'Big Mouth' sigue estirando el chicle con acierto

Lo que empezó como una comedia de dibujos animados para adultos, llena de referencias sexuales y con un regusto chabacano, se ha ido convirtiendo en una de las apuestas más consolidadas de Netflix. 'Big Mouth' ha concluido su cuarta temporada reforzando sus tramas y con unos personajes que, definitivamente, han encontrado su sitio, desde los protagonistas hasta los secundarios.

'Big Mouth' se ha convertido en una serie coral en la que no hay tabúes en lo referente al sexo. Lo sórdido está a la orden del día en esta comedia que saca los colores hasta a los más salidos. Este grupo de adolescentes tiene las hormonas disparadas, están conociendo sus cuerpos, sus apetencias sexuales y sus vergonzantes "primeras veces". Nick Kroll (creador y protagonista) y compañía están haciendo las cosas muy bien, han demostrado que son de los mejores en lo suyo.

Ha sido genial la idea de centrar los primeros episodios en los meses de verano. No solo por reencontrarnos con estampas agradables y soleadas en pleno diciembre, sino también para mostrarnos a los protagonistas en un entorno nuevo y "virgen". Nick y Andrew comenzaron la temporada enfrentados tras su discusión por aquel beso con Missy del que ya nadie se acuerda, allí lo pasaron realmente mal, sobre todo Nick, ninguneado, burlándose todos de nuevo de su pene enano.

En el campamento de verano conocemos a una nueva amiga de Jessy, Natalie. La joven es el primer personaje transexual que nos presentan en 'Big Mouth' con una trama principal. Lástima que Natalie no continúe tras la etapa veraniega, reducida a tres episodios. La chica pasa de estar en la habitación de los chavales a rodearse de otras niñas que comparten confidencias como su primera regla, algo que desubica por completo a Natalie y nos muestra una realidad con la que no todas las comedias se atreven.

Y hablando de menstruaciones, la de Jessi fue de lo más tronchante para los espectadores, no tanto para ella. La pobre está deseosa por ir al lago con sus compañeras, pero jamás ha usado un tampón. Como todo en la serie de Netflix, presenciamos de un modo muy gráfico el método que usa Jessi para introducirse el tampón, por no hablar de cómo acaba la compresa en el lago.

A la vuelta del campamento las cosas no mejoran, ya que Jess se muda a Nueva York con su madre, separándose así de sus amigos y descubriendo un mundo nuevo en el que tal vez no encaja tan bien como podía intuir. En una excursión a la Gran Manzana, Nick aprovecha para acercarse de nuevo a ella, pero se encuentra con una Jessi muy diferente, incluso la monstrua que comparten empieza a interceder en la pareja, algo que termina con la dimisión de Connie, que deja a Nick completamente desangelado.

Algo que no me ha gustado en absoluto de esta temporada ha sido la insistencia de colarnos con calzador a Nick Star, el alter ego del protagonista. Todo comenzó con un simpático y entretenido episodio en el que Nick tiene una especie de visión del futuro en el que aparecen todos sus compañeros, siendo él el más exitoso y popular de todos, ya en edad adulta y trabajando como estrella de la televisión.

En ese año 2052 ocurren muchas cosas que podrían haberse quedado en un especial acertado. En cambio, los guionistas han decidido seguir con la broma de Nick Star y, para colmo, nos vuelven a meter en la vida del chaval al fantasma de Duke Ellington, ¡¿por qué nos hacen esto?!

En general me quedo con la primera mitad de la temporada, sobre todo con la etapa del campamento, aunque a su vuelta también pasaron cosas interesantes. El personaje revelación ha sido sin lugar a dudas el mosquito de la ansiedad, nuevo elemento que llega para perturbar, más todavía, a los protagonistas. Pero si me tengo que quedar con un momento "tierra trágame", "cómo habéis podido llegar a esto", "no dejáis de hacer que estos chicos caigan bajo", se lo lleva la escena de Matthew en el funeral de su abuelo, cascándosela frente a su cadáver.

Que no se me olvide mencionar la relación de Jay y Lola, otra de las sorpresas agradables de la temporada. 'Big Mouth' sabe exprimir bien a sus personajes, aunque tal vez se les haya ido un poco de las manos Missy, algo perdida este año, que realmente está buscando su identidad, pero sin mucho atino. Bastante mejor le ha ido a Matthew, que ahora podemos empatizar algo con él, por fin le vemos sufrir por amor, sin sarcasmos, sin caretas, con la oposición de su madre y el apoyo del siempre infalible Monstruo de las Hormonas Maurice y compañía.

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