‘The Handmaid’s Tale’: La revolución de June, y sus carencias

Las dos primeras temporadas de ‘The Handmaid’s Tale’ fueron como una bofetada, un golpe sobre la mesa que despertó a muchos espectadores y nos hicieron ver en lo que se podría convertir nuestra sociedad. Esta historia distópica cada vez tiene más similitudes con los derroteros que podría seguir cualquier país actual, teniendo en cuenta el auge de la extrema derecha en todo el mundo y la represión de muchas libertades que se ganaron las últimas décadas.

‘The Handmaid’s Tale’ podría ser una película de terror, porque en sus dos primeras tandas daba pavor ver lo que un grupo de poderosos y adinerados tenía permitido hacer con una selecta cuadrilla de mujeres. En la tercera temporada las cosas parece que se han suavizado, o puede que nos hayamos hecho inmunes al dolor y la sorpresa que sentíamos en los inicios de la serie. Parte de la credibilidad también se ha perdido por la manera en la que han decidido alargar la trama de la protagonista. El año pasado tenía sentido que la mantuvieran con vida a pesar de sus “travesuras”, estaba embarazada del bebé que iba a ser para los Waterford; en cambio, se sigue saltando las normas, y ya no tienen pretextos para mantenerla con vida.

Es ficción, y si acaban con la protagonista dilapidan la serie, no cabe duda, pero con esto también pierden cierta firmeza de la que presumían en sus primeras tandas de capítulos. No quiero un ‘The Handmaid’s Tale’ sin Elisabeth Moss, pero tampoco me apetece ver algo a lo que han cambiado por completo la esencia y han prescindido de su característica crudeza con el fin de estirar el chicle. Por su parte, Moss sigue fantástica, merendándose cada plano, con el silencio basta para saber lo que siente su personaje, y lo que trama, porque siempre está trazando algún plan para pasar sobre sus superiores.

Mientras que June se acerca a Serena con cautela y se gana su amistad, en Canadá la vida sigue. La hija pequeña de la protagonista ha sido rescatada por Emily, y Luke ya cuida de ella junto a Moira. Sin embargo, June no ha conseguido la felicidad plena, ha salvado a una de sus hijas, pero Hannah sigue en Gilead, y no va a salir de allí hasta que no arrebate a la niña de los brazos de esa gente. Me gusta que Serena esté siendo cómplice de parte de los planes de June, va abriendo los ojos y recuperando el criterio que perdió tras la fundación de Gilead.

Echando la vista a Canadá, allí Emily se ha reencontrado con la familia de la que apenas ha podido disfrutar. Los primeros contactos con su pareja son fríos, y la relación con su hijo es incómoda, algo que se entiende perfectamente, ya no solo por lo poco que han compartido, sino también por el shock de la joven que acaba de ser liberada de Gilead. Tengo mucha expectación por ver cómo avanza esta trama, que en algún momento terminará ligada a la de Luke y Moira, luchando por hacer caer todo lo que representa Gilead.

Por otra parte, en Gilead, Lydia digue viva, algunos la dábamos por muerta tras la agresión que sufrió por parte de Emily en el final de la temporada pasada, antes de que ésta huyera. Tía Lydia ha perdido la fuerza que le caracterizaba, y no quiere que se note, por lo que decide formar un espectáculo en casa de los Putnam, con otro de los deslices de Janine como telón de fondo. La chica a la que le falta un ojo recibe una tanda de palos por parte de Lydia, delante de todos los presentes, hasta que June se pone en medio para evitar una desgracia.

June es la heroína de ‘The Handmaid’s Tale’, no cabe duda, pero se está exponiendo demasiado, y “los malos” están siendo demasiado benevolentes con ella, algo que no me cuadra, y es la principal queja que tengo de los nuevos capítulos. Sin embargo, estoy seguro de que los guionistas del drama tienen algo genial preparado para esta temporada, y a medida que avancen los capítulos podremos ir descubriendo esas sorpresas, como el último cliffhanger en el que June es testigo de la lucha de Luke y compañía por sacarla de allí. Y algo más importante, recibe la señal definitiva de que Emily y Hannah han cruzado la frontera sanas y salvas.

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