Creo que María Teresa y Terelu no eran conscientes de donde se estaban metiendo. Se nota que no están cómodas ante las consecuencias de abrir las puertas de su casa en nochebuena a millones de espectadores. Lo que no pueden pretender es que los colaboradores jueguen a medias en un camino que no tiene retorno. La que peor lo está pasando de todos es Mila. Ella conoce las reglas, las sufrió hace pocos meses en un reality y se enfrentó a todo tipo de críticas. Se nota que está siendo complicado para la colaboradora opinar sobre la vida de su amiga y compañera Terelu, y es que las protagonistas del asunto tampoco se lo están poniendo fácil, ni a ella ni al resto de colaboradores. Deberían aceptar las campos, que es inevitable que la relación entre madre e hija sea objeto de opiniones y discusiones.
También debería tener Maria Teresa más manga ancha a la hora de abordar ciertos asuntos. Aspectos de su vida que se ponen en el disparadero desde punto y hora que aparecen transformados en cena de nochebuena constituyendo el hilo argumental del reality, docu-reality o como lo quieran llamar. No está siendo un camino de rosas para los colaboradores, que no olvidemos son fundamentales e imprescindibles para fomentar un espectáculo que tiene como misión acaparar cuantos más puntos de share, mejor. Debería Mila tener menos presión y sentirse libre para opinar lo que le venga en gana, sin remordimientos y sin frustración. Al fin y al cabo, también opinaron de ella hace menos de un año cuando pasaba calamidades en una isla desierta.
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