Primer plato: Judías rojas
Hitler: ¡Nein, nein, nein! ¡Me niego a comer judías!
Franco: ¡Vaya, encima son rojas!
Stalin: Las han cocinado con mucho cariño desde el Gulag, han tenido que morir de hambre unos cuantos soviéticos para que os las podáis comer.
Hitler: ¿Acaso eso te importa?
Stalin: ¡Por supuesto, soy comunista! (Dice entre risas)
Hitler, Franco y Pinochet: ¡Jajajaja, todos sabemos que eres igual de facha que nosotros!
Stalin: Pero además me cargué a más gente que vosotros, que no valéis ni para esclavizar.
Segundo plato: Pescado a la plancha
Pinochet: El pescado me recuerda mucho al mar... Es tan bonito... A mí me gusta mucho alimentar a los peces.
Stalin: ¿Qué eres, el salvador de los peces?
Pinochet: ¡Yo no soy salvador de nada! No me compares con ése... Yo aspiro más alto que ese mediocre que se suicidó, ¡yo aspiro alto, yo soy una persona de altos vuelos!
Todos los dictadores se ríen a la vez.
Franco: ¡Este pescado está asqueroso!
Stalin: Mejor que la paella que nos preparaste la semana pasada es.
Franco: ¡Encima que tuve que sacar a unos cuantos de los constructores del Valle para que cocinasen esto, uno hasta murió del agotamiento y ahora tengo que buscarme un nuevo rojo al que esclavizar!
A uno se le escapa un pedo.
Hitler: ¿Quién ha sido? ¡Mein God, ni que fuéramos judíos!
Franco: He sido yo, que este horror me ha dado flatulencias.
Stalin: ¡Si tú eres más inútil cocinando que tu División Azul!
Hitler: Yo no puedo comerme esto, nein, me niego, soy vegetariano, es una schei?e.
Stalin: ¡Mucho respetar derechos de los animales, pero a los humanos qué!
Hitler: Yo respeto los derechos humanos, por eso estoy apartando a los judíos de ellos.
Todos se ríen.
Franco: Pues en la gloriosa España no somos hipócritas, matamos a rojos y a toros, ambos sangran muy bien y es arte.
Hitler: ¡Eres un monstruo!
Postre: Sangre de Trotsky
Stalin: Venga, que esto seguro que os gusta...
Pinochet: Ay, me recuerda tanto a Salvador...
Franco: Si en el fondo los rojos se hacen de querer...
Hitler: Los que me enviaste desde luego son maravillosos, no se me ocurre mejor jabón posible.
Pinochet: ¿Por cierto, dónde está Benito, no ha venido?
Hitler: ¿Pero ése le importa a alguien?
Y así, entre risas, los dictadores tuvieron una cena memorable. Stalin ganó muchos puntos para ellos y la semana que viene les tocaría cenar pescado alimentado con algún opositor en casa de Pinochet.
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