Cinco años de magia, cinco años de vida. La semana pasada, Sálvame celebraba su quinto aniversario y lo hacía a lo grande, logrando emocionar a colaboradores y a público. Y es que el colorido cortijo volvió a sorprender y a reinventarse, convirtiendo el plató en un sorpresa, sorpresa que dejo con la boca abierta a los presentes y a los que se encontraban al otro lado de la pantalla. Sálvame celebra que su patio de vecinas sigue con más vida que nunca, por mucho que le pese a la crítica más rancia. Ya comente hace varios meses que lo bueno del programa es ese culebrón de vértigo en el que se encuentran los colaboradores. Periodistas y no periodistas que se toman la vida con humor, dejándose los prejuicios en casa para dar lo mejor de sí mismos a una audiencia que admite que desde que meriendan junto a ellos, su vida es más alegre.
En Sálvame hay sitio para todos, para los héroes y los villanos, y este punto logra que el espectador se sienta identificado con alguno de los miembros del cortijo; siendo esta una de las claves de su éxito: la totalidad de roles que contribuyen al desarrollo del programa, gracias a una gran valentía y generosidad por parte de sus colaboradores. Pero habrá muchos que después de este quinto aniversario sigan catalogando a este programa como basura, sin reconocer que Sálvame ha reinventado el mundo del corazón, algo que también hicieron en su día ¡Qué me dices! y Aquí hay tomate. Sálvame ha logrado convertirse en un neorrealismo televisivo diario donde los cebos protagonizados por las vidas de los colaboradores suponen el máximo aliciente del programa, siendo fundamental la ausencia del Ser Excepcional, y eso, por mucho que le pese a la crítica, es lo que le gusta a la gente: mirar la tele como si ésta fuese un espejo, y contemplar verdad. Y la verdad, está cargada de fallos; y los colaboradores de Sálvame están dispuestos a mostrar los suyos. No solo de virtudes vive el hombre.
El magacín diario ha sabido sobrevivir a los críticos y a los espectadores más intolerantes, porque al fin y al cabo, las personas sienten la necesidad de opinar sobre todo aquello que les afecta en mayor o menor media. Incluso opinar sobre lo que le afecta al de al lado, y esto bien lo saben los trabajadores del programa, que a lo largo de estos cinco años han introducido elementos nunca antes vistos en la televisión: la trastienda del plató, los pasillos de Telecinco, el trabajo en directo de los directores, una realización que no duda en perseguir a los colaboradores cuando en un ataque deciden abandonar su puesto de trabajo... Elementos que han hecho de Sálvame el centro de atención de todas las miradas, logrando destacar y estar en boca de todos.
Sálvame salvó a colaboradores como Kiko Hernandez, Lydia Lozano, y a una larga lista formada por profesionales que llevaban un largo tiempo sin salir en los medios; pero sobre todo, nos salvó a todos nosotros al devolvernos esa diversión repleta de colores que se había borrado tras la desaparición del tomatito y del saloncito de Emma García; por eso, espero que Sálvame cumpla muchísimos años más.