'Los Borgia', una muestra de la corrupción y el poder de la Iglesia

Hace tres semanas Showtime estrenó en Estados Unidos 'Los Borgia', la nueva serie histórica de la cadena, centrada la familia valenciana más polémica de Roma y sobre la que más se ha escrito. Ahora que la serie está rozando el ecuador, la cadena ya ha emitido cuatro de los nueve capítulos de los que está compuesta, y próximamente llegará a Cuatro, creo que es un buen momento de hacer balance, intentando espoilear lo menos posible, para no destripar nada a los que todavía no la habéis visto y tenéis intención de hacerlo.

Enmarcada en pleno Renacimiento, y tras descubrir Cristóbal Colón el continente americano, una familia española, los Borja, va haciéndose hueco en una Italia todavía en fase de construcción. Aunque son menospreciados por el resto de la nobleza que, fragmento a fragmento, forma la actual Italia, la muerte del Papa Inocencio VIII sirve como punto de partida para que esta familia pueda hacerse con el control de gran parte de Europa, consiguiendo mediante engaños, extorsión, trampas y corrupción alzar a Rodrigo Borgia (Jeremy Irons) como la máxima autoridad de la Iglesia católica.

Pero Rodrigo Borgia, Alejandro VI tras ser nombrado Papa, no está solo en esta conquista por el poder, junto a él nos encontramos a toda su familia a modo de corte. César Borgia (François Arnaud), sacerdote por obligación y guerrero por devoción, es el hijo mayor y ha sido obligado a seguir los pasos de su progenitor, comparte los mismos gustos que su padre por las mujeres, aunque ascenderá rápidamente hasta convertirse en cardenal y será en una pieza crucial dentro de El Vaticano. Juan Borgia (David Oakes), el hijo guerrero que no ha sido dotado para el arte de la lucha, también conseguirá un ascenso en su terreno, de la noche a la mañana pasará a formar parte de la guardia del Papa. Lucrecia Borgia (Holliday Grainger), la moneda de cambio, la joven fémina de los Borgia no tardará en ser utilizada por su padre con tal de estrechar lazos con los Sforza, la familia que domina Milán, algo que me temo, supondrá un martirio para ella. Jofre Borgia (Aidan Alexander), el pequeño de la familia, no tardará en ser utilizado como su hermana, aunque correrá mejor fortuna, ya que su prometida napolitana gozará de gran belleza. Tantos hijos necesitan una madre, y Vanozza (Joanne Whalley) es quien ha dado a luz a los cuatro vástagos del Papa, aunque el amor entre ambos se acabó y ahora Rodrigo comparte su vida de cama con una joven bella italiana Giulia Farnese (Lotte Verbeek).

Con una Italia todavía por definir, y con una guerra a la vista entre Francia y España por el Reino de Nápoles, los Borgia deberán aliarse y tomar parte en el asunto como sea conveniente, aunque no serán los únicos, pues el cardenal Della Rovere (Colm Feore), principal rival de Rodrigo, también tejerá sus planes y jugará sus cartas con tal de conseguir el mando de la Iglesia católica, cueste lo que cueste.

Si os gustan las series históricas u os enganchasteis a 'Los Tudor', esta serie requiere un visionado obligatorio, está muy bien cuidada y los buenos diálogos se mezclan entre las escenas de intriga, misterio y ocultación que rodean a esta familia, aunque también es cierto que la serie muestra España e Italia como naciones identidades más o menos únicas, a pesar de que todavía no se habían formado. Por otro lado, esta ficción no es apta para católicos defensores a ultranza de la Iglesia, pues deja en bastante mal lugar a la Santa Sede: cardenales corruptos, cónclaves amañados, demasiadas manos manchadas de sangre, mucha sed de venganza y Papas autoritarios, codiciosos y pecadores hasta la médula.

Dicho esto, el primer y el segundo capítulo, que en América se emitieron del tirón, pueden hacerse largos y pesados -a mí también me pasó-, pero os recomiendo que le deis otra oportunidad a la serie y lleguéis hasta el tercero, y sólo una vez visto ese capítulo decidáis si la seguís viendo o la apartáis de vuestras series. Confío y espero que Cuatro no emita esta serie a razón de dos capítulos por semana, como hizo con 'Spartacus: Sangre y Arena'; aunque la serie centrada en los entresijos de El Vaticano me parece gloriosa y en poco tiempo ha conseguido alzarse como una de mis favoritas y recomendadas de la temporada, cien minutos semanales pueden llegar a aburrir a gran parte de la audiencia.

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