(Contiene spoilers)
Con la tercera temporada de ‘
Élite’ se cierra una etapa importante para la serie, el inicio de una nueva era o, mejor dicho,
el final de la ficción como la conocíamos hasta ahora. Cada uno de los protagonistas ha tenido su propio final, su despedida particular. Y los últimos ocho capítulos se han centrado en la muerte de uno de los personajes más odiados: Polo.
Polo tocó fondo en las dos primeras temporadas, no le quedaba otra que ir mejorando, a su manera. Se ha ido redimiendo, ha convertido su sangrienta despedida en un arrepentimiento, doblegándose ante las presiones de su entorno, excepto el de sus madres, o al menos una de ellas, más dura todavía que su hijo, con escasos escrúpulos y con el egoísmo por bandera. Sin embargo, dentro de ‘Élite’ puede pasar desapercibida, porque son muchos los personajes que no miran más allá de su ombligo.
En este sentido, el desenlace me ha parecido totalmente incoherente, apoyándose los unos a los otros, tapando sus mentiras y uniéndose en algo tan frívolo como la muerte de un “amigo”, estando incluso su novia entre los testigos. Tal vez por eso ‘Élite’ haya sido coherente, valga la redundancia, si hasta ahora se ha comportado como una serie mamarracha en la que nada tenía sentido, ¿por qué buscarlo en el final?
El equipo que escribe las historias de este grupo de niñatos ha estado a la altura en todo momento, con sus más y sus menos, pero siempre tenían algo con lo que destacar. Tramas inverosímiles, personajes de caricatura y un entorno de plástico, al fin y al cabo, es el sello de ‘Élite’, y han logrado enganchar al público, muchos jóvenes y otros no tanto, con historias excéntricas.
Otra cosa que ha estado a la altura han sido los fichajes, casi más chirriantes que los actores titulares. No me explico qué pintaba el tal Yeray en todo esto, porque al menos Malik nos ha regalado una rocambolesca trama con Omar y Nadia como protagonistas, haciendo que tambalee la relación entre Ander y su chico. Carla ha estado eclipsada por el resto de compañeros, probablemente por culpa de la pereza que daba verla en pantalla con ese chico nuevo que podría hacerse pasar por el hermano de su padre, con gorra o sin ella.
Otro sinsentido es la repentina amistad entre Nadia y Lu, la pija ególatra termina su andadura en ‘Élite’ alejada de su adinerada familia, desterrada, para ser acogida por nada mas y nada menos que la familia de fruteros a la que detesta. Es tan increíble como maravilloso. Su historia con Valerio también termina en una simple anécdota, ríete tú de ‘Los Serrano’.
Lo que no me ha convencido ha sido el final, la última escena. Para todo lo que ha sido la serie me esperaba algo impactante, pero nos dejan con Cayetana fregando el suelo de Las Encinas, que vale que no acepte el dinero de las madres de Polo para ir a una Universidad de alto nivel, pero yo creo que podía haber encontrado un punto intermedio, u otro sitio en el que trabajar mocho en mano.
Me he reído mucho con las tres temporadas de ‘Élite’, y todavía están por venir otras dos más con una generación nueva. Lo van a tener difícil para superar el listón salvaje de Guzmán y compañía, pero seguro que los guionistas no se cortan a la hora de volver a mezclar sexo, sangre y reggaetón.