‘Fuller House’ crea su propio sello distanciándose de la original

La primera parte de la última temporada de ‘Madres Forzosas’ ya ha sido estrenada en Netflix. Los nueve capítulos que componen esta tanda se han centrado en mostrarnos la faceta como madre primeriza de Stephanie, la petición de matrimonio entre D.J. y Steve, y las locuras que nunca cesan de Kimmy y Fernando.

Además, algunos de los protagonistas se han lanzado al mundo empresarial, abriendo una tienda de sándwiches en San Francisco. Este acto de emprendizaje ha abierto un nuevo escenario para dar lugar a otras situaciones divertidas que no desentonan con el resto de tramas de la sitcom.

‘Fuller House’ es una comedia fácil de ver, abanderada por un humor sin pretensiones, con la marca de “serie familiar”, pero sin descuidar algunos toques de ironía que dan madurez al spin-off de la serie de los 90. Tras casi cinco temporadas, han sabido coger el punto de cada personaje, ya vuelan solos, sin la necesidad de rescatar a los que fueron protagonistas de ‘Padres Forzosos’, que a veces entorpecen la evolución de las tramas, en vez de apoyarlas y hacer que sean más digeribles.

Esto se ha notado en la primera mitad de la última tanda, en la que apenas han aparecido los tres protagonistas de ‘Full House’. Sin embargo, siguen visitando la casa de los Tanner otros personajes que se han convertido en “secundarios indispensables", como es el caso de Matt, Gia o Rocki.

Si en la temporada anterior Ramona ya formaba parte del club de fiesteras que inauguraron las protagonistas, esta vez han incluido a Gia, enemiga eterna de D.J, y un Fernando que se apunta a todo. Ahora que D.J y Steve tienen una relación seria, Matt ha encontrado consuelo en Gia, y se han casado, algo que produce cierta envidia, que no celos, en la protagonista, que está deseando que su novio le pida matrimonio. Es algo que podría hacer ella misma, pero en algunos asuntos se han quedado anclados en los ochenta.

Stephanie y Kimmy son más modernas que su compañera de fatigas, aunque ‘Fuller House’ no deja de tener ramalazos que huelen a naftalina, puede que incluso sea parte de su esencia, ya que el objetivo es emular la mítica serie de los noventa, con algunos toques vanguardistas. Steph está encantada en su papel de madre, aunque le cuesta tomar decisiones y no quiere depender de su hermana mayor, una pesada perfeccionista que se mete en todo. Algo que me ha gustado de esta temporada es que D.J ha sabido reírse de sí misma, incluso de su voz de pito, de esta forma ha ganado puntos y no se ve tan encorsetada.

El surrealismo de las tramas de Fernando y Kimmy continúan aportando el punto bizarro que ‘Fuller House’ necesita, sin ellos no sería lo mismo. Es más, sin esta esperpéntica pareja la sitcom no se diferenciaría apenas de otras series del estilo. En esta línea sigue el mediano de los hijos de D.J, el listillo de Max. Un niño prodigio que tiene todas las papeletas para convertirse en el repelente de la familia, y con esto también han empezado a jugar a su favor los guionistas, convirtiéndolo en un odioso entrañable.

Creo que ‘Madres Forzosas’ está creciendo con el paso de las temporadas, ha encontrado el equilibrio perfecto entre protagonistas y secundarios. Asimismo, no pierde la esencia vintage bañada por una capa de modernidad que se vislumbra en sus tramas, tocando a veces temas sociales, aunque prefieren hacerlo en la superficie, centrándose en otros asuntos más banales. También me llama la atención que hayan apartado la moraleja semanal que impartían en ‘Padres Forzosos’, la dosis de drama lacrimógeno que tenía lugar en cada capítulo ha sido reducida, o directamente eliminada. Es tarde para decirlo, pero larga vida a los Tanner-Fuller.

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