Gran final la que vivimos ayer. Fue Abraham quien se llevó el premio con un porcentaje más que ajustado, quedando demostrado el gran nivel de los dos finalistas de esta edición. Abraham ha sido un concursante sincero y auténtico, atreviéndose a ser a fiel a sus ideas sin temor a la opinión de la audiencia; de lo contrario, no habría nominado durante seis semanas consecutivas a Nacho Montes, cuando este ultimo siempre era salvado por los espectadores. Abraham se la jugó y no se rindió ni se cambió de chaqueta en ningún momento, cualidades que le han conducido al triunfo. Pero no solo han sido su verdad y seguridad los ingredientes que le han otorgado a Abraham los 200.000 euros. No debemos olvidarnos de sus grandes dotes como superviviente, algo que no veíamos desde hace mucho tiempo. El guaperas de Gandia Shore no aterrizó en esta aventura con buen pie, dejándose vencer por el hambre y la pereza, hasta que una llamada de su novia convirtieron estas trabas en retos que el manchego superaría con creces, dejándonos a todos pasmados al ver como no había pruebas de recompensa ni juegos de líder que se le resistiesen.
Sin ninguna duda, el gran perdedor no es otro que Nacho Montes, y no solo por quedarse en ese temido puesto que horroriza a todas las personas dispuestas a entrar en un reality. Las teorías de las que se vanagloriaba el estilista al afirmar que Abraham no tenía tanto cariño por parte de la audiencia al no exponerse al público, caen desde este momento en saco roto. Debería reflexionar un poco Montes, a parte de revisarse algunos temarios de cultura general y cuestiones tan básicas como el numero de años que le corresponden a un lustro. Más que nada, para no volver a hacer el ridículo de forma tan espantosa. Y es que ya se sabe, dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces. El carácter de Nacho Montes responde perfectamente a este clásico refrán, al haber demostrado todo lo contrario a lo que él mismo proclama en su carta de presentación. La vulgaridad con la que el prepotente concursante ha jugado no le ha valido ni para convertirse en el villano de la edición, porque hasta para ser el malo en un concurso, hay que tener estilo y categoría, virtudes de las que él carece. El pobre ha quedado pues, como el mono de feria que ha necesitado tirar los trastos a dos exviceversos para llamar un poco la atención y crear una trama individual, ya que por sí mismo, no tenía nada que ofrecernos, salvo una lista de infantiles insultos y una vagancia que no casa con este formato. Abraham también se ha aprovechado de los votos de aquellos que querían darle todo un zas en la boca al señor Montes, que muy ridículamente confesaba su deseo por la victoria de Rafa Lomana, otro concursante al que atacó sin piedad y sin remordimientos. Pero claro, a falta de pan, buenas son tortas, y lo que el maestro de protocolo pretendía impedir por encima de todo, es que no ganase el valiente que le ha retado durante todo el concurso; ese valiente con un menor nivel cultural que el estilista, seguramente, pero con una gran humildad y una gran educación, cualidades que le faltan al mono de feria de esta edición.
Rafa Lomana estuvo a punto de llevarse el gato al agua. No habría sido una victoria injusta ni mucho menos. Es más, yo estuve dudando en varias ocasiones sobre cual de los dos finalistas merecía ganar, sin lograr decantarme. Rafa ha demostrado con su resistencia y fuerza mental que es un superviviente como la copa de un pinto, y los porcentajes han dejado claro que ambos concursantes eran merecedores del premio. Menos afortunada estuvo su hermana Carmen Lomana, que se dedicó a lavar los trapos sucios en Twitter afirmando que su madre había sido engañada y manipulada para ir a ver su hijo, algo cuanto menos, extraño.
Hoy tendremos la oportunidad de disfrutar de Rafa y de Abraham en el debate de Supervivientes, y la noche promete ser muy interesante.