Un proverbio hindú reza "Cuando el sabio señala el cielo, el necio mira el dedo".
Esta frase se repetía en mi mente minutos después de salir de la sala de cine donde había visto "Ágora", lo último de Amenábar. La razón es muy sencilla, tanto que hasta un necio como yo pudo imaginársela incluso cuando estaba viendo la película.
Al salir, puse en marcha mi antena parabólica para curiosear en las opiniones de la gente que, como yo, había pasado esas dos horas sumergida en la Alejandría de finales del siglo IV d.C., en la maravillosa mente de Hipatia, en las dudas de Davo y Orestes, en el fanatismo de Cirilo y en una situación que, seamos sinceros, no parece muy lejana. Pues bien, algunos se quejaban del trato dado al cristianismo ("el tufillo progre y feminista se podía oler desde varios kilómetros", "claro, los cristianos son unos bárbaros, pero a los árabes ni los nombran", etc), otros de supuestos gazapos históricos ("vaya tontería, ¡si el heliocentrismo no apareció hasta el siglo XVI!"), otros de carácter irónico con dudoso fondo ("la moraleja es que hay que ser cristiano, ellos son los que ganan", "acaba como empezó, con la Rachel en pelotas", etc)... y ninguno de ellos captando el verdadero mensaje de la película. Lo cual no quiere decir que nadie lo haya entendido.
Pero, ¿por qué somos tan proclives a manifestar nuestra ignorancia y, sin embargo, pocas veces nos atrevemos a decir algo en lo que nos desmarquemos del resto de la gente? ¿Por qué el que se calla suele ser más sensato que el que dispara lo primero que se le viene a la cabeza? Podríamos decir que el primero no está tan seguro de sus ideas, y el segundo sí, esté equivocado o no. Puede ser. Pero yo me atrevo a pensar que el primero está bastante más seguro de sus ideas; tanto lo está, que no necesita la aprobación de los demás para reforzarlas. Y, sin embargo, el primero está más abierto a escuchar otras ideas, y tenerlas en cuenta, sin que eso haga más débiles sus convicciones. ¿Por qué digo todo esto? ¿No se suponía que estaba hablando de una película? Parece que me he ido del tema, pero no es así. Por un lado tenemos a Hipatia; por otro, a Cirilo. ¿Quién diríamos que tiene más fuertes convicciones? "Mirando al dedo", diríamos que es Cirilo, ya que Hipatia confiesa que "cuestiona lo que cree". Pero si "miramos al cielo" nos damos cuenta de que Cirilo mataría por sus creencias, mientras que Hipatia muere por sus creencias. A lo que voy es a que no porque creamos ciegamente en algo, va a ser más fuerte nuestra convicción en ese algo, sino que, paradójicamente, la clave está en cuestionar constantemente ese algo. Mira tú por dónde, Hipatia mira al cielo (esta vez literalmente). Y mirando al cielo cambia lo que daba por absoluto, sin que eso haga de ella una persona insegura. Porque, a pesar de los que piensan que en la película hay licencias de guión, Hipatia siguió las teorías de Aristarco sobre el heliocentrismo, como luego sus discípulos recogieron en comentarios a libros (desgraciadamente, de ella no tenemos ningún texto; de hecho, no sabemos con seguridad si se le ocurrió aquello de las órbitas elípticas, aunque tampoco podemos decir lo contrario).
Después de este discursito sobre la gente que se cree en posesión de la verdad absoluta, sería un poco contradictorio si el hecho de relacionar los comentarios que oí al salir del cine con las personas que se quedan en el dedo lo redujese a un simple "pues porque sí", de modo que vamos a ello.
Sobre el posible carácter tendencioso de la historia en cuanto a los cristianos, es bastante absurdo si tenemos en cuenta que ni se alaba ni se critica especialmente ninguna religión: tenemos a paganos matando por motivos religiosos, a judíos matando por motivos religiosos y, sí, también tenemos a cristianos matando en nombre de la religión. Eso sí, es normal que estén más presentes las injusticias cometidas por los cristianos puesto que, en esa época, la religión que iba teniendo cada vez más y más poder y, con ello, aumentaba su persecución sobre las demás, fue el cristianismo.
Aún así, Amenábar se esfuerza en presentar a personajes grises (en el sentido de que no son planos); no tenemos a cristianos malvados por un lado y, por el otro, a judíos y paganos santitos. Si incluso Hipatia tiene arranques de discriminación... hacia esos "instrumentos de trabajo", que diría Aristóteles.
Sobre las licencias históricas ya hemos hablado antes, aunque sí hay que decir que la muerte de Hipatia no fue tan emotiva como en "Ágora", sino mucho más violenta (fue despedazada viva).
Y sobre los últimos comentarios, qué decir... si alguien, después de ver la película, con lo que se queda es con los momentos en que Hipatia (Rachel Weisz) ha aparecido desnuda, cuando en uno de ellos incluso la estaban lapidando, pues no diría siquiera que mira el dedo... más bien mira la uña.
Volviendo a lo que decía al principio, ¿cuál es la razón de que me acordase de ese refrán hindú, razón que ya me imaginaba incluso cuando estaba dentro de la sala? Pues, al ver, por ejemplo, que en una escena se dejaba mal a los cristianos y escuchar los murmullos de reprobación, supuse que luego escucharía esos comentarios al salir. Y es que la gente se quedó con la polémica sobre el trato a las religiones, con las inexactitudes históricas, con el desnudo de Rachel Weisz; en definitiva, con los detalles, y no con la idea principal, con el fondo. Algo, por desgracia, demasiado común. ¿Y cuál es la idea principal, listillo, cuál es el fondo? Pues principalmente nos encontramos un no rotundo a los fanatismos, a aquello de creerse poseedor de la verdad absoluta sin tener en cuenta las opiniones y argumentos de los demás, a la falta de tolerancia y de respeto mutuo, a ese miedo irracional hacia lo desconocido, que se transforma en rechazo y violencia: es esto la causa de los eternos conflictos entre religiones (o entre religiones y "no-religiones", que al ateísmo también le ha tocado el papel de víctima y el de verdugo) y de todo tipo de discriminaciones (no sólo en el ámbito religioso, sino en todos los tipos de discriminaciones, sea por sexo, raza, orientación sexual, nivel económico, discapacidad... todas están basadas en lo mismo: intolerancia, creada por el miedo). Tampoco podemos olvidarnos de un fuerte mensaje en "Ágora" que reclama el apoyo incondicional al pensamiento propio, a conservar siempre nuestra opinión, no matter what, que dirían los ingleses, a mantenernos en lo que pensamos, por mucho que se nos quiera convertir en figuras uniformadas con pensamiento único y colectivo. Precisamente fue Hipatia la que pronunció la frase "Conserva celosamente tu derecho a reflexionar, porque incluso el hecho de pensar erróneamente es mejor que no pensar nada en absoluto".
En definitiva, lo que necesitamos es fuerza para mantenernos firmes en lo que pensamos, pero también fuerza para ser tolerantes con lo que otros piensan. Sí, fuerza... porque eso de tolerancia suena muy bonito, pero nos cuesta muchísimo entender que la gente no tiene por qué pensar igual que nosotros, y que no por ello tienen menos valor nuestras opiniones, como decíamos líneas atrás (relativismo, amigos).
Dos mil años después de lo que vemos en "Ágora", ¿de verdad hemos cambiado tanto? De acuerdo, hemos mejorado. Pero la intolerancia, el fanatismo, el rechazo a la propia personalidad para adaptarse a la del grupo, la discriminación, etc, siguen campando a sus anchas por el mundo. ¿Es tan difícil llegar a ese equilibrio del que hablábamos antes, en el que nos sintamos libres de pensar lo que queramos, y a la vez respetar que otras personas piensen de distinto modo? Pues parece ser que sí. Pero esperemos que no tengan que pasar otros dos mil años para avanzar ese peldaño.
Necesitas ser usuario registrado de FormulaTV.com para comentar en este blog. Conéctate o haz clic aquí para registrarte