Es dificil destacar una escena por encima de las demás en una película imprescindible de principio a final, pero quizás lo más memorable de la misma tras su visionado sean esos largos planos secuencia en los que la protagonista deambula por las calles de su ciudad haciendo tiempo para no tener que regresar a su casa y enfrentarse así a su progenitor. A mayor abundamiento, todos sus intentos por escapar a su destino parecen condenados al fracaso ante la reticencia de su padre a separarse de "su princesa", por un lado, y la indiferencia cómplice de una madre (Belén Rueda) que no sólo no tiene ningún reparo en abandonar a su propia hija en semejante situación sino que además se niega a creerla cuando esta se decide por fin a revelarle la aterradora verdad.
Así las cosas, Silvia aprovecha cualquier excusa (estudios, ensayos musicales, visitas a su madre o reuniones fictícias con sus amigas) para ausentarse de su domicilio. En su silencioso vagar sin rumbo por la ciudad intuimos buena parte del miedo y la angustia existencial que acompañan a Silvia y que cristalizan en el fallido intento de suicidio al arrojarse del taxi. En una inversión siniestra de valores, lo cotidiano se vuelve aterrador y la ciudad pasa de ser un entorno acogedor a convertirse en un laberinto del que es imposible huir y en el que la protagonista parece condenada a regresar una y otra vez junto a su abusador; mientras que la residencia familiar, lejos de ser un refugio, supone la expresión última del infierno del que Silvia intenta - infructuosamente - liberarse sin conseguirlo hasta el final del filme cuando, tras enfrentarse a sus miedos y a su atormentador cara a cara, Silvia decide tomar las riendas de su existencia y empezar una nueva vida.
Para muchas personas, acostumbradas a una Michelle más alegre y jovial, este filme puede haber supuesto todo un revulsivo. La actriz deja atrás su faceta como "Lolita adolescente" (como ella misma se definía en una entrevista reciente para el Magazine de el diario El Mundo) para bordar con matrícula de honor su salto a la madurez profesional en un papel que le puede suponer una nominación a los Goyas del 2012. Todo un logro para aquella jovencita que ya desde niña soñaba con ser actriz y que con tan sólo 24 años se ha convertido ya en toda una estrella por méritos propios.
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