Hace unas horas, el corazón me ha dado un vuelco que ríete tú de los saltos de Lydia Lozano en ¡Mira quién salta! El motivo de semejante acrobacia cardíaca no ha sido otro que la bomba publicada este mediodía en la que se asegura que Telecinco planea aplazar la nueva edición de Supervivientes para -atención-, recuperar Gran Hermano VIP. Semejante notición, comparable al de las tarjetas black de Bankia o al de que Mayte Zaldívar se ha apuntado a clases de inglés y teatro en el trullo, me ha hecho recordar esas dos ediciones que vivimos allá por la década pasada y no he podido sino enumerar estos 6 motivos por los que creo que Gran Hermano VIP debería volver a la parrilla de Telecinco.
Ojo: puede haber algún que otro spoiler de la 'Homeland', 'Mujeres desesperadas', 'Sexo en Nueva York' o 'True blood'.
Si hay algo que me jode cuando estoy viendo una serie (además de que algún otro ser humano intente establecer contacto con mi persona, que en ese momento está claramente haciendo algo más importante que intercambiar opiniones con otros miembros de su misma especie) es cogerle ojeriza a alguno de sus personajes. A modo de ejercicio terapéutico, hoy comparto con vosotros -amados lectores- mi top 5 de personajes femeninos cargantes, irritantes, insufribles y, en definitiva, pesadas, de las series de televisión.
Gran Hermano 15 se enfrentará mañana a la expulsión más trascendental en lo que va de concurso. Dos de los tres protagonistas sobre cuyas cabezas han girado las tramas más interesantes de esta edición están nominados, y se expulse a quien se expulse la vida en la casa va a dar un giro. De más o menos grados, pero giro al fin y al cabo.
Os seré sinceros: no tengo claro a quién hay que echar. Desde el jueves he estado debatiéndome entre diversas opciones y decantándome por uno u otro, pero tras multitud de discusiones internas -al estilo de las de Raquel Mosquera en la ventana de la López Ibor- he decidido exponer aquí los pros y contras de la expulsión de cada uno de ellos para que me ayudéis a dirimir, oh preclaros lectores, la duda sobre quién debe abandonar mañana la casa.
Sala de reuniones de la redacción de informativos de una cadena de televisión nacional. Interior. Día.
- A ver, vamos a ir rapiditos para decidir los temas para esta noche que no tenemos toda la tarde. Además, hoy nos acortan la duración del telenoticias por el amistoso de La Roja con Ziguiristán, que...
- Uzbekistán
- ¿Eh?
- Que digo, jefe, que La Roja juega contra Uzbekistán.
- ¿Y qué he dicho yo, Martínez? No me toques los cojones, que estoy de los de deportes y vuestras peticiones de más tiempo en informativos hasta aquí. A ver, Jumilla, ¿cómo está el tema de la enfermera con ébola? ¿Has podido hablar con ella ya?
**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las tres primeras temporadas de 'American Horror Story'. No lo leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.
Lo peor que le puede pasar a una serie de televisión, como a muchas otras cosas de esta vida, es pasar desapercibida, ser mediocre, ser tan anodina que a nadie le vaya a provocar ni pena ni alegría que sea cancelada de forma repentina. Seguro que recordaréis con indignación el momento en que dieron carpetazo a vuestra serie favorita o con alegría cuando decidieron poner punto final a esa bazofia audiovisual que no había por donde cogerla. ¿Somos conscientes de que hay un montón de series que se han estrenado, emitido -incluso durante varias temporadas- y cancelado y cuya existencia desconocemos absolutamente? Eso, al menos, no es lo que le pasará a American Horror Story.
En los lejanos años noventa, las series se veían de manera muy diferente a como lo hacemos ahora. Solían llegar con varios meses (sino años) de retraso, sin ningún tipo de orden y sujetas a la perversa contraprogramación, reprogramación y extenuante reposición de las recién nacidas cadenas privadas, que no querían perder ni una décima de share. En aquella época, desconocíamos lo que eran las temporadas -los episodios se numeraban de forma correlativa-, no habíamos visto nunca un teaser y no estábamos pendientes de los upfronts porque, entre otras cosas, no teníamos ni idea de qué narices era eso.
El 22 de septiembre de 1994 se emitía por primera vez en la NBC la mejor sitcom de la historia. Y aunque no llegaría a España hasta más de tres años después -el 27 de noviembre de 1997, de la mano de Canal+-, somos legión las personas que en este país nos consideramos fans acérrimos de Friends.
Gran Hermano 15 volvió anoche por la puerta grande. Un 22,4% de la audiencia que veía la tele ese momento fuimos testigos de la presentación de los concursantes mientras empezábamos a hacer conjeturas sobre sus caracteres, las relaciones que establecerán y las estrategias por las que optarán durante su paso por la casa. Y como del análisis pormenorizado del concurso ya se encargará mi compañero Miguel Frigenti, lo que voy a hacer yo es, así, a bote pronto, analizar las posibilidades que tiene cada concursante de ganar GH15. Tras la final, recuperaré este análisis y pondré en ridículo mi nula capacidad de predicción. Vamos allá, pues.
No sé si sois conscientes de que quedan sólo dos días (¡dos!) para que empiece la nueva edición de Gran Hermano. Yo sí, y estoy que no quepo en mí mismo de las ganas de que vuelvan a abrirse las puertas de la casa de Guadalix para recibir a ese puñado de concursantes a los que pondremos alegremente a parir durante un largo número de semanas. Gran Hermano es lo mejor que le ha pasado a la tele desde las Cacao Maravillao y por su casa ha pasado un abanico de personajes que ríete tú de los pacientes de la López Ibor, pero yo todavía echo en falta algunos perfiles de concursantes que aún no hemos visto en GH. Concretamente, 7:
**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las cuatro primeras temporadas de 'Downton Abbey'. No lo leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.
Mis amigos dicen que soy una persona rara a la hora de ver series. Una de mis manías es no empezar a ver una temporada hasta que haya terminado ya en su país de origen y tenga todos sus episodios cómoda y ordenadamente descargados en mi disco duro multimedia. Eso me hace arriesgarme a comerme spoilers a cholón (algo que estoy intentando evitar como buenamente puedo con la temporada final de True Blood, por ejemplo, que se empeña en no dejarse descargar todo lo correctamente que mis exigencias de fan requieren) pero, oye, que lo llevo bien.
En mi reciente periodo de asueto vacacional -que mis neuronas demandaban más largo pero que el convenio del lugar donde trabajo es el que estima pertinente- he tenido tiempo de hacer cosas que durante el año, a causa del trajín diario, quedan aparcadas cual abuelo en una residencia en verano. Una de ellas ha sido ver la tele hasta tarde; esto es: más allá de las 23:30 de la noche. Como señor mayor que empiezo a ser (en novembre me caen 31, lo que significa que la senectud llama a mi puerta), cuando se acerca la medianoche empiezo a cabecear y mi trabajo me cuesta seguir atento al programa o serie que esté viendo en ese momento. Eso si el programa es bueno, si no, soy capaz de quedarme frito en el sofá a las once de la noche. Y, amigos, eso es triste.
1. Que hemos vivido fantásticamente bien durante este mes sin políticos
2. Que sólo falta mi vecina, la del segundo primera, por hacer el Ice bucket challenge
3. Que Gran Hermano 15 está (por fin) a punto de empezar
4. Que Ex, ¿qué harías por tus hijos? emitió todos sus programas aunque a la gente dejó de interesarle a la media hora de empezar
5. Que si me cruzo con algún miembro de la familia Pujol por la calle debo asegurarme de que no me roba la cartera
Amigos, ya no hay vuelta atrás: es 31 de julio, media España estamos metiendo bañadores, chanclas, pareos y aftersun en la maleta. Dentro de esa media España en la que yo me encuentro ahora mismo están también los programadores de televisión que, aunque muchos piensen lo contrario, son humanos con derechos y no malvados espectros que sólo viven para meter interminables bloques de publicidad durante nuestro programa favorito. ¿Cuál es la consecuencia del asueto vacacional de estos sujetos? Sí, amigos. La temida programación veraniega.