(Contiene spoilers de la 4ª temporada)
En la cuarta temporada de '
Orange is the New Black' han pasado muchas cosas. Nuestras reclusas favoritas han protagonizado un manojo de tramas que se han ido uniendo hasta formar una sola historia en los últimos episodios de la última entrega de la serie de Netflix. Además, en los primeros episodios vimos cómo
el número de presas se incrementaba notablemente, algo que probablemente vuelva a ocurrir en la quinta etapa de la ficción.
Pero no nos podemos adelantar a los acontecimientos, sobre todo por la season finale que nos han regalado los guionistas. El drama estaba servido con el triste desenlace de Poussey, uno de los personajes más entrañables y con el que era más fácil empatizar. Siempre mantuvo la sonrisa en su rostro, tomándose la vida con positividad. Lástima que en el capítulo final hayamos tenido que disfrutar del flashback que representa su última noche de libertad, intercalando con imágenes en las que aparece muerta en el suelo de la cocina de la prisión, olvidada y maltratada por los funcionarios.
Con esta metáfora, el equipo de Jenji Kohan ha querido denunciar la situación que se vive en Estados Unidos. Dando a entender que en país americano la vida de un negro vale menos que la de una persona de tez blanca. Lo han hecho muy bien, aunque para eso nos hayan tenido que arrancar un cachito muy importante de la esencia de 'OiTNB', la carismática Poussey Washington.
La trama central se diluye
Esta no es una serie al uso. La gran cantidad de personajes hace que 'OiTNB' se vea obligada a dar a cada uno el espacio que le corresponde, y una hora por episodio debería ser suficiente, aunque a veces no lo parezca. Es cierto que la primera mitad de la cuarta temporada se ha hecho tediosa por momentos, repitiendo la fórmula del año pasado, en la que las reclusas se dedicaban a hablar en sus guetos, sin una trama que destaque especialmente.
No obstante, Alex y Lolly han mantenido con vida la famosa tensión que siempre ha existido en Litchfield. El cadaver que enterraron en el jardín junto a Red y la veterana de mirada asesina ha dado que hablar durante todo este verano. Todos temíamos que Lolly se fuera de la lengua, sobre todo Alex, más asustada que nunca. El desequilibrio mental de Lolly ha salvado al resto de testigos, y la pobre pizpireta ha pagado el pato, terminando en la unidad psiquiátrica. Es un personaje interesante al que espero que sigamos la pista en la siguiente temporada, su pasado ha sido de los más conmovedores.
Además, la historia de Alex y la venganza de Kubra debe continuar. La novia o lo que quieran ser de Piper no tiene la conciencia tranquila tras el destierro de Lolly, e intenta dejar señales a los funcionarios para que averigüen quién es el trabajador que apareció descuartizado en el huerto. Todas esas señales han terminado quemadas, pero no dudo que habrá algún indicio que termine apuntando a Vause.
Vienen, van y vuelven
Como decía antes, en 'Orange is the New Black' hay una amplia gama de personajes, y es complicado poder contar con todos ellos en cada capítulo, es una tontería pretender que ninguno se quede sin trama. Este año Nicky ha regresado con fuerza de la prisión de máxima seguridad, donde también encontramos a Stella, y algún otro guiño a temporadas anteriores, algo que les encanta a los responsables de la serie, y a sus seguidores también, para qué engañarnos.
Por otra parte, Sophia nos ha traído algunas de las secuencias más desgarradoras, consumiéndose en aislamiento. Burset es un personaje insignia de 'OiTNB', por eso debería ocupar más minutos en pantalla en la próxima temporada. Sin olvidar que la cárcel ahora cuenta con un número importante de nazis que puede hacer imposible la existencia de la peluquera.
Otra novedad ha sido la de la famosa Judy King, que ha disfrutado de la prisión como si de un campamento de verano se tratara. Su compañera de habitación ha sido Yoga Jones, que se ha encontrado entre la espada y la pared en muchos aspectos, acostumbrada a su humilde vida, ha visto una gran oportunidad de permitirse algún que otro capricho junto a la celebrity. Hay momentos en los que se les ha ido la mano con la trama de Judy, para mi gusto aburrida y sin saber sacar jugo a la presencia de un personaje, y una actriz, de tal calibre.
Piper lleva años cediendo protagonismo, al final va a aparecer menos que la pareja de drogadictas. Algo similar pasa con Red, aunque la presencia de la rusa siempre llena la pantalla, algo que no ocurre con Piper, que se ha vuelto a hacer pequeñita en la cárcel. Puede que la traición de la chica hawaiana o su acercamiento a las nazis haya sido interesante, pero tampoco ha dado para mucho. No obstante, agradezco que hayan aparcado el tema de la venta de bragas, ya olía.
Uniendo fuerzas
Lo más bonito del final de la cuarta temporada es la forma en la que las presas se revelan y hacen piña. No es fácil llegar a un consenso para las chicas, los grupos cada vez están más divididos y son más pequeños, pero la espontaneidad hace que se levanten contra los funcionarios abusones que trabajan ahora en Litchfield. Todo termina con Daya, pistola en mano, apuntando a uno de los guardias más repulsivos, después de Piscatella. Esto no puede terminar bien.
Aleida fuera de la cárcel, la hija metida en un lío del que va a ser complicado salir, Lorna sigue viviendo en su mundo paralelo de color de rosa, Pensatucky cada vez más humana, y Crazy Eyes sigue siendo nuestra Crazy Eyes, aunque me extraña que todavía no haya ingresado en el mismo psiquiátrico que Lolly, lo suyo va a más.
El próximo verano, Caputo se enfrentará a nuevos problemas en Litchfield, el más importante es el motín. Por supuesto, después de la trágica muerte de Poussey. Fundido en naranja.