La segunda etapa de '
Servant' ha estado marcada por la paciencia que nos han hecho tener a los seguidores de la serie de Apple TV+. La aparición de Leanne se hizo esperar en los primeros episodios, para después tenerla secuestrada en una habitación el resto de la temporada. La ficción de Shyamalan ha cumplido con su
dosis de agonía e inquietud, pero se ha dejado llevar por un humor negro con el que ya experimentó en la primera parte, pero no tanto como en los capítulos de la segunda tanda.
'Servant' se ha ido convirtiendo en una comedia de terror, haciendo que la razón que nos ha llevado hasta esa casa victoriana en pleno Philadelphia se diluya. Dorothy no deja de estar desquiciada, sigue siendo lo mejor de la serie gracias a las caras inimitables de la auténtica Lauren Ambrose. Todo transcurre bajo ese techo que alberga una casa que aúna modernidad con tradición, poseída por una embriagadora cocina, protagonista de cada capítulo, dirigida por el alucinado Sean, que ya no sabe dónde meterse.
El matrimonio se ha mantenido en un constante tira y afloja, poniendo en riesgo la fortaleza de Sean, quién realmente sostiene esa casa. Es él quien consigue que Dorothy no se derrumbe, siempre atento a cada paso de su frágil esposa, sin perder de vista a la niñera que tienen en el ático o a las travesuras de Julian y otras visitas extrañas que no paran de desfilar por la casa.
Los Turner están pasados de rosca y los guionistas de 'Servant' también. Han dado vueltas sobre lo mismo, sin contar prácticamente nada nuevo durante estos diez capítulos, pero manteniendo ese halo de intriga que engrandece a sus personajes y a todo lo que rodea la serie. Ya no importa qué es Jericho o de dónde ha salido, ni siquiera el origen de Leanne, ¿Una secta o un ente sobrenatural? O puede que una mezcla de las dos, aquí todo vale.
El balance de la segunda temporada es positivo, pero dista bastante de lo que nos ofrecieron el primer año, con una trama más sólida y unos personajes dispuestos a sorprender y ser sorprendidos. Le ha faltado intriga y terror, que es lo que en principio caracterizaba a 'Servant', que se ha quedado en una buena serie que sabe reírse de sí misma. Si esto se sigue alargando corren el riesgo de que pensemos que también se están riendo de nosotros.
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