El poder de la pluma

Ahora que la pluma sale de paseo más que nunca, viajando incluso hasta La India, es hora de poner de manifiesto el poder que tiene ésta en los medios. Y es que me resulta bastante tedioso lidiar con todos aquellos espectadores y personas que, en general, menosprecian o utilizan un tono despectivo para referirse a aquellos personajes que gracias en parte, al poderío de un ramalazo cachondo y guasón, han logrado crearse una personalidad inolvidable dentro de la pequeña pantalla. Basta de tener miedo o decir que alguien tiene pluma como si esto fuese un defecto; para prueba de ello, el autor de este blog, qué luchó desde la infancia contra la asociación de padres de un colegio católico, y con todo el alumnado de aquellas paredes cargadas de represión. Decidido a no renunciar en ningún caso ni a su identidad, ni a sus plumas. Librémonos pues, del repudio y rechazo de los sujetos cargados de prejuicios que subestiman la pluma, porque, ésta, siempre acabará triunfando, y para prueba de ello, la siguiente lista cargada de poder rosa.

La pluma chunguita: No es imprescindible ser homosexual para ser amanerado, aunque mentes cerradas piensen y afirmen lo contrario. La pluma ha invadido esta temporada los talent show de nuestra programación. Un gran descubrimiento han sido Los Chunguitos, en ocasiones, más femeninos que sus propias heramanas Toñi y Encarna. Míticos gracias a sus parodias y a sus intervenciones improvisadas cargadas de un singular amaneramiento que nos encanta.

Melody: No sólo los chicos tienen pluma. No podemos obviar a la mujer drag queen, aquella que gracias a su fuerza y teatralidad, desprende mucha más pluma que ciertos hombres amanerados; viva prueba de este tipo de mujer es Melody, pero hay otras plumíferas que nos llevan acompañando desde hace años, como la inimitable Loles León.

Boris Izaguirre: Todos mis libros tienen mucho que ver con mi formación personal y política. A mí me gusta mi pluma, declaró el autor de 'Morir de glamour'. Cierto es que Boris nunca se avergonzó de su pluma, acentuándola en una época donde la sociedad no era tan tolerante. Izaguirre es el claro ejemplo de cómo una persona puede optimizar su amaneramiento y hacerse respetar en un mundo donde los convencionalismos hacen mucha pupa.

Jorge Javier Vázquez: Quizás el presentador que ha recibido más criticas por los contenidos en los que ha trabajado, siendo tachado en la mayoría de los casos de 'maricón'; y no solo entre los espectadores. Han sido muchos los guiones de programas de otras cadenas los que hacían referencia al amaneramiento de Jorge Javier en un intento de ridiculizar al presentador. Esos mismos que defendían una programación bajo una filosofía intelectual, cuando lo que estaban realmente haciendo era crear ese corrillo que tanto juzgaban de viejas chismosas que se dedican a despellejar a la vecina de pechos grandes. Evidencia que deja al descubierto la gran homofobia que sigue presente en nuestro país; ser gay e ir de la mano con tu pareja por la Gran Vía mola mucho; pero si lo haces en Cuenca o en algún pueblo perdido de la mano de Dios, te arriesgas a que te soben el morro. Es por eso que, nunca serán suficientes las reivindicaciones porque las leyes, sin restarles importancia, no cambian una realidad de la noche a la mañana. Jorge Javier es el primero en reírse de si mismo. No duda en bromear sobre la sexualidad en sus programas, dándole una naturalidad al asunto, qué ya podrían haber hecho nuestros políticos desde el congreso. ¡Chapeau!

Internet: Y el menosprecio hacia la pluma también esta presente en las nuevas tecnologías y entre las nuevas generaciones. Como prueba de ello, los insultos que dejan muchos usuarios en este blog, que bien podrían decirme algo que yo no supiese y de lo que estoy muy orgulloso.

A mis 26 años, después de haber pasado ciertas situaciones en mi vida, donde la homofobia ha estado presente en varias formas, que me llamen maricón en tono despectivo, es algo que, a estas alturas de mi vida me reafirma y me sirve de aliciente para seguir mostrándome como soy, porque al fin y al cabo, es lo único que nos queda; ser como somos.