**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las tres temporadas de 'Homeland'. No la leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.
Debo reconocer que he dudado mucho sobre si incluir o no a Homeland en mi lista de series favoritas.Al menos, después de haber visto su despropósito de tercera temporada. Hace unos meses, cuando terminé de ver la segunda temporada, consideré su season finale como un punto y aparte comparable al flashforward de Mujeres desesperadas al final de su cuarta temporada. La bomba que estalló en el funeral del vicepresidente Walden y acabó cargándose a medio elenco fue algo más que un sorprendente incidente; fue un reseteo de la serie a nivel global con el vídeo que se grabó Brody antes de su no-atentado como hilo conductor para justificar la huída del ex-marine y, en consecuencia, la continuidad de la serie.
En su primera temporada, Homeland se descubrió como un thriller con un sólido arco argumental que prometía emociones a cholón: un marine rescatado tras ocho años de cautiverio en Irak resultaba ser un infiltrado del archienemigo de Estados Unidos, Abu Nazir, una especie de Bin Laden perverso que tenía al país que inventó los frapuccinos en jaque. El problema es que eso sólo lo sabía una agente de la CIA con transtorno bipolar, quien luchará a brazo partido por demostrar que tiene razón y que el heroico sargento Brody es, en realidad, un terrorista de padre y muy señor mío que pretende atentar contra los Estados Unidos.
A una bien construida y coherente primera temporada con una tensión que fue in crescendo hasta explotar a la vez que la propia Carrie cuando Estes desmantela el panel de pistas sobre Abu Nazir que había montado en su casa, le siguió una segunda temporada en la que los giros, los cliffhangers, los descubrimientos y la intención de epatar constantemente fueron las características principales. Es decir, que de ser un thriller apasionante pasó a convertirse en una sucesión de revelaciones y sucesos clave al más puro estilo Lost que a mí, sinceramente, me parecieron precipitados.
Precipitados y poco creíbles, porque toda la historia de la captura de Abu Nazir en aquella fábrica ya olía a cuerno quemado desde el principio: ¿el enemigo público número uno de los Estados Unidos está en el país y se mueve tan ricamente? ¿El tío se oculta en una fábrica en el medio de la nada durante varios días y nadie se da cuenta de ello? ¿Una colaboradora de la CIA (que no agente, ojo, que la expulsaron de la agencia cuando le dio un Rosa Benito a finales de la primera temporada) organizando y gestionando un grupo de fuerzas especiales del FBI? ¿La misma colaboradora ordenando que retomen la búsqueda cuando no tiene autoridad alguna mostrando una insubordinación que en otros ámbitos sería intolerable? Pero, oye, es Homeland, y como la serie es la hostia nos olvidamos de que nos hace comulgar con ruedas de molino. Esa es la grandeza de esta serie (al menos, repito, hasta la segunda temporada): que por mucho que se sucedan los acontecimientos más inverosímiles, los giros más inesperados y las revelaciones más sospechosas, está tan bien interpretada, dirigida e hilvanada que te lo crees todo como si fuese dogma de fe.
Pero, ah amigo, luego llegó la tercera temporada y con ella el obligado reseteo del que hablaba yo antes. El arco argumental que había vehiculado las dos anteriores ya había concluido, y había que buscar algo que diese sentido a 12 nuevos episodios. La huida de Brody (de quien hasta bien entrada la temporada no descubrimos que fue capturado en Latinoamérica y confinado en un edificio de Caracas a medio construir en el que le convierten en un yonki de la heroína) y una CIA desmembrada en la que Saul es el director en funciones y Carrie (de nuevo) uno de sus máximos activos son el punto de partida de esta errática temporada.
Y digo errática porque parece que los guiones hayan sido escritos sobre la marcha, sin planificación alguna: la subtrama de Dana, que parece que va a tener mucho peso en la temporada, se diluye episodio tras episodio tras acabar con ella cambiándose el apellido y trabajando de camarera de pisos en un motel desvencijado. Por no hablar, claro, de la despedida a la francesa de la mujer y el otro hijo de Brody, que de repente dejan de aparecer y de ser citados en los créditos iniciales. Otra que aparece y desaparece como el Guadiana es Fara, la agente iraní de la CIA que de repente es vital para la investigación y de quien a los pocos minutos todo el mundo se olvida. Pero lo que más me fascina de la tercera temporada de Homeland es cómo Brody consigue desengancharse de la heroína y volver a ser un fornido marine que se infliltra en Irán en sólo unas pocas semanas. Ya quisiera Lindsay Lohan, oye.
¿Hay algo que se salve de esta tercera temporada? Sí, y precisamente es lo que le da sentido: toda la trama en la que Saul apuesta por convertir a Javadi en un agente de la CIA infiltrado en el servicio de inteligencia iraní ha sido lo que me ha devuelto a la Homeland genuina, al thriller de espionaje que tanto me cautivó en la primera temporada.
Aunque rodeada de subtramas inverosímiles y alguna que otra situación absurda, Homeland ha conseguido in extremis salvar la papeleta en esta tercera temporada, pero ni de lejos ha estado a la altura que los fans de la serie exigíamos. Ahora, con Carrie cargando sobre sus espaldas todo el peso argumental de la serie, Homeland afronta una (por otro lado innecesaria) cuarta temporada que puede convertirse en el cierre digno a una serie que debió haber terminado en su segunda temporada o en el mayor disparate de la ficción televisiva. Habrá que esperar, por eso, hasta otoño.
Y además:
Mis series favoritas (VI): 'Friends'
Mis series favoritas (V): 'Downton Abbey'
Mis series favoritas (IV): 'Orange is the new black'
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