(Contiene spoilers del capítulo 6x01)
'
True Blood' se sigue alejando de lo que en su día fue,
cada año insertan más personajes extraños y tramas tróspidas, convirtiendo la serie en un esperpento. No obstante, la creación de Alan Ball mantiene un grupo importante de seguidores que somos incapaces de alejarnos de Bon Temps y sus rarezas.
Como viene siendo habitual, la temporada se abre en el mismo momento en que dejamos a los personajes hace aproximadamente un año, con Bill reclamando el protagonismo perdido y con Sookie hasta el gorro de los líos que se traen los seres extraños con los que se relaciona, aunque desde hace poco ella se ha enterado de que también pertenece a ese selecto grupo de freaks.
Bill está completamente transformado, aunque él se empeñe en decir lo contrario, la realidad es que todos vimos como se convertía en la nueva Lillith, y tras un original juego de palabras Stephen Moyer pasa a interpretar a Billith. La única que confía en su palabra es Jessica, pese a reservar sus dudas sobre su dueño, ya que la joven se muestra aterrada ahora que vive sola con el nuevo Bill.
Sookie y el resto han dejado atrás a la pelirroja con su creador, pero la protagonista da portazo literalmente a otro vampiro más, Eric. El rubio lleva varias temporadas mostrándose blandengue, algo a lo que no nos tenía acostumbrados, ahora ya no sabemos imaginarle de otro modo, un coñazo. Y por si eso fuera poco, Sookie ha demostrado su debilidad por Eric a la hora de clavar una estaca a Bill, pensando que así acabaría con él, lástima que esa estaca no surtiera efecto.
En un solo capítulo es complicado saber hacia donde se dirigen las tramas este año, aunque no será por falta de tiempo, porque en 54 minutos han metido más relleno que otra cosa, y eso teniendo en cuenta que esta temporada constará de 10 episodios, perdiendo dos porque a HBO así le ha parecido mejor, por ahorrarse unos dinerillos y ahorrar también a sus espectadores dos horas muy provechosas de nuestra vida.
Han dado pequeñas pinceladas sobre el nuevo reto de Sam, que deberá cuidar de la pequeña niña-lobo, hija de la recién fallecida Luna, y yo que daba por hecho que la palmó en el final de la temporada anterior. También pulula por ahí Jason, que por fin ha conocido al responsable de la muerte de sus padres, Warlow, un señor oscuro que no se lo va a poner fácil a los Stackhouse, a ver si este año el rubio-tonto espabila un poco...
Una pena no saber nada de Lafayette, excepto su estreno como niñera; tampoco se han adentrado suficiente en la trama de los hombres lobo, Alcide es el amo de la manada y todas las lobas (literal) están prendidas por sus huesos. Más efímera es todavía la incursión de los Bellefleur, aunque pinta interesante la rapidez con la que crecen los cuatrillizos de Andy, que ha tenido la suerte de no tener que lidiar con el cambio de pañales, a ver lo que le viene encima a partir de ahora.
Para terminar, una historia que va a tener bastante peso este año es la de los políticos, otra vez en el punto de mira de '
True Blood'.
El nuevo gobernador se levanta contra los derechos de los vampiros, pero no duda en sacarse unos cuartos con la fábrica que produce la popular bebida de sangre sintética, pronto veremos de qué pie cojea este nuevo personaje. Por el momento ya ha cerrado el bar de Pam, a lo que no se han podido oponer ni ella ni su amante Tara, que cada vez que la veo recuerdo que podría llevar dos temporadas muerta, pero ni por esas...
Tenemos por delante una temporada de la que esperamos cualquier cosa, y tenemos dos opciones: tirar la toalla o
tomarnos la serie como mero entretenimiento, riéndonos de ella, y de nosotros mismos por aguantar ciertas cosas que ni al guionista más colocado se le podrían ocurrir. A veces las tradiciones está bien conservarlas, el verano es de '
True Blood'.