'True Detective' T3: Cocinado lento, muy lento, y crudo

Parecía que esta vez Nic Pizzolato se había decantado por una historia con más ritmo. El director ha esperado bastante tiempo para estrenar la tercera temporada de 'True Detective', y el comienzo prometía, pero a medida que han avanzado los episodios ha ido perdiendo fuelle. De hecho los dos primeros capítulos mantuvieron el buen nivel, con un planteamiento atractivo y unos personajes que prometían momentos para enmarcar, empezando por los dos detectives protagonistas.

Lo que viene después del segundo episodio es pura paja, y se corrobora en el final de temporada. Van desfilando personajes sin nada que aportar, con un relleno que además de inverosímil es aburrido, no sirve mi como entretenimiento. Las tramas que se cruzan tampoco son válidas para la resolución del caso, dando vueltas sobre conspiraciones e hipótesis que a la hora de la verdad poco tienen que ver con el paradero de los niños desaparecidos en el inicio de la temporada.

La simbología, la relación con las sectas y la búsqueda de un asesino que acabaría con la vida del niño de Purcell se queda en humo. En el episodio final descubrimos que el hombre negro y tuerto al que buscan durante media temporada tiene casi todas las respuestas, y las suelta sin mucho enredo en cinco minutos. Confirma que la muerte del niño fue un accidente, y que la niña sirvió como reemplazo para una familia que acababa de perder a su hija.

Lo más original de 'True Detective' ha sido dividir en tres épocas la trama, en cada una de ellas veíamos la evolución de sus protagonistas, y la del caso. En la primera se daban los primeros pasos tras las pistas que dejaron los causantes de la desaparición de los niños. En la segunda vemos unos detectives más maduros, con más carga emocional, y en ella un indicio apunta que la niña desaparecida sigue viva. Ya en la tercera etapa Hays y West están jubilados, pero siguen vinculados con el caso, y es cuando descubren lo que ocurrió con los hermanos.

El alzheimer de Hays toma un peso importante en esta última fase, igual que su familia, principalmente su hijo, pendiente de él. Hays sigue dando entrevistas y estudiando el caso de los Purcell, lo único que le mantiene alerta. West está más despegado del caso, pero tampoco olvida a aquella niña de la que no supieron más, por eso no duda en reencontrarse con su ex compañero para estar a su lado en esta enfermedad, y juntos desvelar lo que realmente ocurrió.

Mahershala Ali hace muy buen trabajo, igual que su compañero Stephen Dorff, ambos destacan como protagonistas que son, dando luz a sus personajes, y dotándolos de unas vivencias que se les va notando en las diferentes etapas, tanto a la hora de expresarse como en su caracterización, muy lograda. La historia de los Purcell vuelve a ser tan cruda como nos tienen acostumbrados en anteriores temporadas, pero esta vez la resolución es más típica, apenas han arriesgado, y se podría haber explicado todo en un par de capítulos.

Pizzolato ha vuelto a resbalar, después de una pobre segunda temporada, pensaba que se había tomado un tiempo para pensar una buena historia y ofrecer algo fresco y novedoso, como hicieron en la primera etapa, aunque no contentara a todos. No es necesario que piense en una cuarta temporada, su intención suele ser buena, pero las ideas se diluyen a partir de los primeros episodios y termina convirtiéndose en una serie tediosa que estás deseando que termine.

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