**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las dos primeras temporadas de 'The Newsroom'. No la leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.
Hubo una época en la que yo, como Maggie Jordan, entré a trabajar a la redacción de un informativo como becario. En esa época, la crisis no existía, Zapatero acababa de ser investido presidente, faltaban unas pocas semanas para que comenzase el GH de Nicky y la Legionaria, Miley Cyrus tenía 12 años y todavía formaban parte de las Sugababes dos de sus tres integrantes originales. Hace diez años, yo estaba a punto de entrar a trabajar en el área de Economía de los informativos de TV3 y en mis sueños (profesionalmente) húmedos me veía, con 50 años, convertido en lo que hoy son Will McAvoy o Mackenzie McHale. Y quizá es por eso por lo que me gusta tanto de The Newsroom.
Vaya por delante que no puedo ser imparcial con esta serie, aunque debo confesar que empecé a verla con un cierto resquemor: a pesar de ser periodista (y haber querido serlo desde que no levantaba cuatro palmos del suelo), nunca me han interesado las series ambientadas que giran en torno a lo que hoy es mi oficio. No, señores, a diferencia de muchos de mis compañeros de clase en la facultad, yo no vi ni un episodio de Periodistas. Sin embargo, que Jeff Daniels protagonizase The Newsroom y que Aaron Sorkin, artífice de la magnífica El Ala Oeste de la Casa Blanca, firmase la serie, me convencieron a dejar de lado mis prejuicios y zambullirme en ella.
Lo que me encontré, tras verme el piloto con la misma avidez con la que un diabético devora con los ojos una tarta de chocolate, fue con la representación idílica de una redacción de informativos en la que todos hacen prevalecer su espíritu crítico y su deontología profesional ante todo, donde los temas se abordan en profundidad y con ganas y no con la desidia habitual del que ya lleva años puteado por la profesión, donde los jefes pelean con uñas y dientes para proteger a su equipo y ofrecer al mundo la verdad de los hechos, aquella que no está prostituida por los intereses económicos, políticos o empresariales. Y quizá fue por esa representación un tanto utópica por lo que tanto me gusta The Newsroom: para ver historias de compañeros amargados por una situación profesional que les tiene estancados en la eterna reescritura de notas de prensa o censurados por unos jefecillos que prefieren mantener su parcelita de poder a informar al ciudadano para convertirlo en un individuo crítico, me basta con mis colegas que trabajan en medios de comunicación.
El periodismo, su ejercicio y los límites con los que se encuentra siempre que el vil metal entra en escena no son una mera excusa, son una parte fundamental en el transcurso de los episodios. Todo esto se hilvana con (como no podía ser de otra manera) las historias personales de los personajes que integran la redacción de News Night. Y ahí es donde la serie, desde mi punto de vista, flaquea. Nos hemos tirado dos temporadas con el toma y daca de Will y Mackenzie y la infidelidad de ésta cuando ambos eran pareja allá por el pleistoceno. Estos cuernos han estado presentes siempre que se producía un intercambio dialéctico entre ambos y justificaba muchas (quizá demasiadas) de las reacciones de ambos personajes cuando su día a día les sometía a un tour de force que les dejaba más aturdidos que un pulpo en un garaje.
Pero la historia de Mackenzie y Will (que habrá que ver cómo continúa después del final de la segunda temporada) no ha sido la única: el triángulo amoroso entre Maggie, Jim y Don lleva coleando desde el piloto y cansa más que matar un burro a pellizcos lo que, sumado a los contoneos de Sloan entre información y información del Dow Jones hacen que, al menos a mí, las movidas personales de los personajes de The Newsroom no me interesen en absoluto.
Es cuando entran en juego el tratamiento informativo de la actualidad, las corruptelas del grupo empresarial dueño de la ACN (con su magistral Jane Fonda al frente y con el enorme Sam Waterston como enlace entre el mundo de los negocios y el de las noticias) que la serie gana enteros. Que The Newsroom esté ambientada en un pasado cercano es, quizá, uno de sus mayores aciertos: contextualiza las tramas con sucesos de actualidad lo suficientemente recientes como para que aún los recordemos (el vertido de petróleo en el Golfo de México o la iniciativa Occupy Wall Street) y nos dé esa soberbia intelectual de saber cómo va a acabar todo cuando ellos todavía están descubriendo de qué se trata.
Aún así, me va a dar pena que la serie termine con la próxima temporada. Por un lado aplaudo que le den carpetazo antes de que pierda calidad a pasos agigantados (did anyone say 'Homeland'?) o de que se convierta en una parodia de sí misma, cosa que sólo series como True Blood (que de tan descerebrada que es ahora mola incluso más que cuando descubrimos a Antonia Gavilán de Logroño) pueden soportar.
Veremos cómo termina la serie, y si su final significa también el cierre de News Night... porque la verdad, la situación sentimental de sus protagonistas es lo que menos me inquieta. Y es por eso por lo que, quizá, si en lugar de en una redacción de informativos esta serie estuviese ambientada en una ferretería, no me habría interesado lo más mínimo.
Y además...
Mis series favoritas (VI): 'Friends'
Mis series favoritas (V): 'Downton Abbey'
Mis series favoritas (IV): 'Orange is the new black'
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