"Y es que la MTV transmite uno de los mayores ideales de la adolescenta americana: en esta vida no es necesario ser trabajadora, inteligente, independiente y resuelta; no, en esta vida todo lo que importa es ser rubia, no bajarse de los tacones y chuparla bien. Y si te quedas preñada, tranquila, que ya te hacemos un reality en el que mostrar tus desgracias. Que viva la MTV". Esto escribía yo en el antiguo Teuvemix el 21 de septiembre de 2011, cuando no cabía en mí de gozo ante la llegada de la MTV en abierto a nuestra TDT.
Hace una semana, cuando saltó la noticia de que la MTV nos abandona, tuiteé esto presa del dolor y la desesperación. Y la verdad es que no es para menos, porque en unas pocas semanas estaremos diciendo adiós a perlas de la tele contemporánea como Alaska y Mario, Ya no estoy gordo, MTV Tunning, Parental control, Vergüenza ajena o (¡ay!) todos los Jersey Shore, Geordie Shore, The Valleys, Snooki & Jwoww y demás docurealities de veinteañeros retrasados mentales que tanto nos levantan la moral cuando nos sentimos unos inútiles.
Lastrada por sus incontables reposiciones, su baja tasa de producción propia y empatada con Nueve en el bottom five de canales de la TDT, la permanencia de la MTV en abierto era más improbable que encontrar un libro en el plató de Mujeres y hombres y viceversa. Aunque previsible (tener un share medio del 0,6% no augura nada bueno a tu futuro como cadena de televisión), la retirada de la MTV de la TDT en abierto deja un gran vacío en los que amamos la cultura pop estadounidense de consumo rápido y despiporre postadolescente.
Dejando de lado los realities y las mañanas musicales de la MTV (porque sí, las mañanas de los findes ponen videoclips en la MTV, flípalo, amiga), lo que yo más echaré de menos será sentarme en el sofá con una bolsaca de patatas fritas y unas cuantas cervezas para disfrutar de las entregas de premios más esperpénticas de la tele, fundamentalmente los EMA y los VMA. Que quedarse hasta las tantas para ver los Oscar está muy bien, pero el glamú de Hollywood no es comparable a la posibilidad de ver a Miley Cyrus refrotando la ardilla contra el paquete de Robin Thicke, ser testigo de un nuevo festival de gallos perpetrado por Katy Perry, presenciar la próxima mamarrachada de Lady Gaga o asistir a un nuevo arrebato de ego de Kanye West. A partir de ahora nos tocará volver al streaming chungo, al pixelado, al que se corta que cada vez que tu pareja conecta el wifi de su móvil para cualquier cosa mucho menos interesante que ver una gala de la MTV.
Pero quien sí debe darle las gracias a la MTV (y varias veces al día, además) es Mario Vaquerizo. El marido de Alaska era un ser más o menos random para el mainstream patrio a pesar de liderar el grupo choni-glam-travesti-pop Nancys Rubias desde 2004. Sin embargo, fue de la mano del reality que la MTV les montó a medida que Mario Vaquerizo ha ocupado el espacio que le correspondía dentro del estrellato pop de España mientras Alaska, quizá ya harta de ser la diva permanentemente retratada desde hace 35 tacos, se retiraba a un segundo plano cediéndole todo el protagonismo a su histriónico marido. Las tres temporadas de Alaska y Mario nos han dejado momentos tan memorables como las clases de inglés del intérprete de Supertravesti, las alocadas reuniones de amigas de la maripandi de este curioso matrimonio, las intermitentes apariciones de la momia mexicana que Alaska tiene por madre o las reprimendas que la diva le dedica a Mario por tener menos luces que un pretendiente de Quién quiere casarse con mi hijo.
Sin embargo, lo que mi pequeño corazoncito de felpa echará más de menos es a Gandía Shore. La versión española de Jersey Shore (que, sin ser mejor que la descacharrante Geordie Shore, le ha dado veinte patadas a los guidos y las guidettes de Nueva Jersey) ha retratado desde dentro y sin remilgos el mundo choni de España, ese en el que los pelos fritos, los músculos hipertrofiados, los maquillajes imposibles y la nula capacidad de poner dos ideas en la misma frase son sus rasgos distintivos. Sí, tenemos a Mujeres y hombres y viceversa, pero con cuatro citas mal contadas no llegábamos a percibir en su totalidad lo que significa el mundo choni: necesitábamos sumergirnos en ellos, vivir con ellos. En Gandía Shore lo hicimos, y es cuando están sueltos en su hábitat que estos elementos nos mostraron lo chungos que pueden llegar a ser. Desde Gandía Shore, estoy seguro que todos vemos un Labrador en el primer garrulo que cruza el barrio en su coche tuneado o una Ylenia en la primera choni a la que tienes miedo de pedirle fuego por si resulta tener la noche girada y te estampa el cubata en la cabeza.
Con la marcha de la MTV (y su sustitución por Real Madrid TV, la guinda del pastel para un socio del Barça como yo) perdemos un importantísimo referente de la cultura pop global que ahora deberemos sustituir con los docurealities de subastas que tanto me gustan, con las reposiciones sin fin de Aída o La que se avecina en FDF o con el bucle infinito de programas de cupcakes y vestidos de novia que es Divinity. Adiós, MTV.
Necesitas ser usuario registrado de FormulaTV.com para comentar en este blog. Conéctate o haz clic aquí para registrarte