candidato a ir a Eurovisión; tanto de aquí de España como de los de Suecia. Porque sí, queridos y queridas, nuestro plan el sábado era vernos la cuarta semifinal del Melodifestivalen (la preselección sueca para Eurovisión) y encadenarla con Mira quién va a Eurovisión para terminar a medianoche con los ojos del revés y expulsando arcoiris de purpurina por nuestros oídos de tanta sobredosis eurovisiva.