Sólo hay una cosa mejor que estar de vacaciones: y es estarlo cuando todo el mundo a tu alrededor tiene que trabajar. A esta hijoputesca conclusión he llegado tras haberme pasado un puñado de días dando vueltas por el norte de Europa, congelándome de frío en calles de nombres impronunciables, dejándome siete euros como siete soles para poder tomarme una mísera cerveza o intentándome explicar el motivo por el que un señor nórdico decide ponerse en manga corta ante unos pingües rayos de sol cuando el termómetro marca 4 grados centígrados.
Durante esta epopeya guiri a la que he sometido a mis carnes morenas, he intentado desconectar lo más posible de este país llamado España que, al nombrarlo por esas latitudes, provoca una sonrisa de beatitud en los lugareños -seguramente inspirada por el recuerdo de aquella jarra de litro y medio de sangría que engulleron en el 98 en una terraza de la Rambla mientras veían pasar a lo más variopinto de la fauna barcelonesa-. Eso, amiguitos míos, es un arma de doble filo: mientras que por un lado vives en la completa ignorancia y experimentas eso tan bonito de no preocuparte más que por no pasarte de parada del autobús, por el otro sabes que tu vida de verdad te está esperando en tu lugar de origen, amenazadora, con las zarpas preparadas para devolverte a tu rutina de un certero manotazo.
Y de las cosas que pasaban en esa vida de verdad, estas son las 4 que más pena me ha dado perderme:
1. El arranque de Supervivientes
La maestría de Telecinco para construir realidades alternativas mediante la concatenación de realities es algo que debería ser objeto de una tesis doctoral. Ahí lo dejo. Sólo mediante este arte en hilvanar contenidos se explica el arrollador éxito de audiencia del estreno de la edición de este año de Supervivientes, que tiene a Chabelita, Carmen Gahona, Nacho Vidal o Carmen Lomana como sus máximas estrellas. Con la audiencia calentita después de la mejor edición de Gran Hermano que hemos visto desde GH11 (ya podéis empezar a ponerme a parir, gracias), el personal no da muestras de agotamiento tras haber acogido el regreso del reality de supervivencia con un share insultantemente alto.
Ya pueden estar contentos, en la cadena amiga: el gran éxito que les reporta este tipo de formatos permite que puedan gastarse auténticos dinerales en arrojar a una isla desierta o encerrar en una casa a los famosos que más les interesa que generen contenidos e historias paralelas para reaprovechar en el resto de programas de la cadena. Y, encima, se aseguran de que las historias generadas se queden en la cadena y no puedan ser reaprovechadas por la competencia. Una maravilla de la narrativa, audiovisual, vamos.
2. "León come gamba"
Os juro que, cuando vi el vídeo, no me lo podía creer. Me enteré del suceso en Copenhague, cuando una pizpireta cocinera gallega vino hacia mí, móvil en mano, para enseñarme un vídeo de Masterchef. La obra culinaria (espacio para risas) perpetrada por Alberto en la que una patata a medio cocer tenía todo el protagonismo me hizo maldecir, por primera vez en mi viaje, el haberme largado de vacaciones a la tierra de los arenques.
Como sabéis, una de las razones por las que idolatro Masterchef es porque los concursantes son capaces tanto de las mayores virguerías gastronómicas como de las más espectaculares cagadas. Y aunque el mayor despropósito del programa era, hasta el momento, la tarta de queso de Cerezo, el León come gamba de Alberto conseguirá ser recordado durante generaciones como uno de los ridículos más clamorosos en el mundo de la cocina.
3. El programa japonés de cantar hasta eyacular
Cuando uno ya pensaba que con Killer Karaoke lo habíamos visto todo, resulta que no. Hace unos días, mis compañeros de FormulaTV publicaban uno de los mejores titulares de la historia de los medios de comunicación: La versión más caliente de 'Killer Karaoke': 'Canta hasta que te corras'. Como tan gráficamente explica dicho titular, este concurso ideado por el mismo país que inventó el enfriador de fideos consiste en aguantar el máximo tiempo cantando mientras una mujer te masturba.
Ahora que en España ya hemos superado la barrera de enseñar pichas en prime time, esto podría ser lo próximo: imaginaos una versión golfa de Killer Karaoke, con concursantes anónimos (¡o incluso famosos!) dando el do de pecho mientras un señor o una señora les alegra los bajos con profesional maestría. Auguro portadas de Interviú, incursiones en el porno y reciclajes como tronistas por doquier. Mediaset, ¿a qué esperas?
4. El regreso de Pesadilla en la cocina
Una de las cosas magníficas de la primavera es, además de poder encerrar en el armario los abrigos y dar la bienvenida a las vorágine pop previa a Eurovisión, que vuelven a la tele todos los programas de cocina que tanto me gustan. Ansioso por volver a ver a Chicote intentando rescatar los restaurantes más calamitosos que pueblan todas las Españas, últimamente dedicaba mis tardes de domingo a engullir como un pavo las reposiciones del Pesadilla en la cocina estadounidense que emiten en Nova.
Ahora que ya tenemos de vuelta a Chicote entre fogones grasientos, comida de dudosa calidad, decoraciones de dudoso gusto, cocineros de cuestionable educación y propietarios con menos criterio que las pretendientas de Alberto Isla en MYHYV, la vida es un poquito más maravillosa.
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