Ni de la demolición de Can Vies, ni del éxito arrollador de Podemos, ni de la dimisión de Rubalcaba. Desde el lunes por la mañana, España solo habla de la abdicación de Juan Carlos I y de su decisión de quitarse la corona de encima para endilgársela a su hijo Felipe y que así se coma él el marrón. Y aunque no voy a entrar en explicar las consecuencias que conlleva la abdicación del sobrino de Leandro de Borbón porque ya las ha analizado hasta la hoja parroquial, sí que voy a hacerles un favor a los señores de protocolo del Palacio de la Zarzuela y les voy a dar unas cuantas ideas para hacer de la coronación de Felipe VI algo que merezca la pena ver por la tele.
Porque, amigos, seamos sinceros: ¿hay algo que a priori produzca más pereza que una ceremonia de proclamación de un nuevo rey? Antes de responder con fervor monárquico, tened en cuenta que ni estamos en Poniente, ni esto es Juego de Tronos ni la coronación tendrá lugar en el Gran Septo de Baelor. Por no haber, puede que ni siquiera haya derramamiento de sangre (ya ves tú lo aburridos que somos). Lo que sí se prevé que haya son dos actos: en el primero, que tendrá lugar en el Palacio Real, el abuelo de Frolián sancionará la ley de su propia abdicación que se habrá aprobado previamente en el Congreso y el Senado (ese lugar en el que un grupo de señores aburridos hacen ver que trabajan) y que convertirá a Felipe de Borbón en rey de todas las Españas. El segundo será al día siguiente en el Congreso, cuando tendrá lugar el acto de proclamación por sí mismo con sus discursos y sus cosas protocolarias. Visto así es un coñazo de narices, ¿a que sí?
Si yo fuese el responsable de organizar todo este tinglado de sucesión monárquica, lo primero que haría sería mandar a freír espárragos al protocolo y olvidarme del Congreso, del Palacio Real y de todas esas cosas que quedan muy bien pero que recuerdan demasiado a cuando Franco hizo rey al señor que ahora lo deja. Yo planteo la coronación de Felipe VI como un gran concurso de pruebas por todo Madrid, una mezcla entre Guaypaut y El gran juego de la oca en el que Felipe de Borbón tenga que ganarse la corona. Porque, coño, ya que al menos no vamos a poder votar si le hacemos rey o no, que al menos el hombre se lo trabaje un poquito.
El recorrido empezaría en el Palacio de la Zarzuela, en la habitación que ocupaba Felipe de post-adolescente y en la que creo yo que se encerraría con Isabel Sartorius a ver si tocaba pelo. Allí, Juan Carlos y Sofía le explicarían que la monarquía en España pasa por momentos delicadísimos y que sólo hay una persona en este país que pueda salvarla: él. Y es que la ley que regula la sucesión en el trono y que, por tanto, le convertirá a él en Rey, se encuentra en la Puerta del Sol y está a punto de ser destruida para siempre por una lupa gigante colocada donde el cartel de Tío Pepe. Cuando el sol alcance una posición concreta, su luz pasará a través de la lupa y quemará la única copia que existe de la ley, con lo que Felipe de Borbón deberá darse prisa y llegar a Sol antes de ese fatal momento. De lo contrario, se proclamará la república y los Borbones serán expulsados de España y condenados a vivir eternamente de prestado, como la familia real griega.
Para conseguirlo, Felipe contaría con dos comodines: el primero sería el del campechanismo, al que podría recurrir para cuando una prueba sea demasiado difícil y así conseguir que todo el mundo a su alrededor sea permisivo con su incapacidad y le deje continuar entre aplausos y gritos de '¡guapo!'. El segundo sería el del plebeyo oculto, que le permitiría no pasar por una de las pruebas si se disfraza del abuelo taxista de Letizia Ortiz. Estos dos comodines sólo podrían ser utilizados una vez, pero con el inconveniente de que, si se usan, la lupa gigante movería su posición haciendo que el sol tardase menos en llegar a ella. Es decir, que recurrir al campechanismo o al plebeyo oculto podría ser un arma de doble filo.
Las diez pruebas a superar serían las siguientes:
1. Enumera a tus sobrinos: Felipe debería ser capaz de enumerar, de mayor a menor, los nombres completos de todos sus sobrinos. Y de memoria, sin consultar el ABC ni nada.
2. La tentación de Eva: Una máquina, al más puro estilo del polígrafo de Conchita, mediría su grado de excitación mientras va viendo imágenes sugerentes de su ex nova Eva Sannum. Por cada aumento de pulsaciones fuera de lo normal, Letizia le mandaría a dormir en el sofá un mes.
3. El armario de Marichalar: El objetivo de esta prueba sería encontrar el traje de militar que deberá usar en su coronación entre todas las prendas horteras de Jaime de Marichalar. Corre el riesgo de que se le desprendan las retinas si mira toda esa ropa junta durante más de un minuto.
4. El enigma de Cristina: Sentado frente a su hermana Cristina, debería resolver un enigma que le plantearía Cristina al comienzo de la prueba mediante preguntas concisas que la infanta sólo respondería con 'no lo sé' o 'no me consta'.
5. Slalom por Baqueira: Felipe debería moverse por la Gran Vía de Madrid a las cinco de la tarde de un sábado esquivando personas sin tocarlas hasta llegar al cartel de Schweppes, donde debería recuperar los esquís para poder ir en invierno a Baqueira.
6. La moto de Juan Carlos: Felipe se pondría el mono con el que, según la leyenda urbana, salía Juan Carlos I a dar vueltas por Madrid de incógnito con la misión de auxiliar a un accidentado y así hacer pervivir la leyenda urbana. Si no le reconociesen hasta quitarse el casco, ganaría otro comodín de campechanismo.
7. El maletín de Urdangarín: Esta prueba se realizaría en la sede del Banco de España y debería encontrar todos y cada uno de los billetes presuntamente defraudados por su cuñado Iñaki. Es la prueba más difícil de completar.
8. Las llaves de Marivent: Felipe debería ponerse un traje de buzo y encontrar, en el estanque del Retiro, las llaves del palacio de Marivent para así poder ir allí a veranear.
9. La amenaza de Elena: Su hermana mayor no va a ser reina por el mero hecho de no tener pene, así que tendría que enfrentarse a ella en un duelo a muerte al más puro estilo Edad Media. Las armas de Elena serían su trenza mortífera, que arroja cual cola de escorpión, y una pamela de bordes afilados que utiliza como boomerang.
10. El fusil de Froilán: En la última prueba, Felipe se enfrentaría a su enloquecido sobrino, a quien debería desarmar y neutralizar (sólo lo lograría con un tiro en el pie) si quiere salvar de la destrucción abosluta la ley que le puede convertir en rey.
Si supera las pruebas, conseguiría salvar la monarquía y convertirse en Felipe VI. Para celebrarlo, Anne Igartiburu le entregaría un cetro y una corona junto con el documento legal que certifica su inviolabilidad (es decir, que podrá hacer lo que le venga en gana). Como agradecimiento al rey saliente, se le haría entrega de las Cacao Maravillao, para que le bailen y entretengan en el otoño de su vida.
¿A que este proceso de coronación mola más que el otro?
* Como lector fiel de 'El Jueves' desde julio de 1998, aprovecho para expresar mi absoluto y total rechazo a la censura, sea del tipo que sea, y a manifestar mi solidaridad con el equipo de redacción de la revista, especialmente con los colaboradores que la han abandonado. Sin una prensa libre no es posible que exista la democracia.
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