(Contiene spoilers)
La segunda temporada de ‘
Killing Eve’ empezó al nivel de la primera, y se puede decir que termina dejando a la serie en lo alto, haciendo que el espectador se muera por ver la continuación del argumento principal. Sin embargo,
el nudo de esta tanda de capítulos ha sido bastante irregular, con tramas que no aportaban realmente nada a lo verdaderamente importante en la ficción: el tira y afloja entre Eve y Villanelle.
Por lo general, las personas que vemos ‘Killing Eve’, a las que nos entusiasmó la primera temporada, esperamos algo más que una serie de acción y persecuciones. Lo que de verdad pesa en la serie es la relación entre las dos protagonistas, y las escenas que las unen, aunque no compartan la misma secuencia, pero este juego del gato y el ratón entre las dos se me antoja emocionante. Además, a juzgar por el final de temporada, el año que viene van a apostar por ello de nuevo, al menos en el inicio de los nuevos capítulos.
La evolución de Eve está convirtiendo a la detective en una persona fría y sangrienta. Esto es una de las cosas que más me apasionan de ‘Killing Eve’, que las dos mujeres protagonistas se complementan y se van transformando la una en la otra. En el caso de Villanelle no es tan evidente, pero en las últimas escenas la vemos mucho más sensible que en el comienzo de la serie, le empieza a importar alguien que no sea ella misma, y hasta tiene cierta nostalgia de Konstantin, en un papel mucho más prescindible esta temporada.
Todo lo que tenga que ver con ellas dos me encanta, aunque haya momentos en los que espero más y me pueden llegar a decepcionar, pero es mucho mejor esa pequeña decepción que perderme en tramas y personajes que no me interesan en absoluto. Ese puede ser el error de ‘Killing Eve’, que alargando la serie durante más de ocho capítulos se ven obligados a poner el foco en otros temas que no casan tan bien con la audiencia como las protagonistas. Ver a Eve en una crisis matrimonial lo puedo entender como un proceso inevitable dentro de la serie, y ni siquiera me molesta Niko Polastri. En cambio, que Eve se vea empujada a acostarse con su compañero de trabajo o que Villanelle esté metida hasta dentro en una misión de lo que queda del MI5 no me termina de convencer.
Por el contra, me sigue fascinando la facilidad de la serie para trasladarse de un punto a otro de Europa. Paseamos entre los canales de Ámsterdam al comienzo de la temporada, y terminamos entre ruinas romanas con la última pelea “mortal” entre Eve y Villanelle. La agente yace en el suelo, pero no hace falta ser un lince para saber que sobrevivirá de esta, sin ella no tendría sentido una tercera temporada en la que la búsqueda de Villanelle y la consecuente venganza jugarán un papel esencial.
Ya son como un matrimonio mal avenido, sacado totalmente de contexto. La violencia entre ellas es algo ya natural, no se entiende su relación sin sangre de por medio. Una de las escenas finales nos muestra a Polastri, hacha en mano, acabando con la vida de un hombre por salvar a su némesis. El gore está ganando terreno en ‘Killing Eve’, y los guionistas lo introducen de manera muy natural, como el avance de la relación de las protagonistas. A Villanelle le toca huir de nuevo, mientras Eve se recupera para ganar fuerzas e ir tras ella. De ser así, me da miedo que esto se convierta en un bucle que no consigue escapar de sí mismo. Confío en que la tercera temporada esté a la altura de la primera, por un reseteo digno.