'Patria' demuestra en su final que nadie gana

La desgarradora historia que Fernando Aramburu cuenta en su obra "Patria" ha saltado a la televisión de la mano de HBO España. Ha sido un recorrido duro que a muchos habrá hecho revivir momentos grabados en la memoria, pero también ha servido para acercar parte de la historia de ETA a otros. Los hechos principales de la serie suceden en la década de los 80, época en la que se abrieron muchas heridas y grietas, especialmente en Euskal Herria.

'Patria' no se regodea en el dolor de las víctimas, incluso guarda una pequeña parcela para darnos la ocasión de acercarnos a la otra realidad. No lo podíamos hacer de una manera más verdadera que con dos madres, dos señoras, que rompen todos sus lazos y su amistad por un conflicto que va más allá de lo político. Sino que se lo digan a Bittori, protagonizando el agrio momento que hemos visualizado por lo menos cuatro veces durante la primera temporada de la ficción.

Bittori y Miren son dos personajes que sabía que iban a brillar en pantalla cuando leí el libro, dos mujeres vascas con gran bagaje, el sostén de dos familias que se acaban rompiendo en todos los sentidos. El trabajo de Elena Irureta (Bittori) y Ane Gabarain (Miren) es inmejorable, no se me ocurren nombres mejores para haber dado vida de una forma magistral a las dos protagonistas.

Puede que 'Patria' tenga algún bache durante su temporada, incluso se ha criticado lo tendencioso del relato, algo en lo que, en parte, estoy de acuerdo, y en el libro me pareció todavía más obvio. Sin embargo, la miniserie es dinámica, permitiéndose viajar más despacio en algunos pasajes, para que conozcamos mejor a todos los miembros de las dos familias, sin quedarnos en la superficie.

De hecho, algunas de las sorpresas más gratas de 'Patria' se esconden tras personajes como el de Arantxa. Loreto Mauleón es la actriz que da vida a este personaje sufridor, pero con garra, sacando fuerzas de donde no las hay. Mauleón hace que la frustración de Arantxa traspase la pantalla, su caracterización también es digna de mención, en general todos ellos están muy bien caracterizados en sus diferentes etapas, algunos mejor que otros, he de decir.

Después de tantas tensiones y tanto odio, el reencuentro entre Miren y Bittori no me pareció suficiente en la escena final. No esperaba que mantuvieran una charla y hubiese simplificado la historia si Miren se dignara a pedir perdón a la que fuera su amiga. En cambio, ese abrazo de pasada me pareció forzado. Probablemente haber acabado la serie con ellas fundidas en ese abrazo seco, tanto como ellas, no se puede pedir más, hubiese sido un broche más real.

Entiendo que el carácter de ambas es más bien rudo, sambenito que arrastramos los vascos, aunque obviamente no siempre sea así. Sin embargo, me parece atropellado hacerlo de esa forma, en medio de la plaza en plenas fiestas del pueblo. Todo lo demás me ha parecido sublime, desde los contactos con Joxe Mari en la cárcel hasta las primeras visitas de Bittori al pueblo o al cementerio para hablar con su Txato. Qué real lo hace Irureta.

Es impensable, para mí, una segunda temporada de 'Patria'. No creo que haya más que contar en este círculo de los Lertxundi-Garmendia. Otra opción es convertir la miniserie en una especie de antología de ETA, algo arriesgado y completamente innecesario, al menos bajo el nombre de 'Patria'. Lo que su creador ha querido trasladar ya ha quedado bien contado, otra cosa sería hacer algo desligado de este sobrecogedor relato.

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