El pasado viernes, se estrenaba en Sálvame diario el videoclip ''sandovalizate'' de Víctor Sandoval. Un vídeo en el que han participado Belén Esteban y Kiko Hernández entre otros. Víctor cumplió de nuevo con sus seguidores y con esa parte de la audiencia dispuesta a disfrutar de la espontaneidad de uno de uno los colaboradores más auténticos de las tardes de Telecinco. Sandovalizate es una canción atemporal y repleta de optimismo, válida para el verano y para el invierno. El single del colaborador invita a la gente a escapar del mal rollo y a sentirse bien, a pesar de los baches que uno se encuentra en día a día.
Después de verle bailar y celebrar dicho estreno, podemos decir que Víctor está viviendo una nueva etapa en su vida. Una época marcada por el optimismo y protagonizada por un Víctor renovado, muy alejado ya de aquel tormento televisado en el que solo veíamos un carácter excesivo que rozaba el abismo. Por fin se reconoce en él a aquel profesional que tan buen sabor de boca nos dejó en los programas que condujo, especialmente el inolvidable Mamma mía.
Víctor es incapaz de no involucrarse en todo lo que rodea su vida. Él es un hombre intenso, de esos que no representan papel alguno. Es auténtico, es verdadero. Personas como él, de esas que disfrutan hasta el límite y sufren hasta la extenuación, hay pocas. Me refiero a que en Víctor queda todo bonito; pues uno disfruta viéndole feliz, bailando en el plató de sálvame como un niño pequeño y también se queda uno embobado observándole llorar en horario de máxima audiencia por un desamor.
Sí, Víctor ha sido demasiado generoso. Ha desnudado su alma sin ser consciente del alto precio que podía pagar por ello, originando una época en la que la sombras eran muchas y las luces pocas. Días de drama donde sus detractores brindaban ante tal macabro carnaval, repleto de historias surrealistas convertidas en cotidianeidad. Época en la que una legión de mediocres sin corazón, aprovecharon la debilidad emocional de un desprendido en apuros, para cuestionar los días dorados en los que la protagonista absoluta, fue la profesionalidad de un presentador que marcó un antes y un después en la forma de hacer corazón en este país. Y es que Víctor, ese loquito encantador que sin pudor pero con exceso de arte y humor, logró encandilar a millones de espectadores a lo largo de los últimos años, está resurgiendo para volver a darnos eso que tanto nos gusta: esos ingredientes que le llevaron a lo más alto. A ese lugar que una vez abandonó por desafecto y dolor, pero al que regresa con más experiencia y con más resistencia que nunca.
El futuro de Víctor en televisión, como para el resto de profesionales del medio, es un enigma. Pero lo que es seguro, es un presente que está marcado por unas intervenciones esperanzadoras donde el desgarro y la cólera han sido sustituidas por la ironía y la socarronería de un grande que poco a poco, cicatriza las heridas que han hecho de él, sin duda, alguien muy especial.
Atrás quedaron los claroscuros. Es tiempo del multicolor y de las cosas bien hechas. Es de nuevo su momento. Víctor se ha ganado una nueva oportunidad, y es que el sol, ha vuelto a salir.
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