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Radiografía 'LHDP': pugna entre el protagonista y los que no lo son

Lunes 29 de Junio de 2009 21:10
 

A pesar de que, a todas luces como consecuencia de las cristalinas demandas de la mayoría de seguidores, el protagonismo de la pareja de becarios ha decrecido, y que, a pesar de continuar desnivelado, se ha

reintentado distribuir el régimen de apariciones, prosigue resultando denigrante contemplar cómo Paco Miranda, quien da nombre a la serie, se ve obligado a enfrentarse a esta burlesca competencia que pretende disputarle el título de protagonista.

Que en un capítulo como "Héroes", que deberían ser explícitamente suyo, deba salvar este contratiempo, da fe a la premisa de que la televisión, ahora más que nunca, se rige por principios de comercialidad y no de calidad, como se insiste en hacernos creer.

Es por eso que los últimos capítulos, sobresaliendo el 100, una elegante, planificada y oportuna conmemoración, no han ayudado a limar asperezas, si no más bien a aclarar sospechas. En líneas generales, y precisamente por culpa de los susodichos, ese episodio fue un homenaje que no consiguió hacer justicia ni por asomo a todo lo que 'LHDP' han vivido... pero probablemente sí a lo que les queda por vivir.

¡Oh, no! ¡He puesto a Paco antes que a Aitor! Habrase visto...

Mucho se lleva hablando de que esta serie se encuentra en las últimas, carcomida y resentida por el desgaste del tiempo y los muchos baches a los que ha debido hacer frente. Pero a pesar de que es innegociable que 'LHDP' han decaído exageradamente respecto a sus inicios, yo siempre he preferido contemplar el voluble e incierto futuro de esta con ojos optimistas.

Lo cierto es que últimamente me resulta muy costoso. Ya fui testigo una vez, allá por la segunda mitad del Caso Káiser, de cómo la calidad de la serie se hundía irremediablemente a causa de la estúpida intención comercial de sustentar la atención del espectador en una relación, de jugárselo todo a una mano, la cual no era otra cosa que la pareja formada por Sara y Lucas.

Ahora, la historia se repite, con la única salvedad de que han dado el cambiazo en el puesto del caballero, reemplazando a Lucas por Aitor. Y ni siquiera eso se puede afirmar con certeza, ya que el personaje de Mario Casas ha mutado hasta convertirse en una réplica convenientemente matizada del de Hugo Silva, atravesando incluso vivencias que en su día ya enfrentó el propio subinspector Lucas Fernández.

Con resultados considerablemente más negativos que durante la primera vez que desarrollaron esta táctica, la pareja de becarios, lucrativa herramienta en manos de los productores, que han demostrado tener mucha más voz que los propios guionistas, se ha convertido en el inconfundible cáncer de 'LHDP'.

Por culpa de Sara y Aitor, últimamente cada miércoles, jueves, o el día que se tercie según la semana, veo capítulos de apenas 50 minutos, en lugar de los más de 80 habituales.

Cada buen momento que pueda registrarse en un capítulo es desbaratado con la intercalación de alguna escena de los ya mencionados becarios, situando así sus encuentros sexuales, esos que tan a menudo perfilan en los avances, a la altura de las tramas principales y de mayor interés, para que así nadie pueda obviarles.

Es por eso que los últimos episodios, que gozaban de un material espléndido y muy prometedor, se encuentran surcados de variaciones, y podrían ser perfectamente retratados en un gráfico pendular, oscilando repetitivamente entre un medido interés y un aburrimiento soporífero, provocados por estos dos promotores de altibajos.

No obstante, los responsables de la serie también saben mirar más allá de vez en cuando, y quizás por eso tienen en cuenta la -¡impensable!- posibilidad de que existan personas a las que no les atraiga el nuevo cariz que han cobrado los acontecimientos.

Y por eso mismo, para compensar a los detractores de esta pareja, dan por hecho que con ocasionales gracietas sexuales y chistes sobre cuernos conseguirán que esta relación, más propia de una telenovela adolescente o del cine rosa, encaje en el contexto general de la serie, errando así con aun mayor vanidad.

Además de eso, amagan a menudo con la redención de Sara, para hacerla retractarse instantaneamente, siendo esta una inteligente maniobra para contentar a ambas facciones (proLucas y proAitor), de la misma forma que el patrón según el cual los becarios deben turnarse el derecho de dar pie al contrario para perpetuar la relación cuando este se arrepiente, internándonos así en un interminable y rutinario bucle que no conduce a ninguna otra parte que la intermitente redundancia de una misma insensatez.

Y de todas formas, mucho más sencillo que pretender aliviar la tensión ahora, lo correcto habría sido no alcanzar nunca estos extremos.

Lo más destacable de la situación es el acaparamiento de protagonismo con el que se ha privilegiado a esta pareja, poniéndose de manifiesto notablemente en los últimos episodios, y siendo la principal prueba de la desesperante degradación a la que Globomedia intenta hacer frente, inconsciente de que es ella misma quien la ha engendrado y fomentado.

Sin ir muy lejos, me irrita soberanamente la reduccion de aparición con la que cuentan últimamente Kike y Nelson, prácticamente figurantes, para que su tiempo se puede invertir en algo, a su entender, mucho más provechoso, que es la posibilidad de permitir a los becarios explayarse aun más.

En la imagen, dos víctimas afectadas por la gripe aviar

Pero está claro que esta situación no incomoda únicamente a los seguidores de la ficción. La actriz Michelle Jenner, que interpreta a Sara, un personaje salpicado por el pateticismo, fue autora en el capítulo "Todo por lo lega" de la peor interpretación que ha registrado la serie en 101 capítulos, tanto que solo pudo ser intencionada. La actriz ha empleado el único medio a su alcance para expresar y compartir su disconformidad, y si bien en capítulos anteriores esta incomodidad ya era palpable, en este ascendió a algo obvio.

Señales de humo...

Su personaje siempre ha sido víctima de una convulsiva controversia, pero en los últimos tiempos se había aflojado la cuerda (en realidad una balsámica tregua previa al ahorcamiento definitivo).

Y es que la evolución gráfica de Sara Miranda es digna de mención: de caprichosa compulsiva en las primeras tempordas, pasó a ser una irrisoria parodia de Nikita. A principios de la presente temporada se encontró por primera vez bien ubicada, siendo la sensata heredera del altruista legado materno que había abandonado Lola -que habían forzado a abandonar-. Es una lástima que esta posición se limitase a un puñado de capítulos, para alcanzar posteriormente el término final de esta corrupción que no admite retorno, y que ha culminado con la transformación de Sara en una insociable ninfómana adicta a la infidelidad.

¿Y qué hay de Aitor, ese espongiforme personaje que no es más que una cara con la que pregonar las virtudes sexuales de la serie en las revistas juveniles? No hay nada de lo que resarcirse, más allá de que es un insípido y balbuceante becario que han elevado a soberano de la comisaría, sus tierras y sus aldeanos, empecinados en la necesidad de que la serie cuente con un Lucas Fernández a toda costa, y en cuya boca colocan lindezas y profundas reflexiones existenciales para convertirle repentinamente en un personaje inteligente (rasgo que en esta serie está fuera de lugar, y más si se manifiesta en forma de este individuo).

También tachable de lastimoso a más no poder es el hecho de que todos los capítulos correspondientes a la llamada "Resurrección" se promocionen como un inagotable cúmulo de tórrida acción y sudoroso suspense por doquier.

Y por supuesto que sí, eso es innegable: todos y cada uno de los polvos de los becarios han destilado adrenalina...

Y yo no puedo evitar preguntarme: ¿qué ganan con tan insignificantes e irrelevantes escenas de sexo? ¿Tan necesario era seguir la estela de "Fuga de cerebros" para que Mario Casas se sintiera cómodo?

Estupideces como esas son las que despedazan muchas de las secuencias mágicas de las que Paco ha gozado en estos capítulos, como la persecución de Vittorio en el maizal, marcada por una actuación divina de Paco Tous. Es un momento antológico, épico incluso, que el montaje maltrata hasta la desintegración, ya que exige una continuidad ininterrumpida, que en cambio es irracional y premeditadamente desmenuzada, intercalando húmedas porciones de la temática "becaril".

Una tensión palpable entre villano y policía, puntualizada por la mirada turbia de Paco, que se desvanece en tan solo un instante para dar paso a un primer plano de las bragas de Sara;

Catalizador de vergüenza ajena #1

La impagable mueca de pánico de Vittorio, hecha posible gracias a Frank Crudele, otro fichaje de inestimable valor, que también enmudece espontaneamente, siendo devorada por un desmotivado cuadro de Mario Casas desnudo.

Catalizador de vergüenza ajena #2

Y para que después, con una desfachatez mayúscula, se vomiten escenas como la co-boda o los co-encuentros sexuales entre los becarios íntegros y sin interrupciones, siendo la gota que colma el vaso la duplicidad de Aitor Carrasco durante la susodicha boda. Por si la gallina de los huevos de oro de Globomedia no supiese ridiculizarse lo suficientemente bien en solitario, le ofrecen la oportunidad de hacerlo simultaneamente por dos frentes... siendo doblemente digno de sumarse a la cola del INEM.

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Y luego está el tema de los gazapos... ¿podría ser que los guionistas actuales nunca han repasado el trabajo de sus predecesores? Presumiblemente, sí podría, pero existen otros motivos además de este para orquestar estas contradicciones voluntarios: una conveniente reescritura de la historia.

Pase que Aitor proceda ahora de Madrid en lugar de León, como afirmó en su primera aparición, pero... ¿y el origen del nombre de Sara? De ser un insistente regalo de Lucas, el elemento sobrante que intentan suprimir y hacer desaparecer a toda costa de sus archivos pero que paradójicamente nombran cada dos pasos, ha pasado a venir motivado por una película que Paco y Lola vieron la noche en que concibieron a su hija. ¿Se puede saber qué ganan con esto? Simple y llanamente, preparar el terreno para la integración de Aitor.

Los errores guionísiticos, en lugar de tal cosa, se han convertido en una técnica recurrente empleada para solventar contratiempos e inconvenientes. ¿Que surge algún problema? Nada que un buen gazapo no pueda solucionar. Esta será la nueva consigna de Globomedia.

Supongo que estaré exagerando al extender este asunto al grado de conspiración televisiva, pero tengo la sangre candente a condición de ver en qué cenagales se está sumergiendo la que durante demasiado tiempo fue mi ficción favorita.

Estoy soberanamente harto de que cada episodio se columpie entre la degradación de los personajes y la deidadificación de Mario Casas, de que los productores solo profesen empatía hacia la minoría a favor de la pareja de becarios y de que no pasen más de 5 minutos sin que nos empapen de su nauseabunda presencia y sus empalagosos intercambios de cacareos.

Sara Miranda siempre había sido objeto de mi irritación, y Aitor Carrasco ha demostrado esta temporada ser capaz de provocarme una urticaria. La tirria que siento contra ellos no tiene parangón cada vez que les veo enfundando sus respectivos dedos en anillos de regaliz, deteniendo a números dos de la mafia italiana a base de polvos y extintores o privando a los personajes de situaciones que en circunstancias normales deberían estar reservadas únicamente para ellos. Mención especial para el becario dibujando filigranas bailarinas en el aire con cuchillos, hachas y demás armas arrojadizas. Imagino que un seguro de vida para Mario Casas, que de este modo podrá dedicarse al espectáculo circense una vez concluya la serie y se encuentre desamparado en el mundo de la interpretación.

Me entristece mucho saber, aunque por todo lo que he dicho pueda parecer que no, que 'LHDP' no lograrán desprenderse de las galas fúnebres que ahora lucen hasta haber empaquetado a estos dos incongruentes y haberles enviado a Madagascar, donde podrán vivir sin amargar a nadie su descafeinada historieta de amor, que nos ha obligado a redefinir la serie partiendo una vez más de cero, resultando esta vez peor parada que nunca.

Por muchos galardones y elogios que acumulen Paco, Mariano, don Lorenzo, Povedilla, Curtis, Kike, Nelson, Rita, Montoya, Silvia, Pepa, y permítaseme añadir a Félix en un alarde de egoísmo, mientras estos dos personajes fuera de contexto se mantengan en la serie, envenenando al resto y las tramas del resto, no habrá nada que hacer.

Y yo ahora me pregunto: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? La respuesta es irrelevante: lo único que realmente importa es que de la unión de ambos nació Aitor Carrasco, el ídolo tardío de una generación.

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