'Shameless', mucho por vivir con los Gallagher

La familia más disfuncional de la televisión no decepciona en su tercera temporada, los Gallagher no paran de sorprender y siguen cayendo tan bajo como solo ellos pueden. Los últimos capítulos de 'Shameless' prueban que la imaginación de esta familia es capaz de llegar hasta límites insospechados solo por arañar unos cuantos dólares que les dé para sobrevivir en el caótico barrio de Chicago en el que residen.

Cuando creímos haber visto todo por parte de Frank, éste nos sorprende y sigue usando a su familia como mero trámite para conseguir sus objetivos, que vienen a ser dinero y/o alcohol. El cabeza de familia está centrado en recibir una nueva ayuda económica por parte de un programa de televisión que se centra en niños con enfermedades terminales, y el patriarca no ha dudado en usar a Carl como cabeza de turco, haciéndole creer que padece cáncer. Ese problema ha pasado a la historia en cuestión de segundos, como nos tienen acostumbrados en 'Shameless', ahora Frank está preocupado por desenterrar el cadáver de su tía, por la que sigue recibiendo un subsidio fingiendo que está viva.

En el último capítulo el jardín de los Gallagher se convierte en un campo de minas, todo por encontrar los huesos de la susodicha antes de que lo hagan los obreros que pronto irrumpirán en su terreno. Fiona encuentra los restos de la querida tía de Frank, pero no lo hace en el mejor momento. La casa está patas arriba, una herida de bala en la cocina, una guardería clandestina en el salón o una Debbie pletórica porque ha estado a punto de ahogar a una de sus enemigas del instituto es el escenario con el que se encuentra la protectora del menor. Para colmo, Fiona entra en la casa con un hueso humano en la mano, un panorama que no deja en buen lugar a la familia.

Además Fiona tiene otros problemas que no están vinculados con los Gallagher, se trata de Steve (ahora Jimmy). Una acalorada bronca hace que el joven vuelva a los brazos de su mujer brasileña, un matrimonio de conveniencia que está dando mucho juego en la vida sexual de Steve, ahora que parecía que todo iba bien en la pareja protagonista. La familia de Fiona vuelve a ser la causa de la nueva ruptura.

Ian y Lip, por su parte, continúan con sus respectivos flirteos, mientras que el pelirrojo no se decanta entre el rebelde Mickey y el doctor (y padre de Steve/Jimmy) Lloyd Lishman. Ambos le traerán problemas, por eso la elección es aún más compleja. Respecto a Lip, su relación con Mandy no parece que termine de llenarle, tenerla en casa las 24 horas del día como una garrapata hace estragos en la pareja, algo que trae de cabeza a Fiona.

La gran sorpresa de la temporada está siendo Debbie, sin tener una trama destacada su personaje está evolucionando a pasos agigantados, y la pequeña actriz (Emma Kenney) pone mucho de su parte para hacer esto posible. Además, la nueva amistad con Molly (un niño que ha sido criado como si fuera una chica) es muy atrayente, seguro que el equipo de Paul Abbott sabrá sacar partido a esta nueva historia.

Fuera de la frontera de los Gallagher la vida continúa, y las tramas son tan descabelladas como en la familia protagonista. Veronica y Kev desean tener un hijo de su propia sangre y no se les ha ocurrido otra cosa que inseminar a la madre de V de una manera casera y un tanto precaria, todos sabemos que esto no va a acabar bien. Como la relación de Sheila y Jody, están durando más de lo que esperaba, el joven está obstaculizando a la alocada Sheila, que ha pasado a un segundo plano, gran error, ya que es uno de los personajes más carismáticos de 'Shameless', Joan Cusack es la responsable.

Todavía nos queda por disfrutar la segunda mitad de la temporada, en ella estaría bien que volvieran personajes como Monica o Karen. También es un acierto que en la adaptación estadounidense no hayan recurrido todavía a la incursión de una nueva familia. En Reino Unido no tuvieron más remedio que ampliar la familia Milkovich (entre los que se encuentra Mandy y Mickey), pero en la serie de Showtime parece que habrá Gallagher para rato, y yo que me alegro.

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