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'The Crown': la serie que parece para señoras, pero no

Martes 17 de Enero de 2017 15:05
 

'The Crown': la serie que parece para señoras, pero no

Bow down, bitches

Llevo una señora dentro. Esto es así. Bajo mi (ehem) lozano aspecto de treintañero chispeante habita una mujer de unos setenta años, de esas que saben doblarte una sábana bajera sin que parezca un gurruño de harapos, de esas que te preguntan si te has quedado con hambre porque no les cuesta nada freírte un huevo, de esas que se cruzan la bata antes de poner a parir a la Engracia, de esas que dicen que les gusta leer el ¡Hola! pero que con lo que de verdad disfrutan es con el Pronto. Yo le tengo mucho cariño a esa señora que llevo dentro, a quien vamos a llamar Eduvigis.

Eduvigis, la pobre, estaba en un sinvivir desde que terminó Downton Abbey. Chica, con lo que le gustan a ella los dramas regios de la aristocracia británica y van y le dan carpetazo a su serie favorita. Mi Eduvigis buscó cómo mitigar el síndrome de abstinencia de los Crawley y probó con todo: que si Puente Viejo, que si Velvet, que si pedirle al nieto que le baje Gran Hotel porque como sale la Conchita Velasco seguro que la serie es apañada… Pero nada, oye, que ahí seguía el mono.

Hasta que llegó Netflix -dios bendiga a Netflix- y en su infinita sapiencia decidió parir una de las mejores series de 2016: The Crown. No os podéis imaginar qué saltos de alegría pegaba Eduvigis en mi interior ante la perspectiva de seis temporadas (¡seis!) de repaso pormenorizado a la figura de la reina de Inglaterra. Vamos, que sobre el papel The Crown pintaba como un Hormigas Blancas pero con lujo palaciego y muchísimo más presupuesto.

Evidentemente, The Crown es mucho más de lo que se esperaba Eduvigis. Su factura impecable, sus interpretaciones deslumbrantes, sus guiones exquisitos, su fotografía espectacular y su dirección precisa han elevado a la serie más cara de la historia al olimpo de la televisión. En apenas tres meses desde que apareciese en Netflix, The Crown ha tenido tiempo de meterse en el bolsillo al público, a la crítica y a dos Globos de Oro. Así, como quien no quiere la cosa.

Si hay algo que me ha cautivado de The Crown es cómo ha logrado que yo empatice con seres tan lejanos a mí como la familia real británica. Y conseguir eso con un republicano convencido es todo un mérito, os lo aseguro. The Crown no se limita sólo a repasar los logros y triunfos del reinado de Isabel II para mayor gloria de la soberana británica, sino que se las ingenia para enseñarnos a la muchacha a quien colocan debajo de esa corona, a la persona insegura que debe lidiar con hombres de Estado, a la revolucionaria que tuvo que romper cadenas y derribar tópicos para conseguir callar bocas.

Sí, revolucionaria. Tranquilos, yo tampoco creí que jamás calificaría a Isabel II de ‘revolucionaria’. Pero la maestría de los guiones y la impecable interpretación de Claire Foy son los únicos responsables de que haya abandonado mi vocación guillotinera y mis prejuicios para mirar más allá y ver qué hay detrás de ese témpano de hielo que hoy tiene 90 años. Bajo esa coraza hubo un día una tía que, con su coño moreno, fue poco a poco abandonando el papel de mujer sumisa que la sociedad de la época le imponía para convertirse en una soberana con poder y decisión.

Sinceramente, no sé con qué quedarme de esta primera temporada de The Crown. No sé si hacerlo con la evolución de su matrimonio con el Duque de Edimburgo (quien debe estar dando palmas con las orejas en Buckingham Palace después de haber visto esta primera temporada, dicho sea de paso), con el durísimo trago que supone para ella anteponer su cargo a su familia -sí, os estoy librando de spoilers-, con su relación con el primer ministro Winston Churchill (por favor, que le den todos los premios del mundo a John Lithgow) o con todo junto y combinado.

Siempre he dicho que no hay nadie como los ingleses para contarnos la gloria de sus épocas pretéritas. A diferencia de otras series en las continente eclipsa al contenido, bajo el fabuloso envoltorio de The Crown yace una pequeña joya que merece la pena disfrutar en todas sus dimensiones. Si todavía no lo habéis hecho, no lo dudéis ni un segundo y dadle caña al binge-watching con The Crown. La Eduvigis que todos tenemos dentro os estará inmensamente agradecida.

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