'Black Mirror', crudo retrato del ser humano

Una vez vistos los tres capítulos de 'Black Mirror' uno no sabe qué pensar, ¿es verdad que la realidad supera a la ficción? ¿Es posible terminar en una sociedad como la que se retrata en la miniserie? ¿Ya vivimos en un entorno similar y muchos no nos hemos percatado de ello? Si hay una serie que nos haga reflexionar esa es la británica 'Black Mirror', una obra magnífica dividida en tres episodios independientes, pero con un mismo punto de unión, la esclavitud del ser humano frente a las redes sociales y la tecnología.

A mi parecer, la primera parte de la miniserie es la más impactante, en este caso se juega con la integridad y la imagen de un político reconocido y prestigioso. Unos rebeldes deciden gastar una broma de mal gusto y arriesgada al político en cuestión, haciendo ver que tienen a la Princesa secuestrada y le piden a cambio algo surrealista y de mal gusto que no todos estarían dispuestos a hacer, y menos todavía en público y con las redes sociales en auge.

Una vez visto el primer capítulo parece que 'Black Mirror' no se puede superar, pero a medida que avanzan los episodios la crudeza aumenta hasta límites insospechados, siempre mostrando en primer plano la degradación del ser humano y su subordinación hacia las redes sociales. Aunque en el segundo tramo de la ficción no solo se centran en las nuevas tecnologías y su difusión, van más allá.

Concretamente nos muestran como un grupo de personas vive en una especie de cárcel (con tintes de 'Gran Hermano' mezclado con la academia de 'Operación Triunfo') y para poder subsistir necesitan acumular puntos que ganan practicando deporte, gracias a ello pueden comer, dormir, jugar, elegir qué ver en la televisión... Pero lo más curioso no es eso, sino el entorno en el que viven los protagonistas de la historia, rodeados de tecnología punta y futurista, las paredes de sus habitaciones son pantallas de televisión, e incluso a la hora de cepillarse los dientes o simplemente girar el pomo de la puerta lo hacen a través de estímulos que detecta la propia tecnología. Realmente da miedo.

La historia llega a su mejor momento en la recta final del capítulo, cuando vemos que pese a vivir en un mundo 'loco' sigue siendo probable hacer locuras por amor, valga la redundancia. Muy buena la recreación de los reality-shows en la trama, aunque hubiera reducido el tiempo de duración del capítulo, se hace más tedioso que el resto.

Y por último, el final de esta peculiar saga llega de la mano de un chip con forma de grano de café que se inserta detrás de la oreja (quirúrgicamente) y a través de él podemos almacenar toda nuestra vida. Todo lo que ven nuestros ojos y escuchan nuestros oídos son grabado por el pequeño grano. En esta sociedad inventada por 'Black Mirror' el que no almacena sus recuerdos es raro y no forma parte del juego.

Lo macabro llega en el instante en el que vemos como un matrimonio mantiene relaciones sexuales recordando otro momento en el que están llevando a cabo el mismo acto. También sorprende hasta donde puede llegar el ser humano en un arrebato de celos, y como no, da qué pensar, porque seguramente no sea necesario vivir en una sociedad en la que almacenamos todos nuestros recuerdos y podemos rebobinar, paralizar o borrar toda la información cuando queramos.

Si comparamos 'Black Mirror' con el mundo actual en el que vivimos seguramente encontremos muchas diferencias, pero también podemos ver similitudes aterradoras, ¿hacia dónde se dirige esta sociedad? La cadena británica Channel 4 ha dado en el clavo con esta producción y con esta visión particular y original de las personas.

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