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Mis series favoritas (II): 'Fringe'

Miércoles 29 de Enero de 2014 17:19
 

Mis series favoritas (II): 'Fringe'

**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las cinco temporadas de 'Fringe'. No la leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.

Decir que Fringe es el Expediente X del siglo XXI sería ser demasiado reduccionista y no hacerle justicia a esta gran serie. Porque sí, Fringe es una gran serie a pesar de los constantes altibajos a los que ha estado sometida, para angustia y desesperación de sus seguidores, que siempre hemos tenido pavor a una cancelación prematura que nos dejase con el culo al aire y más dudas que un mono frente a un ordenador.

Fringe comenzó como un torpedo, con un episodio piloto que ya desde la primera secuencia enganchaba al espectador y le hacía querer saber más de ese mundo desconocido al que, como la agente Olivia Dunham, nos asomábamos por primera vez. La primera temporada fue un magistral compendio de episodios autoconclusivos en los que el atípico equipo formado por Olivia, Walter y Peter Bishop (apoyados siempre en la poco reivindicada figura de Astrid, la agente del FBI que más bien parece una eterna becaria) investigaban los casos más extraños y misteriosos al tiempo que empezaban a hacer incursiones en lo que se llamó El patrón, en los tejemanejes de Massive Dynamics y en la propia mente del doctor Walter Bishop. Esa primera temporada terminó con Olivia viajando por primera vez al otro lado y pudiéndose entrevistar con William Bell, dejándonos grabado en la memoria uno de los mejores cliffhangers que se recuerdan, con esas Torres Gemelas que no habían sido derribadas.

Este giro de guión fue desarrollándose tremendamente bien en las siguientes temporadas: el juego entre los dos universos y las versiones alternativas de cada uno de los personajes era interesante hasta decir basta, especialmente gracias a los trabajos interpretativos de Anna Torv (Olivia) y John Noble (Walter), que supieron retratar dos versiones de un mismo personaje de manera muy meritoria. Sabíamos que en el universo alternativo estaban hasta los cojones de nuestro universo en general y de Walter Bishop en particular, ya que él era el responsable de que el universo alternativo se estuviese colapsando y tuviesen que ponerle remiendos con el perturbador ámbar que lo sellaba todo. No era una batalla entre equipos, divisiones o agencias, era una batalla entre universos en la que el villano principal era Walternativo (qué mal suena en español), el malvado Secretario de Defensa de EE.UU.

Pero cuando Peter se metió en la máquina biónica esa, siendo él borrado de la línia temporal (su línea temporal) y creando el puente entre los dos mundos, la cosa empezó a despiporrarse. Si la cuarta temporada ya tenía momentos en los que parecía que los guionistas habían perdido el oremus, con su season finale y el arranque de la quinta todos pudimos constatar que la serie se había convertido en un disparate post-apocalíptico en el que todo lo que molaba de ella (los dos universos, el papel de Peter como equilibrador de fuerzas, etc.) se había desvanecido como la pequeña Judy Winslow en Cosas de casa para dar paso a un futuro extraño dominado por los no menos extraños Observadores.

La quinta temporada arrancó de una manera muy irregular, y parecía de todo menos Fringe. Con Etta muerta a manos de los observadores, Walter y Astrid en busca de las cintas VHS (¿quién coño graba cintas en VHS en 2015 y cómo es posible que en 2036 tengan un reproductor de vídeo analógico cuando ya en 2014 es una odisea encontrarlo?), Olivia perdida en su dolor y en su tiempo y Peter convirtiéndose en un Observador tras injertarse a la brava el cacharro biónico que le extirparon a uno de esos inquietantes calvos, Fringe empezaba su quinta y última temporada siendo sólo un reflejo de lo que fue en su día. Y os voy a explicar por qué.

La serie, en sus cuatro primeras temporadas, había seguido una evolución lógica (todo lo lógica que puede resultar una serie en la que se plantea la existencia de múltiples universos) en la que, de la mano de la agente Dunham, fuimos descubriendo todo el universo Fringe hasta el puñetero flashforward del episodio Letters of transit que nos llevó a esa especie de Mad Max lleno de calvos maléficos que es la quinta temporada. ¿Deberían haber liquidado la serie en su cuarta temporada dándole un cierre digno que ni siquiera contemplase el dislate actual? A priori yo creía que sí.

Pero los caminos del Señor son inescrutables, y milagrosamente el tramo final de la quinta temporada logró arreglar y dar sentido al confuso y descolocador arranque que tuvo la última tanda de capítulos al dejarnos para el recuerdo la figura imborrable de Walter Bishop: un hombre que llegó hasta donde nadie ha llegado para salvar a su hijo, como también hicieron Peter y Olivia para recuperar a Etta o Septiembre/Donald para proteger a su vástago. La emotiva despedida de Walter a Astrid ("es un nombre muy bonito") con la vaca Gene como testigo de excepción o la última incursión de Olivia en el otro lado gracias a cuatro chutes de cortexiphan dan sentido (aunque por los pelos) a la quinta temporada y justifican una gran serie en la que, a pesar de lo inmenso de su temática, las emociones de sus personajes acabaron convirtiéndose en las principales protagonistas.

Y además...

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