Como una de tantas veces, una de esas noches de verano que se estrena un programa y lo ves para ver qué tal está e irremediablemente uno se queda ya enganchado y guarda esa parcela de tiempo de esa noche durante no se sabe cuánto tiempo.
'Uno Para Ganar' guarda la esencia del compañerismo y peculiaridad de sus concursantes, pero sin caer en el excesivo aburrimiento. Y digo excesivamente porque el programa no está exento de errores con los que uno llega a dormirse, errores de cajón como repetir demasiadas pruebas, algo que hicieron en demasía en los primeros programas. Por suerte supieron darse cuenta del filón que tenían entre las manos y enseguida no sólo renovaron el plantel de pruebas a realizar y consiguieron que algunas pruebas se convirtieran en "pruebas fetiche" de estas que uno está esperando con ansias y emoción, sino que supieron, con gran acierto, crear esas ediciones especiales que le otorgaban, además del dinamismo que le hacía falta, la variedad que a todos nos gusta. Duelos cara a cara, juego por parejas, especial familias, mano a mano o padres e hijos han hecho que semana a semana se convierta en uno de los concursos de referencia de la televisión.
Y dentro de esta variedad, poco después del especial segunda oportunidad, el pasado lunes tuvimos la enorme suerte de asistir al que, personalmente, me parece el mejor programa de lo que lleva de emisión, especial campeón de campeones. La emoción llevada al límite, con pruebas que ya conocíamos pero ampliadas a su máximo exponente, multiplicadas en diversión y dificultad para amoldarse con acierto al número de participantes y hacer que sólo los mejores, los que demostrasen más aguante y paciencia supieran alzarse con la victoria. Una victoria final que sólo logró alcanzar el mejor, Javier Rufo, el único concursante en España que tuvo el honor de enfrentarse a la prueba estrella, la de los 500,000 euros, el cara o cruz, toda una desconocida que ayer quedó desvelada.
Hasta ese momento, la prueba que me había parecido más complicada sin duda fue la de insertar una moneda de 50 céntimos en un tenedor al final de una alfombra, algo que la primera vez pensé que jamás se conseguiría y que sin embargo se ha logrado ya en dos ocasiones. Digamos que a medida que aumenta el dinero del premio, la suerte junto con la habilidad más exacta, juegan un papel fundamental que hacen que las probabilidades de ganar sean casi nulas, pero siempre posibles. Y así en este terreno llegó esa prueba desconocida y oculta, insertar una moneda en una botella situada a varios metros de distancia haciéndola rebotar previamente en una mesa, algo realmente inaudito y complicado, de ahí su valor.
Muy pocos participantes en todo el mundo han conseguido enfrentarse a esta prueba y he de reconocer que su elección como examen final es un gran acierto. El silencio en el plató se hizo patente en 60 segundos que parecieron una eternidad para los que observábamos y a la vez un suspiro para el concursante. El fuerte sonido de las monedas al rebotar en la mesa unido a ese silencio no hacía sino incrementar la espectacularidad de la prueba, subiendo varios grados la temperatura del ambiente en cuanto a emoción se refiere y sin duda ganándose el aplauso de todos los que hemos sido seguidores del programa y de los que ayer se unieron a él.
De una forma desconocida, esa música de "Get Up" de su banda sonora se va metiendo en nuestros oídos y comienza a influir en nuestros sentimientos de una forma parecida a la sintonía de 'Gran hermano'. Ahora quizá los concursantes más conservadores se rindan sabiendo lo que les aguarda al final, pero seguramente algún día llegue un valiente que anteponga el sentir toda esta emoción inexplicable a todo el oro del mundo.
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