Antes de seguir adelante conviene que repasemos un par de puntos básicos. En España hay dos tipos de subvenciones, las previas que como su nombre indica son las que se conceden para ayudar al rodaje del filme, y las posteriores, que se reciben después del estreno y varían en función de la taquilla. Se trata este de un tema (el de las ayudas económicas al cine) que siempre ha levantado polvareda y provocado enconadas discusiones entre los partidarios y los detractores del mismo. Sin embargo, el recrudecimiento de la crisis unido a los recientes escándalos relacionados con la concesión irregular de este tipo de ayudas han contribuido a dibujar un panorama más sombrío, mientras que las recientes declaraciones del nuevo ministro del ramo acerca de la necesidad de recuperar la "subvención de la cultura, en vez de la cultura de la subvención" no han servido precisamente para calmar los ánimos del sector. En cualquier caso, es probable que durante las próximas semanas se anuncien novedades determinantes para el futuro de la industría en nuestro país.
Para que quede claro vaya por delante que no tengo nada en contra de las ayudas económicas al mundo de la cultura - en general - y al del cine, en particular. Gracias a ello se pueden rodar muchas buenas películas que de otra manera se habrían quedado para siempre en el cajón de los proyectos olvidados. Sin embargo, no menos cierto es que en otras ocasiones también se tira el dinero en proyectos infames, cuando no se ruedan largometrajes con el único y exclusivo fin de cobrar la subvención. Pongamos que durante el pasado año 2011 se rodaron en España unas 150 películas: ¿cuántas de ellas se han estrenado en cines? ¿cuánto tiempo han durado en pantalla? ¿cuántas se han editado en DVD o cualquier otro formato? Verdad es que el problema en sí es mucho más complejo, pero por eso mismo no habría que permitir que la crisis sirviese como excusa para liquidar el sistema, sino en todo caso para reformarlo y que fuese mejor y más eficaz, al tiempo que guionistas y cineastas deberían hacer un mayor esfuerzo por conectar con los intereses del público y evitar así usar las subvenciones como muletas para rodar películas que luego a la postre no tienen repercusión alguna más allá de engordar el curriculum de sus responsables. No será fácil y exigirá algunos sacrificios, pero el viaje más largo, como se suele decir, comienza con un simple paso.
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