La edición más atípica y polémica de '
Supervivientes' ha salido de la parrilla como entró, por la puerta grande y con unas audiencias descomunales, batiendo récord, por encima de sus anteriores ediciones, y marcando nuevamente la forma de hacer televisión. El método puede ser cuestionable, y el cambio que ha dado el concurso puede gustar a unos más que a otros, pero debemos reconocer que
Telecinco ha sabido revitalizar un formato que para muchos tenía ya un pie en la tumba.
Desde el 5 de mayo todos supimos que algo en '
Supervivientes' iba a cambiar, que no iba a ser como las anteriores ediciones, y la primera prueba de ello fue el casting.
Concursantes famosos carne de revistas del corazón de segunda y amiguismo por parte de la cadena; pero los anónimos no se quedaban atrás, mientras que el año pasado destacaba el espíritu aventurero de los robinsones, este año los concursantes desconocidos tenían como objetivo recopilar el mayor número de minuto televisivos posible.
Respecto a los presentadores, ambos han sido buenos a su manera.
Jorge Javier Vázquez ha sabido crear polémica en cualquier discusión o prueba, y seguramente la subida de audiencia también se deba a ese morbo que tanto gusta a los espectadores del programa vespertino que conduce el catalán. Al otro lado de la balanza se encuentra
la espléndida Raquel Sánchez Silva, su serenidad y su rigor han mantenido parte del espíritu de la isla, y era un lujo poder conectar con ella en cada gala para que nos adelantase lo que se acontecía en esos recónditos cayos. No me cansaré de decir que Raquel es hoy por hoy la esencia de '
Supervivientes', el reality de aventuras.
Como he comentado anteriormente, las polémicas han sido numerosas desde antes de empezar el concurso, y muchas de ellas tenían como eje a Aída Nizar. La ex-granhermana comenzó con mal pie al concurso, teniendo a todos sus compañeros en contra, pero a medida que pasaba el tiempo sus enemigos se acumulaban, hasta el punto de tener un encontronazo con el propio presentador, nunca olvidaremos ese "empieza por H y termina por puta". Ahora es una simple anécdota, pero debo decir que no me pareció acertada la actitud de Jorge Javier.
Tampoco podemos olvidar lo que han supuesto para el reality-show personajes como Toni Genil, Sonia Monroy o Rosa Benito, siempre dispuestos a hablar ante la cámara, aunque el tema no vaya con ellos, sobre todo ésta última, que sospechosamente se ha proclamado vencedora. No siento simpatía hacia Rosa, me parece que en Telecinco se ha hecho una campaña (sobre todo la última semana) a favor de ella, y especialmente en contra de su rival más fuerte, Sonia Monroy, quien protagonizó el mejor momento de la gala final, con ese derrumbe y esa caída al suelo, ¿quién me puede negar que esto sea friki? Pero siempre divertido, que es de lo que se trata.
También hay varios concursantes que no han hecho ruido, principalmente Jessica Bueno, una miss que entró de relleno y ha cumplido con su misión, hacer bulto. Entre los anónimos tampoco ha destacado ninguno, quizás Carolina haya sido la que más ha dado qué hablar, pero por razones ajenas al concurso, ya que la reasignación de sexo (antes conocido como "transexualidad") por lo visto sigue siendo un tema controvertido.
En cambio, algún famoso que entraba posicionándose como uno de los más polémicos no aguantó el desgaste que supone formar parte de '
Supervivientes', hablo de Jacobo Ostos o
Kiko 'Paquirrín' Rivera. Especialmente éste último ha resultado soso y plano,
lo único que ha regalado al programa ha sido una entrevista de su madre, Isabel Pantoja, y a la cadena un contrato del que sacará rentabilidad seguro.
No es fácil dar con la clave del éxito de un programa, pero la calidad y
el buen hacer que caracterizaba a 'Supervivientes' en los inicios no tiene nada que ver con el nuevo estilo que han impuesto. Las próximas ediciones no cabe duda que seguirán los mismos derroteros, y miedo me da que hagan lo mismo con los próximos
reality-show de la cadena, la
'salvamización' ha llegado a Telecinco pisando fuerte. Que conste, aplaudo la creatividad de la cadena y de su equipo porque
no es fácil renovar el contexto de un programa, y mucho menos crear un nuevo modo de hacer televisión.
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