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Catorce años con 'Gran Hermano'

Viernes 25 de Abril de 2014 08:24
 

Catorce años con 'Gran Hermano'

"El casting de 'Gran Hermano 15' está a punto de ponerse en marcha. Tiene que estar todo el mundo muy atento", aseguraba Mercedes Milá al programa de radio de Cuatro MorninGlory. La inefable Merceditas hacía estas declaraciones un día después de cumplirse el decimocuarto aniversario del programa que cambió para siempre la televisión en España un 23 de abril de 2000: Gran Hermano.

Hoy hace catorce años que estábamos pendientes de la incipiente relación de amor que estaba fraguándose entre Jorge y María José, del buen rollo que destilaban Ismael e Iván, de la amistad que empezaban a entablar Nacho y Marina o de las miradas de complicidad que empezaban a intercambiarse Israel y Silvia. Ahora estamos ya de vuelta de todo (televisiva y realitymente hablando) y desconfiamos más de los concursantes de GH que de Aguasantas diciendo que ella no quiere hacerse famosa a costa de Raquel Bollo.

La televisión de hoy y, si me apuráis, la sociedad española en general, no podría entenderse sin tener presentes las catorce ediciones de Gran Hermano. Si hoy tenemos programas como Gandía Shore o Un príncipe para Laura no es sino gracias a GH y a que consiguió lo que nunca antes nadie había conseguido: acercar la fama al pueblo llano.

Antes del 23 de abril de 2000, la gente se hacía famosa por ser de la aristocracia, la alta burguesía, dedicarse a la farándula y el artisteo, encamarse con alguien y poco más. De repente, y acostumbrados a cotillear sobre la jet set de Marbella, sobre cuándo encontraría novia el Príncipe, sobre la entrañable amistad que unía a María del Monte con Isabel Pantoja o sobre los hombres que se paseaban por la entrepierna de Ana Obregón, España empezó a chafardear sobre un médico salmantino, un estudiante gaditano, una modelo vallisoletana o una camarera sevillana que luego, tócate las narices, resultó ser puta. ¿Cómo narices podía competir el clan Janeiro con esta mina de oro de famoseo a bajo coste?

Esta cantera de famosos fast-food se vio reforzada con la estrategia de programación que (al menos en España) inventó Telecinco y que aún hoy sigue dándole estupendos réditos de audiencia: la retroalimentación de contenidos. A los resúmenes diarios de Gran Hermano y las galas semanales (que en GH1 no se llamaban aún 'galas' sino, humildemente, 'programas') se le unieron tertulias de comadreo capitaneadas por las mayores cacatúas de la cadena que copaban la parrilla de Telecinco mañana, tarde y noche. Fue especialmente por la noche cuando el cotilleo y el opinar sobre gente que hasta hacía unos meses era completamente desconocida vivió su máximo apogeo: Gran Hermano le debe tanto a Crónicas marcianas como Sálvame a Supervivientes.

De repente, y sin que nadie nos hubiese avisado previamente, vimos cómo Ismael y Ania empezaban a ocupar las mismas portadas de revistas del corazón que semanas antes retrataban la vida de glamour y derroche de gente como Isabel Preysler o Gunilla Von Bismarck, cómo en Interviú se revelaba que dos concursantes de ese programa que reventaba audímetros habían sido mujeres de moral distraída en sus tiempos mozos o cómo las adolescentes forraban sus carpetas con fotos de Ismael o Israel y relegaban a los Backstreet Boys al pozo en el que ya esperaban los New Kids On The Block.

Aún recuerdo las discusiones a voz en grito con compañeros de instituto sobre si Ania merecía o no ganar GH por haberle hecho los demás el vacío, a la gente que aseguraba no haber visto ni un solo minuto de Gran Hermano, a los veinteañeros que ese verano se abandonaron a los gorros hawaianos y a los decolorados capilares imposibles o a las tertulias sesudas que pretendían analizar y parametrizar lo que ya se había convertido en algo tan grande, tan inabarcable y tan monstruoso.

De no ser por Gran Hermano jamás habríamos visto (o habríamos tardado mucho más en ver) Supervivientes, Operación Triunfo, Hotel Glam, La granja, El bus, Confianza ciega, Gandía Shore, Gran hermano VIP, Quién quiere casarse con mi hijo, Masterchef, La Voz y un sinfín de formatos más en los que la explotación de las emociones vírgenes de gente anónima durante meses vehiculase todo el peso narrativo del formato.

Y aunque hablo como fan absoluto del programa, como alguien que desde el minuto 1 de GH1 se quedó prendado del formato y que sólo se perdió la sexta edición porque le pilló de Erasmus en Italia, la poca objetividad que me queda al hablar de Gran Hermano me da la razón y me dice que sí, que pocos programas en la historia de la televisión en España han conseguido lo que ha logrado Gran Hermano.

Mirando atrás y repasando lo que ha supuesto Gran Hermano en España quizá sí que habría que darle la razón a Mercedes Milá cuando ese 23 de abril de 2000 afirmó que nos encontrábamos ante un experimento sociológico.

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