Vuelta a los orígenes, al año 2002, como si el tiempo no hubiera pasado pero con mucha menos espectación, tres finalistas, tres canciones para cada uno de ellos y un solo ganador que nos representará en el Festival de Eurovision 2011. La primera vez que esto ocurrió fue en el año mencionado, cuando una audiencia millonaria, un país entero, se debatía entre una buena canción, un buen cantante o la función media de ambos en la elección en el primer Operación Triunfo con Rosa, Bisbal y Bustamante, los tres finalistas de aquella magistral primera edición, con un disco incluso a la venta que se pudo adquirir para hacer la decisión si cabía más difícil todavía y que aún conservo debajo de la cadena de música con su carátula azul.
El ganador de la próxima semana se enfrentará a duros rivales en una edición del festival que sin duda marcará un nuevo hito en la historia de Eurovisión marcada sobre todo por los reencuentros y los regresos inesperados si el destino así lo quiere. De momento los tres finalistas: Lucía Pérez, Melissa y Auryn están sentenciados al cincuenta por ciento. Ya han puesto su voz y han dado casi lo mejor de sí mismos para conseguir llegar hasta este punto, pero el otro tanto por ciento restante va a depender de las ganas con las que interpreten un tema desconocido para ellos y del propio tema en sí, que, no me cabe duda, ya estaba seleccionado al menos para los elegidos por el jurado, ya que de otra forma, encajar cualquiera de ellos sería harto complicado, si bien algunos tendrán que entrar con calzador, tal y como los finalistas de aquel OT tuvieron que afrontar en el pasado.
Esta teoría no viene sino a reforzarse cuando se nos anunció que el televoto a través de teléfono y sms sólo serviría para elegir un participante de los diez, mientras que el jurado seleccionaría a dos. ¿No es cuestionable a todas luces que no sea al revés si no tuvieran ya preparadas estas canciones para los que iban a ser salvados antes incluso de salir a cantar? Seguramente saldremos de dudas al ver cómo calzan estas canciones para unos y para otros.
Recordaban ayer que Beth en el año que nos representó, no se creía la canción que estaba cantando y es este uno de los mayores males de este tipo de preselecciones, porque si el intérprete o intérpretes no consiguen sentirla, todo habrá acabado en ese momento. Podrá incluso ganar, pero quedará ligada de alguna forma, aún permaneciendo en el recuerdo, a una extraña sensación de música vacía... porque el cantante tiene que depositar su alma en la canción para transmitir.
Seleccionados inesperados, otros no elegidos que causaron un pequeño revuelo entre el sentir del público presente, un pequeño error de micro que dejó paso a la vena más "anti mujeres" de Boris y aquellos que quedaron en el lugar que les correspondía. Una nueva gala que deja un cierto mal sabor de boca, si bien exceptuando un horror de interpretación y algún pequeño desliz, todos lo hicieron francamente bien.
Desvirgaban el escenario esa noche el grupo Da Igual, esta vez versionando a su forma el tema "Marionetas en la cuerda", algo que venía a marcar más de lo mismo que ya nos dieron anteriormente aunque con un plus de peligrosidad, aparatosidad o espectáculo, como cada cual lo quiera llamar. Estos chicos demostraron que van sobrados (o de sobrados véase como se quiera igualmente), que no hacen caso absolutamente a ninguna crítica constructiva y por si fuera poco demostraron eso que no hay que demostrar delante de la audiencia nunca (ver realities durante más de una década es lo que tiene, que se aprende mucho), confesar que vas a la tele para salir en la cámara, hacerte conocido y que te llamen para hacer bolos, en su caso conciertos. No, la regla principal de todo concursante es darse a conocer poco a poco, ofrecer cosas nuevas y no darlo todo desde un primer momento.
Volvió a chillar en el escenario, volvió a transmitir una fuerza desmesurada e incontrolada tanto de voz como en su actitud y más que energía, lo que se percibía eran nerviosismo y demasiada efusividad, elementos que la audiencia ha juzgado así como la actitud de sobrado de su voz principal (que incluo no duda en guiñar a una cámara el ojo dándoselas de estrella famosa) y que si hubieran hecho caso a las críticas, seguramente ahora fuesen uno de los grupos más solicitados del panorama musical. No temo a decir que si a estos chicos mañana les ofrecen trabajar de actores en una serie, no lo dudarían, el típico ejemplo que ya hemos visto en otros casos, todo por conseguir fama.
Un poco más de dignidad y menos teatro siempre llevan a buen puerto a lo largo del tiempo.
Algo le pasaba ayer a Esmeralda Grao. Su magnífica interpretación de la gala pasada dejó paso a un tema en el que para sorpresa de todos desafinó como nunca. No llevaba la canción, la canción le llevaba a ella. Como si el título fuera premonitorio, para ella la fiesta terminó en ese preciso momento. Poco ayudó su vestido con finos tirantes, uno de los cuales le jugó una mala pasada. Sin embargo su excelente carrera seguro se ve reforzada por su paso por el programa, ya que calidad no le falta.
Como tampoco le falta calidad vocal a Sebas, que pudo dar lo mejor de sí con "What's another year?", siendo una de las actuaciones mejor bordadas de la noche. Pero, ¿por qué Sebas no logra el reconocimiento del público ni del jurado? Quizá porque tampoco aporta nada nuevo, una voz tan perfecta, quizá su aspecto unido a este factor. Algún día alguien debería elaborar la receta del buen cantante con éxito para saber qué es lo que nos hace decantarnos por unos u otros.
Esto es precisamente lo que me pregunto cada vez que recuerdo el nombre de la cantante que consiguió el mayor porcentaje de votos, hasta ahora la favorita para ganar ya que es el público el que decide al final: Lucía Pérez. ¿Era merecedora su interpretación de "Boom bang-a-bang" de salir victoriosa? Una voz en cierta forma dentro de lo común, un estilo y una presencia sobre el escenario sencilla y poco llamativa, pero logró hacerse con el favor de la audiencia en contra de todos los pronósticos.
El trío de ganadores actuó uno detrás de otro, aunque entonces aún no éramos conscientes. Auryn salían de nuevo al escenario entre las mayores ovaciones del público presente, con pancartas y una absoluta predilección, lo que hacía que su selección estuviera casi cantada, aunque nos mantuvieron en vilo hasta el último momento. Una interpretación del tema "Eres tú" de Mocedades adecuada a su estilo, empastando sus cinco voces para ofrecer una actuación que comenzó muy débil, con voces que denotaban cierto nerviosismo, pero que consiguieron encauzar para ofrecer un buen espectáculo en la segunda mitad. Especial cuidado tendrán que tener al seleccionar los temas para estos cinco chicos, ya que el espectáculo que pueden ofrecer les beneficia respecto a la figura en solitario, pero sin duda les hace más complicado el trabajo y la forma de versionarlo para que quede atractivo de cara al espectador.
El trío de finalistas terminó con la segunda repescada por el jurado, Melissa, de nuevo otra chica, a pesar de que Boris Izaguirre hizo un desafortunado comentario cuando creía que los micros estaban desactivados y dejó patente su opinión de que este año no quería ninguna mujer en Eurovisión, aunque de poco sirvió su opinión dividida entre sus cinco miembros. Melissa llevó a cabo una actuación sublime de uno de los temas que cambió en cierta forma el rumbo de Eurovisión y que lo han convertido en el espectáculo que hoy es: "Diva". Una gran canción favorece mucho a un artista, no deja de ser su ese otro fifty-fifty, su mitad del éxito. Cabe esperar si con un tema inédito ocurrirá lo mismo.
Quizá lo que Boris pretendía era pasar a Gio, que, sin tener nada personal en contra, hizo una de las actuaciones más penosas que recuedo y ya no solo eso, sino que destrozó la canción "Dime". Que alguien se atreva a llevarme la contraria cuando digo que la versión de ayer era lo mismo que meter en una lavadora sin agua un altavoz con la canción de Beth y un gato desafinando a cada vuelta. Teniendo en cuenta que el momento más espectacular fue la aparición del chico de color, que hacía prometer algo realmente interesante pero que se quedó en nada, sobre todo cuando un par de canciones después descubrimos que ese chico de color lo mismo sirve para cantar rap que para vestirse de traje y cantar gosspel.
Una versatilidad terrible la de ese plató y sus personajes. Ya les llegará el turno a los dos guitarristas del fondo. Si alguien cree que no les he estado observando constantemente, se equivoca. De hecho se les echaría de menos si faltaran.
Una Mónica Guech más apegada al piano fue una grata sorpresa que conmocionó al público al no ser una de las elegidas para la final. Su nombre aún resuena en las cabezas de aquellos que permanecieron hasta el final de la gala con los títpicos aullidos de "tongo", inevitables en todo concurso cuando el que gana no es tu preferido. Destacable la actitud de David Sancho, un hombre que ha demostrado ser consciente de que para tener éxito hay que hacer caso a las críticas, visionar la actuación y corregir los errores. Pasó de ser ese hombre de orquesta y dio un paso más, aunque no fuera suficiente para su propósito. Lamentable sin embargo la elección de Don Johnsons para esta semifinal, quizá como representantes de las maduritas a las que se creen gustan este tipo de hombres. Queda suficientemente demostrado que no. Su mezcla por mucho que ellos se empeñen, no supone nada nuevo, la canción fue impresa en el escenario por una máquina, monótona y aburrida y no con buena caligrafía y arte.
Ahora sí, tres para tres, la suerte es un factor de la fórmula que hará que uno de los finalistas consiga su pase a Alemania. Allí les espera con total seguridad la ganadora del pasado año, quizá una compañera española a punto de representar a otro país vecino y puede que la mayor "Diva" de Europa. Tiene que ser algo fuerte, tiene que ser algo que rompa moldes, que imprima energía sin desbordarse, que ofrezca ese sentimiento que sólo el arte puede ofrecer, como esa canción que un día de repente escuchas en la radio y te mueres por enseñársela a tus amigos o a cualquiera que cruce por tu lado poniendo el volúmen al máximo.
Tiene que ser esa canción que nos permita gritar al mundo: "Esa canción es la mía". Ese es nuestro destino.
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