Las razones de su escaso éxito entre el público radican en plantear la serie como "serie teen". El espectador adulto no le da siquiera una oportunidad, y el espectador americano adolescente se la da, pero huye espantado al darse cuenta que esto no es una serie teen, que los personajes son de verdad y las tramas también. Coge el mando, pone The CW y empieza a ver Gossip Girl
Pero no nos engañemos, Dillon y el fútbol americano funcionan como el marco de la historia, como una especie de ecosistema, necesario e imprescindible para contarnos la historia de los personajes. El fútbol es una excusa (algo así como el boxeo en Lights Out) para emocionarnos como nunca antes con unos personajes que, como leí por allí, no llegan, sino que perforan el corazón para quedarse ahí para siempre. Por fin (después de Veronica Mars) los adolescentes de una serie son adolescentes de verdad. Son complejos, como la adolescencia requiere, con sus problemas y dificultades, tremendamente bien narrados y guionizados. Ojo, no estamos hablando de una complejidad al nivel "Skins". La serie no se centra en contar la adolescencia y sus inconvenientes, y en ningún momento lo pretende.
Junto a los adolescentes tenemos al matrimonio Tylor. Si el fútbol funciona como telón de fondo en la serie; Eric Tylor (el entrenador del equipo) es el eje de casi todas las historias. Es este un matrimonio católico, no demasiado conservador, pero sí con unos valores muy fuertes y muy inculcados. Los diálogos entre ellos son cojonudamente realistas (en serio ¿no son pareja de verdad?) y tan entrañables, o más, como el resto de los personajes. Los componentes del equipo son todos como hijos para Eric, el siempre paciente pero fuerte Eric. Como representación femenina tenemos a Tami Taylor, la siempre inocente pero inteligente Tami. Como dice Eric a su hija "Haz caso a tu madre, siempre tiene razón".
Está grabada cámara en mano, como todas las películas indies que se llevan tanto ahora. Continuos zoom-ins y zoom-outs que reflejan cómo una pupila se dilata, cómo una lágrima cae por la cara de algún personaje, o cómo dos manos se entrelazan entre sí. Todos los gestos están reflejados, todas las sensaciones, todos los sentimientos. Te los sirven en bandeja y te los dan para comer; con cubertería de lujo. Si a esto le sumamos una banda sonora impresionante (tengo que investigar, ha tenido que llevarse mil y un reconocimientos) que te llega desde el segundo uno, tenemos una serie que consigue emocionar de verdad, como ninguna otra.
Al segundo capítulo, cuando la mayoría de las series están aún en fase de fabricación e intentando que el televidente empatice con los protagonistas, Friday Night Lights consigue doler, consigue crear un nudo en la garganta y dejarte sin respiración. Allá por el quinto capítulo, uno se emocionará simplemente con el opening, escuchando la sintonía (una vez más, me arrodillo ante la BSO).
Friday Night Lights quedará grabada en ti para siempre. Tenlo claro.
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