La tercera temporada de ‘
Better Things’ volverá a pasar desapercibida para el gran público, pero sigo pensando que es
una de las mejores comedias en la actualidad. Pamela Adlon produce, dirige y protagoniza esta serie que en su tercera etapa ha girado más hacia el drama, mostrando diferentes situaciones cotidianas de una madre soltera con tres hijas de diferentes edades, que debe lidiar con todo tipo de obstáculos, pero siempre sale reforzada poniéndole un toque de humor a cada problema que se le presenta en la vida.
Las hijas de Sam han tenido más protagonismo que nunca, convirtiendo ‘Better Things’ en una comedia familiar, pero no en la típica comedia familiar. La temporada comenzó con el ingreso de Max en la Universidad, a la que entró de la mano de su madre, que siempre las apoya en todo, de manera incondicional. La sorpresa fue que Max regresó a casa poco después de empezar la carrera, abandonando sus estudios, de los que se ha cansado, como parece que pasa con todo en el entorno de la protagonista, lleno de gente inquieta y con ganas de cambios constantes.
Max no iba a ser menos, y a Sam le cuesta asimilar que su hija vuelve a Los Angeles después de haberse esforzado tanto por comenzar la carrera que creía que quería hacer. Duke, la pequeña de las hermanas, también ha pasado por una fase que roza la depresión, es muy madura para su edad, y le da demasiadas vueltas a todo, especialmente en esta temporada a la muerte. Tanto es así que nos regala una de las escenas más desagradables de la temporada, comiéndose en un sándwich las cenizas de su abuelo. Duke podría convertirse fácilmente en una psicópata, lo confuso es que no deja de ser adorable en cada cosa que hace.
Y por último está Frankie, ausente en casi toda la temporada, hasta llegar a la recta final. La hija más independiente de Sam está cansada de que no cuenten con ella, o de sentirse la oveja negra de la familia, algo en lo que no estoy de acuerdo, pero parece que está empeñada en llamar la atención con pataletas constantes y problemas del primer mundo. Me angustia que se acabe la temporada sin saber qué le ocurre realmente, y Sam es la primera intrigada, ella hace lo que sea por sus hijas, sin llegar a presionarlas, porque si algo ofrece y reclama Sam, es la libertad.
Parece que la protagonista no quiere repetir los errores de su madre, cada vez más senil. Phyllis aparece poco en ‘Better Things’, pero cuando lo hace llena la pantalla, siempre tiene algún comentario puntilloso que provoca las risas del espectador, y las de su querida nieta Duke, que adora a su abuela y no soporta que en ocasiones Sam la trate con desdén.
‘Better Things’ es una serie feminista, no solo porque los personajes principales sean mujeres, también hay sitio para los hombres en la vida de Sam, pero siempre enfocados desde el prisma de ella, que para algo es la protagonista. Su hermano, su mejor amigo o el psicólogo que se ha convertido en su último ligue, son algunos de los hombres que han ocupado su vida en esta última temporada. Sin embargo, lo más feminista de la serie son sus diálogos, sin tapujos, sin esconderse en eufemismos, sin suavizar las expresiones en las conversaciones entre las chicas protagonistas.
Me quedo con las reuniones de Sam y sus amigas, como aquella en la que el marido de la anfitriona estropea la velada en la que se lo estaban pasando pipa, hablando de temas poco trascendentes, pero con una naturalidad que se echa de menos en otras ficciones. ‘Better Things’ es atrevida, una serie independiente que mientras transcurre el episodio parece que no está ocurriendo nada, pero una vez terminado te das cuenta de la magnitud de sus situaciones, conversaciones y los grandes momentos que quedan grabados en nuestras retinas.