La serie de la FOX ha dado por terminada su primera temporada, con el respaldo del público y de la crítica en general. No hay duda de que la frescura y las buenas versiones de la serie-musical han influido a la hora de proclamarla para muchos como la serie revelación de la temporada, y con ya contratadas otras dos temporadas más.
El final de la serie lo definiría más como emotivo que como emocionante, ya que le ha faltado una chispa de intriga, en definitiva, que yo quería un cliffhanger y me he quedado con las ganas, aunque no por eso voy a quitar mérito a las actuaciones y tramas que tuvieron lugar en el último capítulo de la primera etapa de Glee.
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Hay varias escenas o momentos que me sorprendieron de la season finale, y la más grata sorpresa fue descubrir que Sue Silvester no es tan mala como ella quiere mostrar; la entrenadora tiene su corazoncito y lo demostró votando por New Directions en las Regionales, algo que me conmovió (y seguro que no sólo a mi). De todas formas, no dudo en que la próxima temporada Sue seguirá siendo la tocapelotas de siempre, y seguirá haciendo la vida imposible al profesor Schuster y a su grupo de pringados, porque si no fuera así no sería lo mismo.
La pena es que New Directions no se alzó con el premio, y los repelentes de Vocal Adrenaline fueron los vencedores del torneo, con un Jessie St. James cada vez más insoportable, aunque espero que el año que viene vuelva a salir en varios capítulos para descolocar la mente y el corazón de la peculiar Rachel Berry. Eso es lo bueno de Glee, que hasta los personajes secundarios que (algunos) deberían ser odiosos me gustan y los veo necesarios, incluso la auténtica Olivia Newton-John tiene su gracia haciendo de sí misma (o de una caricatura de sí misma).
Aún así, hay que ser sincero, y no es oro todo lo que reluce, ya que Will Schuster en ocasiones cansa y saca de quicio con su buen rollito y su rol de amigo de mis alumnos, aunque si no fuera así quizás la serie perdería también parte de la gracia, así que mejor lo dejamos tal y como está.
Dejando la escuela y el Glee Club a un lado, otra de las tramas que ha tenido protagonismo en este final ha sido el parto de Quinn, que desde mi punto de vista es el personaje que más ha evolucionado. Aunque lo mejor de todo es que haya dado al bebé en adopción y que la propia madre de Rachel haya sido quien lo acoja, algo que era más que evidente, porque Shelby quería formar una familia, ¿y qué mejor forma de y momento de hacerlo? Además la niña se llamará Beth, como quería el padre biológico, Puck.
En este sentido, la relación más bonita de la serie la he descubierto en este capítulo, y no hablo de Rachel y Finn o de Santana y Brittany (con intervenciones cada vez más tronchantes, sobre todo la rubia-tonta), sino de Quinn y Mercedes, que por lo visto han comenzado una amistad sincera y extraña donde las haya, pero que a mi personalmente me gusta.
En general, el final nos ha dejado con ganas de más, pero en el parón realizado a mitad de temporada me quedé con mejor sabor de boca, aunque eso no quita para que espere ansioso a septiembre para saber lo que nos deparará la próxima entrega con nuevas historias y personajes.
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