El otro día, mientras tomaba la decisión de ver Pesadilla en la cocina en lugar de optar por ByB (que me daba y me sigue dando una pereza extrema) o Velvet (que aunque tenga la pinta de ser una telenovela de aúpa me la guardo para verla online en una tarde de resaca, que es cuando se digieren mejor los folletines amorosos), no pude evitar pensar en que este 2014 ha empezado bastante fuerte en cuanto a batallas televisivas se refiere: primero los bailes, ahora las series... las cadenas siguen estando empeñadas en triunfar en los audímetros a costa de joder a la competencia aunque a veces les salga mal la estrategia.
Decía mi colega Borja Terán en su blog Telediaria que Xavier Sardà "veía en su mesa de Crónicas Marcianas todo lo que estaba emitiendo la competencia para ir a publicidad en el mejor momento", que José Luis Moreno "sacaba a escena a sus infalibles Pepa y Avelino cuando veía que Salsa Rosa estaba en anuncios" o que María Teresa Campos "montaba y desmontaba secciones observando los contenidos de su rival". Sin embargo, estos casos tan personalistas suelen ser anecdóticos en el panorama televisivo, ya que los responsables de que la audiencia tenga que esperar hasta bien entradas las 22:30 de la noche para ver su serie porque el árbitro del partido de Champions ha añadido cinco minutos de descuento no son otros que los directivos de las cadenas.
El ejemplo de la Champions League es, quizá, el más revelador. Ningún programador anoche, en su sano juicio, habría decidido arrancar su prime time durante los minutos finales de un partido que ya se veía venir que retendría a un buen puñado de millones de espectadores ante la tele. ¿Cuál fue la táctica? Pues la de siempre: tirar de anuncios o de avances extraños hasta que el colegiado de turno pite el final del partido y, entonces, dar el pistoletazo de salida a su serie o programa estrella.
Para muestra, un botón: anoche, El Príncipe anotó un 27,4% de share empezando justo después de que terminase el Manchester City-Barça. De haber obviado a la feroz competencia, el share medio del episodio de anoche habría bajado sustancialmente, no ya por la gente que se perdería el arranque al coincidir con el fútbol, sino por los que pasarían de ver el resto del capítulo al pillarlo ya empezado. ¿Y qué pasa si no se trata de una serie y, en cambio, es un programa en directo?
Pues para todo hay truqui, queridos amiguitos. Y en este caso es más obvio que el deseo de desnudarse de Sergi de QQCCMH: arrancar el programa cuando está previsto que empiece, cortar la emisión a la brava cuando termina la competencia (normalmente metiendo una cortinilla de salida) y empalmando con otra cortinilla de entrada que, en la práctica, convierte el programa en dos programas. Así, el primer programa suele anotar un 10 o 12% mientras que el segundo, donde se encuentra ya la chicha, oscila en su 18 o 20 habitual. Esto, por ejemplo, se solía hacer en las galas de Gran Hermano.
Otra de las batallas que se libran en los pasillos de las cadenas de televisión es la contraprogramación, o la que mi vecina del quinto define como "esa puta manía de ponerme dos programas que me gustan el mismo día". La última estrategia de este calibre que hemos visto fue el lunes, cuando Antena 3 decidió, a ultimérrima hora, intentar minimizar el impacto del estreno de ByB con Velvet. Aunque las dos series se parecen lo que un huevo a una castaña, Antena 3 estaba convencida de que la calidad de su producto haría que se llevara el gato de las audiencias al agua, algo en lo que no se equivocó.
¿A qué se deben estas estrategias? Pues muy sencillo, a la pura competencia de dos empresas privadas que no quieren perder su porción del mercado. Porque sí, aunque a veces lo olvidemos -yo el primero-, las cadenas de televisión son empresas que aspiran, básicamente, a ganar mucho dinero. Esto explicaría la casi emisión a traición de la serie de Miguel Ángel Silvestre el lunes contra la de Belén Rueda por parte de una Antena 3 cabreada con Telecinco por cuando su eterna rival estrenó La Voz Kids el mismo día que Tu cara me suena, reventando así los datos que el programa de Gestmusic conseguía cada semana.
Y tampoco deja de ser curioso que Telecinco vaya a machacar un programa de Gestmusic después de que esta productora se llevara de vuelta Mira quién baila a TVE con posterioridad a que Telecinco manifestase su interés en recuperar el formato después de que Antena 3 anunciase el estreno de ¡A bailar! ¿Os duele la cabeza con este baile de nombres, productoras, formatos y datos? Tranquilos, es normal.
Lo que está claro al final de todo esto es que la guerra de las teles se libra en los despachos de las cadenas, donde los generales desarrollan su estrategia para machacar al adversario, y que la parrilla televisiva es el campo de batalla en el que sus soldaditos se dan de hostias hasta desaparecer. Y como en todas las guerras, quien acaba pringando más es el pobre espectador (lo que vendrían siendo las víctimas colaterales), que tiene que resignarse y hacer malabarismos para ver sus programas favoritos. Suerte que ahora tenemos internet y plataformas de vídeo online, oye.
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