(Contiene spoilers de la 2ª temporada)
Entre tanto piloto que nos llega de Estados Unidos, y también de nuestra propia tierra, también hay hueco, aunque no lo parezca, para cerrar etapas de otras series, en este caso se trata de '
The Big C'.
Laura Linney ha estado insuperable en la segunda temporada de su serie, y es por ello por lo que Showtime confía en ella para repetir ese mismo éxito el año que viene, esta vez antes del verano, para que la espera no se haga tan larga.
'The Big C' ha superado con creces el nivel del primer año, que ya fue alto. Esta vez Cathy Jamison ha cambiado de filosofía y ha luchado por superar esa maldita enfermedad por la que muchas veces no se pueden reunir fuerzas suficientes para derrotarla. En esta ocasión, Cathy ha hecho un nuevo amigo, un
compañero de cáncer, como se denominan entre ellos, y juntos nos han ofrecido momentos geniales, desde la escena cómica en la que son atacados hasta el último aliento de Lee, drama puro.
No ha hecho falta tener a la inolvidable Marlene capítulo por capítulo, como en un principio parecía que iba a ocurrir, y es de agradecer que no hayan jugado con esa baza de meter con calzador un personaje muerto con múltiples apariciones sin sentido. Marlene aparece lo justo y necesario en esta segunda temporada, como espero que salga Lee más adelante. Sí, porque también murió en el penúltimo capítulo de la segunda temporada (parece que esto ya se está convirtiendo en una costumbre de la serie). Lo que no esperábamos era lo que nos dejaban para el final, la escena con mayúsculas.
Es sobrecogedor ver como Cathy descubre que su marido, Paul, está muerto.
A los creadores de 'The Big C' les encanta jugar con la muerte y con los fantasmas. Aunque para algunos haya sido una forma surrealista de acabar la temporada, para mí ha sido inmejorable, un bombón que nos han dejado para el desenlace de la segunda tanda de episodios. Ahora solo falta que Paul no reviva de entre los muertos y finalmente fuera un simple coma, porque en ese caso el final del que hablamos perdería toda la brillantez.
Apartando las suposiciones, otros personajes secundarios también han tenido gran presencia en esta temporada. Sin ir más lejos,
Rebecca es probablemente el personaje más cómico y estridente de 'The Big C'. Es una pena que Cynthia Nixon no haya aparecido en los capítulos finales, porque su historia con el embarazo y el posterior aborto ha sido de lo mejor de la serie. Junto a Sean forman una pareja muy peculiar, el yin y el yan, geniales. Espero que Sean no se vuelva a amargar y sea el mismo de siempre, se hizo pesado y largo su drama, con desaparición incluida.
Otra gran ausente ha sido Andrea, en este caso solo en el capítulo final. La alumna de Cathy ahora vive por un tiempo con la familia de ésta y las situaciones que se han creado en torno a esa trama han sido hilarantes, Andrea siempre sin perder su actitud. Excepto en el final, que nos llega al corazón cuando descubre que ha sido engañada por inmigrante que solo quería los papeles, sin importar lo que ella sintió por él. Seguro que saldrá de esta mucho más reforzada, miedo me da.
Por último, el personaje más flojo y prescindible puede que sea Adam, el hijo de los Jamison. El adolescente ha triunfado en el ámbito sexual, pero a lo que amor se refiere no ha tenido suerte, a pesar de que al final parece que todo queda como comenzó, con otra oportunidad por parte de su primera y formal novia. La locura de Poppy o sus escarceos con ladillas de por medio han sido anecdóticas, pero el actor que interpreta a Adam sigue siendo flojo. Quizás el año que viene le veamos aprender a vivir solo, sin su padre y con su madre apunto de irse, debería preparase para ello, puede resultar cómico.
'
The Big C' no puede dar para mucho más, el final (feliz o triste) de Cathy debe llegar más pronto que tarde, y
alargar la serie puede dañar la imagen que tengamos de ella una vez pasados los años. Después de esta desbordante temporada no puedo pedir a los responsables que vayan ideando un final, el miedo a perdernos algo ingenioso, como lo que hemos visto hasta ahora, me puede. Por lo tanto, dejo en manos de esos creadores de emociones su cometido, y que dure lo que tenga que durar, porque
si es bueno, ¿para qué pararlo?