Desconozco si 'Downton Abbey' quiere hacerse con el record Guinness de ficción dramática de primetime con más celebraciones de boda, ni si ese premio Guinness existe (imagino que no), pero en su segunda temporada ya apuntaba maneras. El curso pasado ya vimos cómo Daisy, la ayudante de cocina, contraía matrimonio con el moribundo de William, que había quedado postrado en la cama tras regresar de la Gran Guerra, un enlace un tanto forzado que duró muy poco, pues en ese mismo capítulo fallecía el recién marido. En otro episodio vimos pasar por el altar en secreto a Bates y Anna. También se casaron Sybil y Tom Branson, antiguo chófer de la familia, pero como su ceremonia tuvo lugar en Irlanda no fuimos testigos de ello. Por contra, Matthew y Lavinia nos dejaron con la miel en los labios, durante los preparativos de su boda la rica heredera cayó enferma de gripe española, una infidelidad y su posterior muerte hicieron el resto.
Edith es la mujer desgraciada por excelencia de la televisión y sospecho que el guionista de la ficción, Julian Fellowes, debe descojonarse bien al escribir las tramas argumentales de su personaje. ¿Qué hay peor que enamorarse de un hombre ciego o de un granjero casado? Que un vejestorio tullido te deje plantada en el altar delante de toda tu familia. Tras luchar fuertemente por el amor, en contra de su padre, Edith finalmente consigue el permiso para casarse con Sir Strallan. La boda de Edith, sin la abuela materna (¿se olía ya el trágico desenlace?), es demasiado precipitada. A diferencia de lo que estamos acostumbrados a ver en el resto de series, en esta ocasión es el novio quien es incapaz de casarse y se da a la fuga, una fuga que acaba convertida en humillación pública para Edith, quien parece sumida en una gran depresión.
Y para raro, el embarazo de Sybil. Nos enteramos por carta en Navidad de que estaba gestante, por lo que si se quedó embarazada en noviembre como muy tarde y ahora estamos en marzo-mayo, ya debería notársele barriguita.
Pero no todo es amor y desamor, la familia Crawley se ha gastado todo el dinero proveniente de Cora (algo que parece no importarle demasiado a ella, a juzgar por su continua cara de felicidad), por lo que parece que habría que vender Downton Abbey. Querer vivir sin trabajar, como la aristocracia de la edades Media y Moderna es imposible en el siglo XX, donde los títulos nobiliarios ya no son una fuente de ingresos, ese estilo de vida ha quedado obsoleto, a pesar de que esta familia quiera seguir aferrada a él. Mary, con la ayuda de Violet, trata de engatusar a la abuela americana, aunque sin resultado, por lo que necesitan conseguir dinero de alguna forma, tras esto, repentinamente y sin despedidas de ningún tipo, la abuela materna desaparece de Downton. Casualmente (todo en esta serie es tan casual como previsible), recientemente ha fallecido el padre de Lavinia y, casualmente, Matthew consta como tercer heredero de la fortuna de su anterior novia. Otra vez casualmente, los dos anteriores herederos habrían fallecido antes de hacerlo el padre de Lavinia, por lo que él es el gran heredero que, tras una disputa moral sobre si usar el dinero de una familia para salvar a otra o cambiar su forma de vida y vivir sin ser ricos, opta por continuar viviendo como un señor.
Con tanta boda y crisis económica, el servicio de la casa parece haber quedado un poco desplazado a un segundo plano. Anna sigue investigando por su cuenta para conseguir liberar a Bates de prisión, quien parece no haber congeniado con su compañero de celda, quizá para el final de la temporada ya ande vistiendo de nuevo al señor de la casa. La llegada de Alfred, el sobrino de O'Brien para trabajar en la casa, ha destapado una guerra entre ella y Thomas que me da que va a terminar con grandes consecuencias. Por otro lado, también estamos pendientes del ama de llaves, la señora Hughes tiene un tumor que de momento parece no ser grave, aunque con los giros que da esta serie en un capítulo no hay que dar nada por sentado, pero que ha servido para revelarnos otra historia de amor que veremos crecer próximamente, la de ella con Cranson.
Por cierto, ¿os acordáis de Ethel, esa chica que vuelve de vez en cuando a la serie? Pues la buenaza de Isobel, esa mujer que parece una ONG andante, se la ha encontrado haciendo la calle y ha decidido sacarla del mundo de la prostitución, algo a lo que parece no estar dispuesta a renunciar la antigua doncella.
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