Cuando era pequeño me gustaba levantarme siempre a primera hora del sábado, antes que nadie en casa. Sin zapatillas, en penumbra, completamente en silencio para no hacer ruido y poder disfrutar de ese rato a solas con el mundo de la ficción. Antes de que diese comienzo Cajón Desastre y su artillería desde dibujos animados a series adolescentes había una que no podía perderme ninguna semana, La Rosa Amarilla. No sé y nunca sabré de dónde viene mi gusto por todo lo que tenga que ver con el oeste y el country, pero ahí está. Puede que de ver a mi tio leer las viejas novelas que traía a casa o de ese familiar que dicen viven por aquelas tierras y que nunca más se supo de él.
No era sábado por la mañana y después no había Cajón Desastre, pero era domingo por la tarde cuando 'The Ranch' me trajo ese aroma a rosa amarilla que echaba tanto de menos. Eso mezclado también con un toque familiar y nostálgico que sólo 'Alf' consiguió provocarme en su día, un sentimiento profundo de historias guardadas con recelo que a uno se le encoge un poco el corazón cuando las escucha. La verdad que pocas veces me cuesta explicar las sensaciones, pero esta es una de esas ocasiones en que lo experimentado supera cualquier palabra, así que mejor no lo sigo intentando, dejémoslo en nostalgia.
Si fuese de los que no dan oportunidades, 'The Ranch' me hubiera durado dos minutos tras la intro. La llaman comedia, pero apenas esbocé dos sonrisas sin darme cuenta y creo que no fue por la gracia en sí, sino por esas risas odiosas enlatadas que en algún momento me entraron ganas de apagar. Casi me dio por ver los idiomas a ver si existía esa opción entre el idioma original y la versión doblada. No, no existía, pero enseguida me acostumbré y aprendí que no tenía por qué forzarme en reir con cosas que no tenían ni puñetera gracia y es que esta seríe bien podría ser un drama ligero que acaricia el corazón. No existe el género pero debería.
La historia de un hijo que regresa al lugar donde nació y se crió. La eterna balanza entre elegir el mundo moderno, lo nuevo por descubrir o la familia y el recuerdo de los buenos momentos. No cuento nada nuevo ni le destrozo la serie a nadie si os cuento que el protagonista se decanta por lo segundo (obvio porque si no la serie sólo duraría un episodio), no sin antes pasar por un kiki infructuoso en un pueblo donde la gente se conoce más de lo que parece, un hermano que parece inteligente pero no lo es, un padre reticente a expresar sus sentimientos, el inesperado despertar de su madre que a pesar de estar separada sigue acostándose con su padre y pasándoselo bien y hasta un parto con muy buena mano, o digamos... con muy buen "brazo".
Menos de media hora me sirvió para acostumbrarme a todo eso y para encariñarme con todos sus personajes. Hasta podía preveer cómo iba a reaccionar cada uno. La palabra comedia fue una piedra en mi camino, pero le di un puntapié cuando descubrí que el secreto era escuchar. Cada frase, cada situación, todo contado con tal sencillez que terminé cautivado por la narrativa. No solté ni una risa, pero la jodida serie se ha labrado un rincón. Apenas cinco o seis personajes y dos o tres entornos. La nostalgia de las viejas series de los 80 regresó inesperadamente en forma de lluvia, al resguardo del techado de un caserón de madera perdido en alguna parte. Fue como hacerse niño de nuevo, esperando tantas y tantas historias...
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