¿Que lo supere, decís? ¿Que lo supere? ¡Pero cómo tenéis la desfachatez de pedirme eso! ¿Cómo osáis ser tan superficiales para decirme que me olvide de que Barei no consiguió sumar más de 77 míseros puntos? Llevamos ya varias semanas desde la victoria de Jamala (una de las menos exitosas post-festival, dicho sea de paso) y las sombras de la duda no dejan de planear sobre RTVE. Más concretamente, sobre la coronilla de Federico Llano.
Esta época, la post eurovisiva, suele ser de depresión máxima para el eurofan medio. Se acabaron las fiestas, las apuestas, los rumores, las conjeturas y el cancaneo el intercambio de impresiones eurofans a nivel internacional. Este año, en cambio, ha habido algo que ha permanecido: el eurodrama. Si echamos la vista atrás, veremos que el eurodrama patrio de este año arrancó hace muchos, muchos meses. Pero quizá el hecho que más hizo que nos acojonásemos todos -especialmente después de haber llegado al top 10 de las casas de apuestas- fue que Barei cambiase de coreógrafos a sólo un mes del festival.
Desde entonces, las cosas se han ido torciendo con una facilidad pasmosa hasta culminar, en principio, en el batacazo que supuso quedar en 22ª posición. ¿Puede España volver a ganar Eurovisión después de casi cincuenta años? ¿Debe RTVE anunciar que se retira del festival? ¿Por qué llevamos más fracasos que éxitos en las dos últimas décadas? A los titulares habituales (ya los vivimos después del 21º puesto de Edurne el año pasado) se le sumó este año algo a lo que no estábamos acostumbrados: los euroleaks. Lejos de arrojar luz al tema, evidencian lo que ya hace muchos años que sospechamos: RTVE no quiere ganar Eurovisión.
El sexto puesto de David Civera en 2001 ha sido la mejor posición que hemos logrado en el siglo XXI. Tras él han llegado el séptimo puesto de Rosa, el octavo de Beth -luego volveremos a Beth- y los décimos de Ramón, Pastora Soler y Ruth Lorenzo. Y ya. El resto es un marasmo de vigésimos puestos entre los que sólo asoman la cabeza Daniel Diges y Rodolfo Chikilicuatre. ¿Por qué? ¿Realmente somos tan chapuzas, tan cutres, tan poco internacionales o tan poco televisivos que vamos a Eurovisión en chancletas mientras otros se ponen de punta en blanco?
Los eurofans tienen claro su objetivo: Federico Llano. Él es el subdirector de Coproducciones y Festivales de TVE, y entre sus funciones está la de ser el jefe de la delegación española en Eurovisión... desde 2002. Es decir, desde el año de Rosa. Obviando las tres primeras ediciones de OT, el resto de preselecciones nacionales se han caracterizado por un cutrerío de magnitudes colosales: ¿recordáis el año de Soraya, cuando la gala tuvo lugar en un teatro de barrio (el Casino L'Aliança del Poblenou, para los de Barcelona)? ¿O el intento de emular el Melodi, pero a lo barato, con Misión Eurovisión? ¿Y qué me decís del año de John Cobra? ¿O aquel que presentó Rafaella Carrà? ¿Y el inenarrable sonido y realización de la gala de este año?
Todo esto para decir que no hace falta ser la persona más perspicaz del mundo para ver que a RTVE le da un palo máximo ponerse a pensar en Eurovisión. OK, lo entiendo, pero, ¿por qué? ¿Qué oscuro motivo lleva a la televisión pública de un país que tiene producciones audiovisuales de primer orden a hacer cosas como esta? Anabel Conde, que quedó segunda en 1995 con Vuelve conmigo y a quien TVE baneó de por vida, ha afirmado recientemente que está segura de que TVE no quiere ganar Eurovisión:
"No tengo ninguna duda. Se pusieron bastante nerviosos cuando vieron que podía ganar el Festival, es más, la primera fue acusada de plagio. Se dice que llegaron a un acuerdo los ganadores y el grupo belga, del que se supone que era la canción, pero TVE tampoco movió un dedo... cada uno puede pensar lo que quiera. Solo hay que ver las preselecciones que hace TVE para darse cuenta del poco interés que tienen por el festival", asegura Anabel en una entrevista a ESCtrevistas. En relación a la preselección en la que participó en 2010, afirma que "en una de las comidas, que eran dos bocadillos duros, fui a coger un refresco y me dijeron que ya había cogido un agua y no podía coger otra cosa. Es vergonzoso, sí. Me da vergüenza ajena pero ahora quiero contarlo por si esto puede ayudar a que no pase nunca más".
Y la razón que parece explicar todo esto es muy fácil: el vil metal. Pastora Soler ya lo dijo muy claro en 2012: "TVE me ha pedido que no gane Eurovisión por el gasto que supone organizar el Festival". Está claro que veían en ella a una potencial ganadora, pero suerte tuvieron de Loreen. Suerte tuvieron también con Beth, a quien los nervios y los coros criminales hundieron nuestra única posibilidad de victoria en varias décadas. Y si a Ruth Lorenzo le hubiesen dejado, ese año habríamos quedado muy por encima de ese décimo puesto que logramos.
Podríamos decir que volveremos a ganar Eurovisión cuando TVE pueda permitírselo. Pero al paso que vamos, ya podemos acostumbrarnos a los palos en las ruedas, a las realizaciones chapuceras, al menosprecio generalizado y a la vagancia más absoluta. Tenemos eurodrama para muchos, muchos años.
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