'In the Flesh' T2: zombis sin reglas

Los responsables de 'In the Flesh' han cometido un grave error estirando la segunda parte de la serie, es más, me atrevería a decir que no han estado acertados emitiendo una segunda temporada de lo que fue una miniserie brillante. El año pasado solo tenía palabras positivas para la ficción de la BBC, pero ahora no consigo encontrar ninguna.

'In the Flesh' puso sobre la mesa nuevas formas de tratar la temática zombi en televisión, humanizando a esos seres y creando tramas interesantes a su alrededor. La convivencia entre 'pútridos' (así los llaman los más conservadores) y humanos es digna de análisis y en la primera temporada nos plantearon una sociedad ficticia que no se aleja mucho de lo que vivimos hoy en día, cambiando a los zombis por cualquier minoría social, o cualquier persona que se salga de lo marcado por el mundo global. Yo al menos disfruté de 'In the Flesh' como si de una crítica a la sociedad se tratara.

Esta vez no he conseguido disfrutar de la serie de ninguna de las maneras, ni siquiera como mero entretenimiento, ya que muchos de los nuevos personajes han sido un chasco, y los que ya conocíamos se han ido desinflando a un ritmo vertiginoso. Por ejemplo, Kieren, el protagonista, continúa con su cara de empanao, haciendo pensar a la audiencia que tal vez sea por exigencias del guion, algo que no excusa el aburrimiento al que nos ha sometido durante seis largos episodios. Tampoco he llegado a comprender la actitud de su hermana, Jem ha pasado de odiar todo lo relacionado con los zombis a defender a su hermano por encima de todo; más tarde, en la etapa final, la hemos vuelto a ver uniéndose al bando que está en contra de los pútridos, una bipolar en potencia.

Por suerte Amy ha ganado protagonismo en esta temporada, se ha convertido en el personaje más divertido y coherente de 'In the Flesh', y en las escenas finales ha hecho que la atención hacia lo que pasa en la serie se vuelva a disparar. Una pena que el final deje una puerta abierta a una muy probable tercera temporada, encima puede que no haya servido de nada el disgusto que nos hemos llevado por la pérdida de Amy.

Amy ha ayudado a introducir una de las novedades esta temporada, él es Simon, un zombi que no ha dudado en ser infiel a la angelical amiga de Kieren. No entiendo qué nos han querido revelar con la repentina historia de amor entre Simon y Kieren, me ha resultado un tanto forzada y no llega a la mitad de lo que supuso la relación que Kieren mantuvo la temporada pasada. No obstante, es de agradecer que introduzcan con naturalidad las tramas homosexuales, como debe ser.

Otra novedad ha sido la de Maxine Martin, la soporífera política apuntaba maneras como villana, pero su juego sucio no ha tenido sentido en ningún momento, su objetivo era acabar con el primer zombi de la hornada, una tarea estúpida que ni siquiera ha sabido llevar a cabo. Su perpetua presencia en la segunda temporada no ha servido para nada, porque después de aburrir durante seis episodios es tan inútil como personaje que cae sobre su propio peso en dos minutos, dejando claro que está pirada.

A mi parecer, 'In the Flesh' ha ido improvisando sobre la marcha. Sin ir más lejos, no entiendo por qué Simon queda como un héroe cuando salva a Kieren, si es un zombi no hay riesgo de que muera por un tiro, así que no le ha salvado de nada, la bala que ha soportado Simon la podría haber aguantado también el protagonista. Tampoco dan razones para que algunos mueran de un disparo y otros no lo hagan; y parece que las dudas se amplían ahora que Amy empezaba a convertirse en humana, o al menos el corazón le latía y sentía hambre en algunas ocasiones.

No sé cuantas temporadas de este tipo habrá que aguantar para resolver estas dudas, pero en mi caso pienso que ha sido suficiente con lo que nos han ofrecido este año para dar carpetazo a 'In the Flesh' y quedarme con la redonda primera temporada. Fue una miniserie excelente.

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