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¿De dónde saca la pasta Netflix?

Martes 15 de Noviembre de 2016 17:09
 

¿De dónde saca la pasta Netflix?

Esta imagen lleva más alegría a los hogares que el cuponazo de la ONCE

Sí, sigo vivo. Y coleando, que ya es mucho. Si le habéis echado una ojeada a mi Twitter habréis visto que en los últimos dos meses me he visto inmerso en un aborigen laboral que ríete tú de las guerras internas del PSOE. Durante este tiempo, mis pocos ratos de ocio, solaz y esparcimiento han estado dedicados a pasar el menor tiempo posible en mi casa, con lo que mi conexión con lo que viene siendo la tele ha sido más bien nula. Pero como la cabra siempre tira al monte, las series han seguido acompañándome.

Tras devorar la primera temporada de The 100 en cosa de semana y media, los vericuetos vitales me han llevado a estar viendo ahora, y de manera casi simultánea, la primera temporada de dos series de Netflix: Sense8 y The Crown. Aunque la primera me está pareciendo un coñazo de magnitudes colosales y la segunda me está flipando tanto que le dedicaré un post cuando la termine, hoy no voy a hablar de estas series. Hablaré de una duda que se ha levantado en mi cabeza cual pitorro de olla exprés: ¿De dónde coño saca la pasta Netflix?

Ojo, que esta no es una pregunta trivial. Ahora estamos muy acostumbrados a enchufar la tele, seleccionar la app de Netflix y darle caña al binge watching como si no hubiese un mañana. Pero fijaos bien en el catálogo: a la avalancha de títulos (comerciales y no tanto) que se despliegan antre nuestras córneas se le suma un nutrido grupo de producciones propias que, oh sorpresa, suelen ser de una factura impecable: House of Cards, Orange Is the New Black, Making a Murderer, Black Mirror, Sense8, Jessica Jones, Stranger Things, Daredevil, Luke Cage, The Crown, Narcos, Unbreakable Kimmy Schmidt o The Get Down, por ejemplo.

No sería raro que en esta lista de series reconocieseis algunas de vuestras series favoritas. Y como sé que vosotros, seguidores de Teuvemix, sois gente de criterio y gustos exquisitos, seguramente uniréis vuestra voz a la mía cuando me pregunto cuantísima pasta debe costar producir todo ese enjambre de series buenas. Guionistas, realizadores, técnicos, actores... ¿cómo coño son capaces de cubrir tanto gasto y además tener beneficios? Y lo que es mejor, ¿sólo con una cuota base de 8 pavos al mes?

Pus sí, no solo son capaces sino que, además, sacan beneficio. En concreto, y según datos del cierre del tercer trimestre de 2016, Netflix ha conseguido 47 millones de euros de beneficios, una cifra que (para terminar de rizar el rizo) es un 75% superior a la del mismo periodo del año anterior. Si aún no lo estáis flipando, añadiré que Netflix tiene actualmente cerca de 87 millones de suscriptores en todo el mundo y que su cifra de negocio ya supera los 2.000 millones de euros. Y lo mejor de todo es que esta buena gente (todavía) no ha desembarcado en China. Así que sí, el negocio del vídeo por streaming ha resultado ser rentable.

Viendo las cifras no queda ninguna duda de que Netflix va viento en popa y que eso, al menos, nos garantiza muchas más mañanas de ojeras. Pero no dejemos que las cifras nos apabullen: vale, sí, todo va como un tiro pero, ¿por qué? ¿Cuál es el secreto del éxito de Netflix y por qué lo están petando cada día más fuerte?

Desde mi humilde perspectiva identifico dos razones principales: la primera es, evidentemente, el catálogo. Una plataforma de VOD (video on demand, para las rubias naturales) corre el riesgo de contar con algunos buenos títulos rodeados de un buen montón de morralla en su base de datos para así poder decir "más de XXX títulos a tu disposición". Sin embargo, y aunque en Netflix también hay morralla de la buena, su catálogo destaca por tener una calidad notable. Y si a ello le sumas que las series que producen y por las que apuestan son de lo mejorcito que uno se puede tirar a la cara, pues ya lo tienes todo hecho. ¿Quién no querría abonarse a una plataforma donde, además de películas buenas y series de éxito puedes ver maravillas como House of Cards o Black Mirror?

La otra razón que creo que es clave en el desparrame de Netflix en nuestras vidas es que son multiplataforma y no dependen de tener un cacharro físico instalado en tu casa para poder ver sus servicios. Es decir, que darse de alta y empezar a disfrutar de su oferta es cosa de cuatro clics: una app, un formulario de registro y hala, a correr. Da igual que tengas una smart TV, un chromecast, una tablet, la Play, tu ordenador, el móvil o lo que sea: ¿tienes una pantalla? Tienes Netflix. Y darle eso a una sociedad harta de tener mamotretos negros junto a la tele coronados por lucecitas de colores que van acompañados de mandos a distancia llenos de teclas confusas que no te atreves a tocar es, cuanto menos, maná cayendo del cielo.

Netflix ha dado definitivamente en el clavo. Y aunque no me han pagado ni un duro por escribir esto, les estoy tan agradecido por la de horas de entretenimiento y emoción que me están dando y que me van a dar que no puedo sino entonar un 'larga vida a Netflix' tan grande y rotundo como la corona de Isabel II.

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