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Tres historias

Lunes 27 de Julio de 2009 17:06
 

En mención a uno de los capítulos mas emblemáticos de House, hoy vengo a contaros tres historias ficticias que, salidas de mi mente, nunca nadie os contó.

¿Qué pasaría si Silvia, Kike, Nelson y Montoya tuvieran algo mas que decir antes de partir para siempre? ¿Cuántas cosas nunca supo decirle Kike a Curtis? ¿Por qué Nelson quiso ser policía?

Descubrelo en 'Tres historias' ficticias de los personajes fallecidos. Sus sentimientos, pero sobre todo... su forma de mirar cara a cara a la muerte.

Es algo que os dedico por y para vosotros.

SIN OPCIÓN A VOLVER

Silvia despertó en mitad de una arboleda. La posición del sol y el calor de mediados de Julio le hizo ver que era media tarde. Se intento incorporar y se quedó sentada. Le extrañó que ya no le doliera el estómago. De hecho, quiso comprobar que la herida se había curado, aún así sin entender que hacía tan lejos del caserío donde se acababa de besar con Silvia entre mantas de sangre. Lo cierto, es que no había herida, y eso le asustó. Se puso de pie de un salto: su vestido de novia estaba impoluto.

De repente, escuchó a alguien gritar. Le llamaban por su nombre con un grito desgarrador. Corrió detrás de un par de árboles que estaban muy juntos, y se encontró a Kike. Aun llevaba su camiseta morada a rayas de la boda. Silvia se percató de que estaba llorando y que a su lado Nelson estaba tumbado en el suelo, sin reaccionar.

La pelirroja se arrodilló. Cogió a Nelson por la espalda y colocó su cuerpo en una postura donde su cabeza no estuviera paralela con el suelo. No tardó demasiado en reaccionar. Tosió mucho, y después abrió los ojos. "¿Qué pasa? ¿Qué hago aquí? ¿Qué... qué me ha pasado?".

- No tengo ni idea. ¿Qué hacemos aquí?. ¿Por qué estamos tan lejos de la boda? - preguntó Silvia

Nadie se percató, exceptó Montoya, a lo lejos, sin que nadie le viese, de que Kike torció el gesto y agachó la cabeza. Algo sabía.

- Estoy aturdido, inspectora - le dijo Nelson

- Hace mucha calor. Seguramente habrás sufrido un bajón de tensión - aclaró Silvia

Silvia también estaba aturdida. Era la única que, a ojos de los que allí habían, se había dado cuenta de que les había pasado algo para estar tan lejos de la boda. Un camino llano en pendiente se extendía bajo sus espaldas, y al final... se veía el caserío.

- Nelson, ¿te sientes capaz de ir andando? - preguntó la pelirroja a Nelson y después miró a Kike - Tenemos que saber por qué estamos aquí. Esto es muy raro.

El policía de color consiguió al fin ponerse de pie, pero no le quedó mas remedio que andar cogido del hombro de Kike, del cual tampoco nadie se percató que se le cayó una lágrima.

Mientras Silvia conseguía encargarse de que Nelson no se volviera a desmayar, vio a lo lejos a Lucas y Sara. El que una vez fue su ex marido cojeaba un poco, pero no paraba de aparentar alegría y de abrazar a Sara. Silvia dejó por un momento a Nelson, advirtiendo a Kike, y corrió hacía la pareja.

- Lucas, tienes que ayudarnos. Acabamos de encontrarnos aquí lejos de la boda y no sabemos por qué. ¿Qué ha pasado, Lucas?.

Fue un choque moral que ni siquiera la miró. Ante esto, ella volvió a gritar mas fuerte.

- ¡Lucas! ¡Lucas!. ¿Estás sordo? ¿No me ves?.

Lo único que Lucas hablaba, era con Sara.

- Le he dicho a Aitor que le entiendo, que yo hubiese hecho lo mismo. Y tú sabes que te quiero, Sara... pero hay veces en que si he dudado - decía Lucas.

Sara, por su lado, no contestaba. Estaba cabizbaja, y de vez en cuando se le caían lágrimas. Pero también la que comenzó a llorar de impotencia fue Silvia, al ver que no contestaba...

- Lucas...

En ese momento, una voz masculina se oía entre los árboles, al pie del camino.

- Déjalo, es inutil. Nunca mas volverán a oirte. Ni a ti, ni a nosotros

Silvia se giró. La voz era mas que conocida por ella

- ¿Gonzalo?

Montoya ni siquiera la miró. Estaba contemplando el cielo, con el rostro muy serio.

- El mismo... por desgracia - hizo una pausa - cuéntaselo, Kike.

Nelson miró a Kike, y esta vez ya no lo pudo ocultar. Las lágrimas de Kike abundaban su rostro.

- ¿Que nos cuentes, qué, Kike? - preguntó Nelson

El pelirrojo no podía decirlo, era demasiado apoteósico para ellos. Simplemente se limitó a abrazar a Nelson.

- Perdóname, Nelson... - Kike empezó a gritar mientras ponía su cabeza en el hombro - por mi culpa ya no podremos volver con ellos

- Pero, pero... no entiendo Kike, explícate mejor - le dijo Silvia, que se acercó a Kike

Tomó un poco de aire, sabiendo que lo que diría para siempre, lo poco que les quedaba de vida...

- Verás... estabamos dentro del banquete ... y a mi, se me ocurrió salir a por un arma que había en el suelo al lado de un hombre de la camorra. Estaba convencido de que podriamos conseguirlo y así tener una oportunidad de cubrirnos...

En ese momento, Nelson recordó:

- ¡Ya recuerdo! Que le propuse al inspector Miranda cubrirnos con unos escudos que encontré. - hizo una pausa - ¡es verdad! recuerdo que me sonreiste cuando conseguimos cogerla. Pero... no recuerdo que pasó después.

Kike se separó de Nelson, y le miró fijamente a los ojos:

- Fallamos, Nelson...

- ¿Cómo que fallamos?

Kike se alejó llorando, sin conseguir contestarle. Fue hasta Montoya y su llanto se agravó mas.

- No puedo decirselo, inspector... no me pida algo así.

Montoya se puso en pie después de estar sentado apoyado en un árbol y fue lentamente hasta Nelson, que estaba casi sin moverse, paralizado.

- Nelson, verás... lo hiciste muy bien, pero... teniamos las de perder. Nos alcanzaron a todos con disparos... no sé muy bien como decirte esto, pero... ya no estamos con ellos.

Silvia se quedó sin aire. No podía creer nada de eso. Nunca podrá explicar por qué comenzó a mirar sus manos, a palpar su propio cuerpo... a sentir que ya no sentia, a pensar que ya su pensamiento no era mas que la fragancia desprendida de su cuerpo que en estos momentos, como ella misma comprendió... estaba empapado en sangre.

Nelson, por su parte, seguía sin recordar... y eso es precisamente lo que mas le asustaba. Se quedó sin ese aliento imaginario de un alma que marchó al fallar en un intento por cubrir las espaldas de todos. Ahí él comprendió, sin una sinuosa ayuda... que ese fracaso, para un rotundo mal, le había costado la vida.

La pelirroja y Nelson se abrazaron y comenzaron un llanto desgarrador sumido en la impotencia y en el pensamiento de cómo pudieran estar los invitados a la boda, sus amigos, sus amores, sus familiares... todos en el mentioso pensamiento de que no les volverían a ver. Mentiroso porque en realidad seguían ahí, en un levitamento que les catapultaba a otro mundo donde no existe la opción de volver atrás. Nadie podría verlos... y si habían despertado, curiosamente, tan lejos de allí... sería porque el destino les pedía que no sufriesen a ver el llanto de los que aquí se quedan: que la partida, la última partida, encrucijaría para siempre los destinos y la única unión sería el recuerdo y los buenos momentos.

Pasaban practicamente las horas, y anochecía poco a poco. Nelson y Silvia seguían abrazados, pero todo se había calmado. Kike le susurraba a Montoya y este le contaba por qué nunca avisó de que había sido herido por los mafiosos. Habían tirado a la basura, como era necesario, las jerarquías de la comisaría, pues la muerte, como bien decía Manrique, a todos iguala.

Tendrían que pasar unos minutos mas para que, entre todos, se juntaran y comenzaran a decir en voz baja lo que sintieron en su último latido mientas escuchaban cantar a todos y cada uno de los allí presentes.

Silvia esbozó una sonrisa. Todos le preguntaron que a qué se debía, y ella dijo que ahora mismo, casi sin ella pedirlo, empezó a ver en su mente las imagenes que marcaron su amor son Silvia. Ella se pidió perdón a si mismo por sonreir en ese momento, cuando Pepa, no muy lejos de allí, seguro que estaba llorando. Pero no pudo evitar agradecerle con esa dulce sonrisa que Pepa hubiese sido la única persona que había desviado el rumbo de una vida llena de dudas, celos y paranoias, y la hubiese convertido en algo tan bonito como que cada día en una hoja de calendario es único e irrepetible.

Cuando ya era de noche, dos ambulancias pasaron junto a ellos. Montoya les invitó a ponerse de pie, a abrazarse al unísono, y a cantar 'Se me olvidó otra vez' en honor a los que les habían dado una muerte rodeada de amigos.

A medida que se acercaban, las lágrimas volvieron a recorrer el rostro de todos. Sonrisas de emoción, sentimientos de rabia por no poder volver con ellos, pero una cierta emoción porque ellos sin consiguieron salir con vida invadían rostros, cabezas y corazones de cuatro personas que se sintieron afortunadas por compartir años de historias y emoción con unas personas que, desde donde quiera que estén, jamás querrán olvidar.

En el momento en que la ambulancia y los coches pasaron por delante de ellos, la canción terminó. A patir de entonces, sus cuerpos traslucidos comenzaron a desaparecer y nunca mas, -salvo en la mente y en los corazones de los que habían sobrevivido-, se les volvió a ver.

LA CARTA OCULTA DE KIKE

Acababa de reirse a carcajas con Curtis tras la sorpresa que le había dado en los vestuarios cuando, todavía entre lágrimas de esas risas, Kike fue hasta la sala briefing, no sin antes ver una cara extraña de don Lorenzo, cogió un papel, un bolígrafo, y se sentó en una de las sillas. Tardó cerca de una hora en salir de la comisaría de San Antonio, ignorando que esa carta sería el último adios para su mejor amigo.

Pasaron los años. Curtis aun estaba derrumbado por la muerte de Kike. Acababan de llegar del funeral, y le habían pedido que vaciara la taquilla del que siempre fue su zanahorio, para entregarle los objetos personales a sus familiares.

Cuando la abrió, encontró una parte del uniforme, cartuchos para la reglamentaria, unas gafas para la sala de tiro, una revista algo picantona (Lo que a Curtis le hizo gracia: "Este cabrón, si que sabía aprovechar las horas de descanso..."). Al fondo de la taquilla, encontró un sobre.

Dejó todo lo demás aun en la taquilla, y lo abrió. Se sentó en los banquillos del vestuario tras ver lo que ponía en la portada: "Para Curtis".

Le sorprendió ver algo tan cuidadosamente guardado y sobre todo que aun no le había llegado a manos de su receptor.

Armado de valor, aun con el cuerpo presente de Kike, decidió desvelarse a si mismo las confidencias que le quiso hacer en vida:

Hola, Curtis

Si estás leyendo esto... es porque mi madre te ha pedido que vacíes mi taquilla. Ais, lo sabía... ya te lo dije una vez: No me veía jubilado con un montón de placas de reconocimiento en el aparador.

¡Pero bueno! No es momento para tristezas. Y menos, porque me acabas de dar uno de los mejores regalos que me has hecho nunca. ¿Recuerdas?. Acabo de venir del vestuario, y tu me acabas de enseñar que estás conmigo para lo que haga falta. Eso me ha hecho enormemente feliz

Curtis no sabía exactamente a qué se refería. No recordaba nada de eso. Tras hacer mucha memoría, cerró los ojos y estó fue lo que se imaginó:

Cuando Curtis volvió en si, empezó a reir, no sin antes percatarse de que sus ojos estaban algo mojados... y sus mejillas también.

Le parecía increible que esa carta llevase oculta tanto tiempo, pero mas increíble le pareció lo agradecido que había sido que había considerado ese momento como un punto de partida para escribir una carta de despedida por si Kike en algún momento fallecía al arriesgar su vida como buen policía fue, aunque torpe.

Siguió leyendo:

... Siempre quise que fueras tú el único que me oyera despedirme desde el otro barrio. La verdad, nunca nadie se había portado así conmigo. Cada mañana que venía a trabajar y te veía... me suponía un motivo para tirar pa'lante.

Cuando nos ponían en operativos distintos, nada era igual. Echaba de menos nuestros momentos en que decidiamos imitar a los grandes sinvergüenzas de la historia y poniamos acentos imposibles para reirnos y hacer menos aburrida la espera de los operativos. ¿Te acuerdas?

"Claro que me acuerdo, cabrón, claro que me acuerdo"... pensó Curtis mientras sonreía y continuaba llorando.

Esta carta es una forma de decirte adios, de invitarme a que, por favor, nunca me olvides. Yo no sé donde habré muerto, pero desde luego espero que, si has estado o no a mi lado, no olvides nunca que siempre fuiste lo mejor que tuve en mi vida entera y también en San Antonio.

Dile a Pove, Curtis y a los inspectores y al subinspector que los quiero: que llegó un día en que, en mi casa comencé a llorar por ver la gran oportunidad que la vida me dio. Espero que el becario y Rita sean muy felices y tengan muchísimos hijos.

Esta tarde les han devuelto los pluses a Paco, Mariano y Lucas por lo del avión que han conseguido aterrizar. ¿No es genial?. Espero que ellos nunca se separen, porque ese puto equipo de remo que tanto mencionan comenzará a hacer aguas y mucha gente les quiere y confía en ellos... como yo.

Dale un abrazo de mi parte a Don Lorenzo y dile que deje sus santos cojones y se renueve un poco, que ya le tenemos mas que calado.

Y finalmente, no sé qué mas decir... Que gracias, gracias, gracias, gracias y mil millones de miles de gracias. Gracias por hacer de una vida que nunca fue lo mejor... algo increible.

Desde donde esté, os prometo que os estaré protegiendo.

Al cerrar la carta, Curtis solo supo algo: Podría haber muerto su historia con Kike, pero nada ni nadie podría arrebartar que, al menos para él, había nacido una leyenda.

EL DÍA EN QUE ME MARCHÉ DE SAN ANTONIO

Sonaba una megafonía en el aeropuerto y se veía a Nelson alejarse. No tenía hambre. Solo le importaba salir de ahí, a cualquier precio.

Tenía en cuenta que no tendría que facturar equipaje: tan solo los recuerdos, pero eso los llevaba ya consigo.

A lo lejos vio a Montoya, que vagaba en pena y que no tardó en percatarse de que Nelson estaba allí. Se dedicó a sonreirle y a enseñarle desde lejos una foto de Rita acogió entre sus brazos y se la llevó consigo, mientras su llanto era el único eco que reflejaba que se alejaba a lo lejos del aeropuerto.

San Antonio se había convertido durante unos meses en su mas preciado hogar. La cosa que mas risa le había provocado a lo largo de su vida era la broma del villancico a don Lorenzo, y eso, estaba en San Antonio.

Se sintió realizado cuando Aito le pidió consejo, y eso, estaba en San Antonio; se sintió un héroe cuando, por proteger a todos, salío en busca de un arma protegido con un escudo, cual caballero andante... y esa muerte, se había producido con sus amigos de San Antonio.

Hay veces en que encontrar su lugar en el mundo supone pagar un precio muy alto. Y eso fue lo que trató de reflexionar Nelson cuando se sentó en un asiento de Barajas.

Trató de pensar en qué sería ahora de sus amigos. Sentía rabía de que su oportunidad de volver de un mundo peor y conseguir ser policía, se había truncado. "¿A veces merece la pena ser héroe y morir en el intento?. El inspector Miranda es héroe... y él ha sobrevivido. Empiezo a pensar que yo no soy un héroe..."

Su madre le decía cuando era pequeño que él tenía que detener a los malos, y traer la paz al mundo. Él le prometió que por encima de todo iba a hacer realidad la ilusión de su madre. Ser policía era mas una cuestión de su madre que de él, pero siempre supo que sus consejos le valdrían para tener una vida mejor. Hacer feliz a su madre estaba por encima de todo.

Pero, ¿y si soy un ángel de la guarda para el inspector Miranda?, pensó. De ser así, concluyó, sería el mayor de los orgullos que podría vivir en sus carnes cualquier policía del mundo en general, y de San Antonio en particular. En ese momento, sonrió. Otra cosa mas se le había pegado de ellos: bondad, amistad, generosidad...

Le apenaba no poder quedarse en San Antonio. Sentía la impotencia de no poder volver a abrazarles, uno por uno, y de susurrarles también lo que sentía por ellos. No podía creer que jamás volvería a pisar esa comisaría, a que nunca escucharía los disparos que nunca daban en la diana de Kike y de Curtis, que jamás podría volver a entretener con las bromas descabelladas o que nunca tendría el apoyo de Paco, quien recogió su cuerpo sin vida tras el tiroteo.

Lo último que quiso pensar antes de desaparecer del mundo fue que, por fin, se iba a reencontrar con su madre. Fue hasta la recepción del avión, y el azafato preguntó a alguien hacía qué destino iba.

Nelson, miró hacía el cielo, sonrió, dejó caer una lágrima... y desapareció.

Espero de todo corazón que os haya gustado. Es un homenaje a vosotros y solo a vosotros.

Saludos

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