Querido Gran Hermano

Estoy feliz, y no me avergüenza declarar que este entusiasmo se debe al arranque del casting de ese mágico concurso que inauguró un nuevo género televisivo, y que a día de hoy, une a tantas personas. Estábamos impacientes y la espera ha sido ardua, pero gozo del convencimiento de que ha merecido la pena. Estoy seguro de que la próxima edición de Gran Hermano nos va a emocionar. GH es el mejor reality de la parrilla, aunque muchas personas que se empeñen en ensuciar su imagen.

La vida en directo provoca que millones de personas estén pendientes de unos desconocidos generosos, dispuestos a ofrecernos su esencia durante cuatro meses. Algunos dicen que este formato está muerto y manipulado, que siempre es lo mismo y que solo es seguido por personas sin vida. Los seguidores del formato nos sentimos obligados año tras año a dar explicaciones ante la incomprensión e intransigencia de los que se niegan a comprender nuestra gran afición por lo más bonito y limpio que puede existir en este mundo: observar y disfrutar de las emociones de los demás.

Tengo la inmensa suerte de seguir GH desde su primera edición, cuando solo tenia 13 años. Esa edición que obtuvo un share medio del 52,1% y 8.285.000 espectadores. Desde que vi la primera gala por casualidad, me enganché al concurso por completo. Seguía el programa junto a mi madre, tanto galas como resúmenes diarios. Cuando yo iba al colegio, ella, que pasaba la mayoría del tiempo en casa al estar parapléjica, me contaba todo lo que había sucedido en la casa más famosa de España.

Pasaron los años, GH evolucionaba al igual que las vidas de sus seguidores, y como no, la de mi madre y la mía propia. Fue la octava edición la ultima que seguí junto a ella, ya que por motivos laborales me trasladé a vivir a Madrid, pero esa circunstancia no logró que viviésemos esta afición por separado. Mi madre y yo hablablamos constantemente por teléfono para opinar sobre lo que ocurría en el concurso, ya que como buenos seguidores, eramos adictos al canal 24 horas. A mí me da igual lo que digan los demás, y me es indiferente que me tilden de chalado.

Nunca he visto que los seguidores del fútbol sean juzgados por ello, pero si me he cansado de sentirme como un apestado incluso entre mis amistades por estar más tiempo en casa durante GH. Yo ya no doy explicaciones, ni me justifico por quedarme un viernes encerrado y pasarme toda una noche conectado a la casa de Guadalíx. Gran Hermano me ha enseñado a observar a los demás y a tener cautela, algo que mi madre aprendió desde niña al estar sentada en una silla de ruedas y ser una espectadora de su propia vida en multitud de ocasiones, y es que contemplar no es diferente a percibir, ofreciéndote a ti mismo la posibilidad de escoger el camino que más te interese, sea o no el correcto. Yo solo sé una cosa: sé que he crecido con gran hermano, y que cada vez que escucho la sintonía del reality se me pone un nudo en la garganta. Sé que mi madre, y miles de personas que están obligadas a estar enclaustradas entre cuatro paredes, curan su soledad durante cuatro meses, y también sé que cuando este espectáculo empieza, la red se anima como nunca, gracias a la fobia y las pasiones que logran esos concursantes por los que sentimos cariño, admiración o rechazo.

Y la maquinaria de uno de los formatos de TV más vendidos en todo el mundo, emitiéndose en más de 40 países: Brasil, Bulgaria, Chile, Colombia, Croacia, República Checa, Dinamarca, Ecuador, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estados Unidos, Finlandia, Filipinas, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Hungría, India, Israel,Albania, Argentina, Australia, Alemania, Bélgica Italia, Macedonia, México, Oriente Medio, Holanda, Nigeria, Noruega, Perú, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Serbia, Suráfrica, Suecia, Suiza y Tailandia ha comenzado a funcionar, y está vez los que sueñen con vivir esta experiencia desde dentro, podrán hacerlo con algún amigo, pareja o conocido.

Intuyo que esta próxima edición va a ser muy grande: Gran Hermano 15, la edición bonita. Vuelve GH, vuelve la vida.