De la fauna tertulianera que pulula por programas vespertinos, como Sálvame y similares conviene hacer un análisis a fondo. Comenzaré por la ínclita Mila Jimenez.
Esta señora con voz de berenjena, tiene un curriculun fino:
Comenzó trabajando en la Cope con la desaparecida Encarna Sánchez, de todos es conocido el lesbianismo de la finada.
Mila reconoce que se acostó con ella, una noche en la que estaba bebida y por lo visto no se enteraba de nada. Cuando se dió cuenta de las verdaderas intenciones de Encarna se alejó de ella y por contrapartida le costó la salida del programa.
Pantoja, Mila, Encarna
Desde entonces el contencioso que tiene con La Pantoja es bien conocido.
Después se casó con Manolo Santana, con el que tuvo a su única hija Alba.
Boda de la hija Alba sin Mila porque no se tragan, incluso según cuenta Santana apenas ve a su nieto.
Tras separarse de Santana se enamoró perdidamente del playboy Antonio Arribas con el que se entregó durante unos años a una vida disoluta, de alcohol, drogas en las que la cocaina era la reina y todo tipo de desmanes.
Antonio Arribas fue un vividor Marbellí que debía tener azúcar porque todas se prendaban de él, no había fiesta ni sarao en la que no estuviera presente. Murió solo de un derrame cerebral en la habitación de su hotel.
Antonio Arribas:
Si algún día me da un «pepinazo» en el hígado no permitáis que me entierren en otra parte. Quiero quedarme aquí.
A esta Marbella del alcalde Jesús Gil. Pulcra, limpia, caleada y parada. Una Marbella sin fiestas ni jolgorios, sin prostitutas y sin personajes de renombre. Una Marbella de señoras con vestidos rosas y dorados. De mucho «lifting» y cirugía. De mucha tontería, cochazo, ostentación y señoritingo.
El Sur, entonces, parecía Hollywood; Banús, una feria y los «chorys» (ellos cuatro), con su bar, la máxima atracción del puerto.
El bar de los «chorys» era un carrusel de circo lleno de variedades y espectáculos esperpénticos trabajados con un finísimo sentido del humor. El lugar donde Luis Ortiz conoció a Gunilla Bismark, Yeyo se enamoró de Gloriña, Antonio de todas y todas de Antonio y donde Jorge repetía con una gracia inigualable los diálogos con que su padre, el actor Paco Morán, recibía a los americanos en aquella inolvidable película Bienvenido Mr. Marshall.
Antonio era de los que se quedaba bajo los toldos de los chiringuitos mirando al infinito y oliendo el mar. Se alimentaba de eso y de hablar con la gente. Jueces y mujeres «de la calle». Reyes del petróleo y chorizos de la zona.
No se conoce a nadie a mil kilómetros a la redonda que lo odiara o le mal quisiera, que le tuviera envidia o no le respetara inmensamente. Era un poeta que no escribía, un filósofo con argumentos existenciales no interesado en glorias pasajeras. Era un gitano nacido en Avila que iba para extra de cine -rodaba una escena cuando se cayó de una altura de seis metros- y se quedó postrado y encarcelado en el sueño. Tocó el cielo y el infierno.
«Quiero pensar que se murió con la Marbella que él inventó -dice Mila Santana -mantuvieron en la sombra un largo e intenso idilio-, y que se murió, además, para no tener que esconderse del verano que se avecinaba y que él ya no podía soportar. Sé que nunca voy a encontrar a nadie como Antonio... Tengo un agujero negro en el estómago y le echo de menos».
El fue de todos los «playboys» españoles el preferido de solteras, viudas, y casadas. Carmina Ordóñez -acababa de separarse de Paquirri- fue su novia durante dos años; Lolita Flores, una relación dulce; Linda Christian, una más entre las «petardillas» internacionales que perecieron ante sus encantos... «Con Arribas levitamos todas.
Se arruinó y la desahuciaron, el error según ella fue renunciar a la custodia de su hija porque no podia atenderla y Santana no le ayudó, parece.
También amargamente cuenta que Otti Grancielus la entonces mujer de Santana, a toda costa le ponía en contra a su hija.
Después de todos estos avatares y haber superado sus adicciones, lo cual le honra. vive y sobrevive pateando a todo el que puede.
Esta señora todo un ejemplo de vividora, juzga y prejuzga despellejando debería mirarse en su propio espejo.
No me extraña, viendo su trayectoria, esa voz, esa risa locuela que saca algunas veces y todas las polémicas que crea.
Mila no eres precisamente un ejemplo a seguir, Jaime Ostos te llamó camella no sé si lo fuiste, ni me interesa, pero tu etapa en la que la cocaína y el wisky gobernaban tu vida al menos te acercó a los callellos, tú mismo lo cuentas en una entrevista.
Mila Jiménez.
Desde luego no puedes presumir ni atacar cuando tú eres una caricatura de tí misma en más de una ocasión.
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