Si nos acercamos a su más estricta definición, la belleza es una propiedad que pertenece a las cosas y que
American Horror Story es bella.
Ha cultivado en mí la adicción, la elucubración, el miedo, la intriga, el susto...sensaciones que ya había perdido mientras veía una serie. En poco tiempo ya se ha convertido para mí en un clásico y todo lo que eso conlleva.
Su estética cuidada y la vuelta a unos estereotipos del terror rejuvenecidos hacen de ella poco más que una joya entre tanta historia manida que la televisión americana nos ha traído en esta nueva temporada.
No sé si han sido los tan bien llevados 50 años de Ben Harmon (Dylan McDermott), la elegante belleza de su mujer Vivien (Connie Britton) o la adolescencia macabra de su hija Violet (Taissa Farmiga)...o quizás la intriga y repugnancia de Larry Harvey (Denis O'Hare) o la majestuosidad de Constance (Jessica Lange) junto con la fragilidad y sensualidad de las dos Moira (Frances Conroy, Alexandra Breckenridge)...o posiblemente las ganas de rehabilitar a Tate Langdom (Evan Peters) o la ternura y escalofrío que provoca Adelaide (Jamie Brewer). No sé que ha sido, pero esta serie ya me ha secuestrado.
Pero es un secuestro agradable, salpicado del síndrome de Estocolmo. Me inquieta y al mismo tiempo me gusta. Me asusta y al mismo tiempo me relaja. Un sadomasoquismo audiovisual que tiene su máxima representación en esa figura de látex que tanto nos perturba a los que seguimos la serie.
Un saludo.
La caja enajenada
PD: Gracias a todos los que habéis leído mi anterior post sobre Smash y Glee. 2000 visitas no está nada mal. Y gracias por las críticas, las buenas y las malas.
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